EDITORIAL: “En las protestas hay pocos, con mucho; y muchos,
con poco.”
Imagen de Infobae
¿Hay que criticar que seamos pocos protestando? ¿nunca vamos a salir del régimen criminal porque millones no salimos a la calle? Revisemos bien los argumentos porque cuando se mira la vida,
también hay que mirar la manera como la miramos. Un triunfador es aquel que siempre encontró soluciones a sus problemas y
corrección a sus errores, hasta llegar al triunfo.
Hay un pueblo que está
harto. En las marchas o en los mercados, la gente protesta por el hambre y las
enfermedades sin posibilidad de curación; junto con los robos y asesinatos que
nacen de una criminalidad estatizada. Nos han quitado todos los derechos y hasta el voto, nos lo prohíben cuando lo exige la Constitución Nacional. Venezuela es territorio sin ley bajo manos criminales.
Es esta criminalidad que
se disfraza con uniformes militares o de policía; o que logra graduar a unos
individuos de abogados para crear una red judicial corrupta que no solamente les
otorgue impunidad a sus crímenes y delitos; sino que además, son los que se
coronan como dueños del país y del estado para “legalizar” su barbarie y sus crímenes.
Es esta criminalidad que
inclusive tiene colegas en otros países que han estatizado al crimen, hasta con
el poder para tomar decisiones dentro de organismos internacionales bajo la
falsa e ilegítima fachada de ser representativos de todo un pueblo al cual
subyugan con violencia, crimen, miseria y calamidades.
Los demócratas quienes
asistimos a las protestas contra el régimen castro-chavista (sea de manera
regular o eventual) tenemos una lectura de tales eventos que por lejos se
interpreta como débil. Si bien la presencia es escasa (al compararlas con
algunas concentraciones populares históricas) la fortaleza de la representación
es cada vez mayor. Desde las mismas ventanas de las oficinas estatales o los
mismos guardias o policías hacen gestos de apoyo a los marchantes. Quizá como
nunca antes en nuestra historia venezolana tan pocas personas han tenido tanto
valor personal y representativo.
En cuanto al valor
personal de los manifestantes democráticos, el cuadro de desventajas les
enaltece. Eso se llama valentía, toda vez que se actúa a pesar del miedo ante
los grandes riesgos que ofrece tanta desventaja. Nada más y nada menos hay que considerar
lo que significa enfrentarse sin armas de fuego y sin amparos constitucionales
contra una masa de tropas, entre los que hay aquellos que van seguros de que
tienen el derecho y cuanto más el deber de matar a quien se les oponga, sino
que además, saben que cuentan con el “amparo” del aparato estatal -que han
secuestrado- para impunemente (y cuidado si premiadamente) cometer todos los
abusos y crímenes.
Quizá como añadido, son
estos criminales quienes combaten toda protesta, con grupos cínicos “colectivos”
o cuerpos paramilitares vestidos de civil (en los que muchos son funcionarios profesionales
o individuos entrenados por los cuerpos militares estatales). Claro que en la
ya delatada maniobra que pretende esconder con disfraces no-oficiales a la
asesina represión estatal. Lo que le delata es la pasividad descarada de los
cuerpos estatales cuando hacen presencia estas bandas de barbarie. A ninguno de
estos funcionarios le dicen que la Corte Penal Internacional los está esperando
- ¿acaso no serán los pendejos sin dinero los que irán a parar a la cárcel,
mientras los “peces gordos” quedarán protegidos por sus fortunas corruptas?
Estas humildes protestas
venezolanas contrastan con las impactantes imágenes de las protestas populares
en aquellos países donde los tiranos son derrocados. Sin embargo, hay que
considerar que en aquellos escenarios tampoco se ve la presencia de “colectivos”
asesinando a civiles desarmados, como tampoco la pasividad cómplice de los
cuerpos estales.
No es correcto
irrespetar el mérito de quienes en el mundo han logrado que inmensas masas
humanas sin armas de fuego, hayan derrocado a sus tiranos. Acaso habría que comparar
el grado de crueldad que estos últimos mostraron ante tales concentraciones
pacíficas versus la crueldad que el castro-chavismo ha demostrado en Venezuela.
Sería muy noble –además de
inteligente- revisar como se critica a la poca asistencia de personas a las
protestas en Venezuela. Es posible que se deban hacer a justes a la manera como
se mira este hecho.
Es realmente heroico el esfuerzo de quienes se presentan a protestar, no
importando cuantos somos, ni contra cuantos nos vamos a enfrentar. Esto exige
respeto –si es que todavía se quiere ser mezquino. Acaso habría que revisar la
manera como se mira a si mismo quien lanza críticas contra quienes están arriesgando
sus vidas en defensa de los mismos derechos que después de triunfar, serán respetados para
todos – incluyendo a los pasivos o cómodos, así como a los adeptos al chavismo
pacífico.
No es que es mucho, sino
muchísimo lo que representan las muy pocas personas que asisten a estas marchas,
tanto que están allí en nombre del rechazo masivo que el 90% del país siente contra
la tragedia que está representada por los "muchos" que obligados y pagados salen
a defender a un régimen que ya no tiene apoyo. Si los números de las protestas (supuestamente) favorecen al régimen, los de los hogares, le aplastan.
Sería muy prudente de
parte de los muy apreciados luchadores democráticos de Venezuela y del mundo
que estimen estos argumentos, antes de anunciar fracasos futuros si es que la
gente en Venezuela no sale a la calle en los términos masivos que han visto en
las heroicas escenas de otros países. Ser un héroe no
siempre es publicitado; cuidado si en principio es criticado. No
descartemos la posibilidad de que tan masiva protesta se realice en algún momento, pero debemos estar concientes de que hay criminales con chapa estatal lo cual implica un gran riesgo. Además, hay una
necesidad de supervivencia cuya inmediatez compite contra tal protesta. Conseguir comida o medicamentos es imperativo para la inmensa mayoría, lo cual exige tiempo en mercados y farmacias. La protesta va por dentro, aún cuando no sea vista en la calle. Los barrios y los caseríos sufre peor que las urbanizaciones, al punto de que ni protestar pueden, ya que los criminales los rodean.
Que no se pretenda evadir
de este análisis a los oportunistas mediocres que siempre van a estar a la caza
de un falso premio. Entre los dirigentes partidistas ya sabemos que existen
estos expertos de fracasos que necesitan lavar su cobardía o traición a nuestras
necesidades cuando desatendieron el llamado de “las bolas” para contraatacar
abusos del régimen o para atacarle cuando la ley y la tragedia lo imponen; pero
lo que por justicia no podemos criticar es al resto de los manifestantes que son
los leales asistentes a las protestas, más allá de quien convoque.
Hablando de los
oportunistas y vendidos al régimen, recientemente han sido “favorecidos” con
ataques violentos. Hay que preguntarse si estéticamente esto los convierte en
luchadores que nunca han sido.
Si alguna persona desde
la lejanía quiere criticar diciendo “es que son muy pocos y por eso no va a pasar nada”, mejor que antes tome un espejo y mire la manera
como se mira a si mismo, y la manera como mira la vida, porque quien está en esa protesta no está mirando otra cosa que su acción para lograr un mejor futuro, de bienestar propio, familiar y de todos los demás venezolanos.
Bravo por todos los valientes que protestan no importando donde, ni como, ni cuantos son.
Bravo por todos los valientes que protestan no importando donde, ni como, ni cuantos son.
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