59º Mensaje histórico:
“DERROTADO POR LA
DEMOCRACIA,
EL MILITARISMO ARREMETE
CONTRA LA REPÚBLICA”
Por Germán Carrera Damas
Me temo que ha llegado el momento
de enviar el siguiente mensaje:
Así como se suele contraponer la
Libertad a la Autocracia, se suele contraponerla también a la Dictadura. Ambas
contraposiciones son acertadas; tanto la Autocracia como la Dictadura
participan del Despotismo esencial; y
éste es necesariamente adverso a la Libertad.
No
es menos cierto que el ejercicio de la Libertad es resultado, más que causa,
del combate contra la Autocracia y la
Dictadura. Por eso tal resultado llevará vida precaria mientras no sean
erradicados sus contrarios. De viejo ha sido comprendida esta verdad; y
tenazmente ha sido alimentada esa comprensión con los padecimientos y la sangre
de los pueblos, en procura de Libertad.
En
la transición de los siglos XVIII a XIX, representadas, la Autocracia y la
Dictadura por la Monarquía absoluta, la cuestión fue simplificada como la
contraposición entre el UNO y el TODOS. Pero no carecía el UNO de compañía; ni
el TODOS extendía su alcance mucho más allá del ALGUNOS. De allí que la
cuestión se planteara como la supresión, -institucional o sólo funcional-, del
UNO; y como la delimitación constitucional del TODOS. De esta operación
nacieron la República moderna y su protagonista el Ciudadano.
En Venezuela esta operación se
inició en los albores del siglo XIX. Hombres lúcidos, bajo el influjo de
precedentes ajenos, determinados por las circunstancias y necesitados de
preservar el ordenamiento social que sus antecesores y ellos mismos habían
edificado a lo largo de siglos, se sobrepusieron al fundamento de sus valores
heredados y decidieron sustituir el UNO
por el TODOS. Para ello echaron mano de un arbitrio. Éste era, y es, la
República, entendida como el TODOS convertido en la NACIÓN. Fue concebida esta
última en substitución de la voluntad Divina, como fuente de legitimidad del
Poder público, que en adelante habría de ser ejercido en nombre de la nueva y
recién consagrada abstracción: la NACIÓN.
En
el nuevo edificio del Poder público, así como la NACIÓN substituía a la
voluntad Divina, la REPÚBLICA substituía a la Corona. ¿Mas, cual sería el
reemplazo del Rey como la conexión entre la Corona y la sociedad? Se requería
de un nexo que participase, a la vez, de lo abstracto, - es decir de la
NACIÓN-, y de lo concreto, -es decir de la REPÚBLICA-; y tal es el Presidente,
ungido como el primer mandatario, -vale decir comisionado-, de la
REPÚBLICA, manifiesta en el imperio de
LA SOBERANÍA POPULAR.
La estructura básica de la
REPÚBLICA, de esta manera formada, fue complementada con instrumentos
destinados a preservarla. A ello concurrieron la separación de Poderes y la
vigilante legitimidad inherente a la formación, el ejercicio y la finalidad del
Poder público; pero sobre todo, mediante la repartición de las fuentes de ese
Poder, y tal ocurre en la CIUDADANÍA y se expresa a través del ejercicio de la
Soberanía Popular, constituida, por lo mismo, en fundamento irremplazable e
irrenunciable de la concepción moderna de la Democracia. Los venezolanos
alcanzamos este nivel de maduración sociopolítica según el tenor del Estatuto electoral de 1946, que
normó la elección directa, universal y secreta de la Asamblea Nacional
Constituyente, encargada de elaborar la Constitución de 1947;
es decir siglo y medio después de emprendida la substitución de la
Monarquía absoluta, en cuyo seno, con dos breves intervalos de Monarquía
constitucional a partir de 1812 y de su
breve restauración en 1820, nos habíamos formado como sociedad monárquica
colonial.
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En este trayecto, históricamente
breve, -sobre todo si lo comparamos con el recorrido por otras sociedades que
lo emprendieron antes que nosotros-, han sido frecuentes y dolorosos los intervalos de rebrote del despotismo
implícito en el Autoritarismo y la Dictadura. Pero, pese a ello, dos cosas han
sido socialmente adquiridas. En primer lugar, experiencia democrática en el
combate contra el despotismo implícito en el Autoritarismo y la Dictadura. En
segundo lugar, el quedar comprobado que esta aberración del Poder público, por
ser práctica socialmente generada, es vulnerable ante al ejercicio de la
Soberanía popular y la desagregación del Poder público. El saldo histórico de
esta hazaña del pueblo venezolano ha sido la definitiva instauración y
consolidación de la República, vivida como condición sociopolítica de la
vivencia de la Nación.
Los rebrotes autoritarios y dictatoriales,
imposibilitados de ignorar esos logros sociopolíticos, se han esforzado por
desvirtuarlos, alterarlos, pervertirlos, empleando todas las palancas de que
pueda disponer el despotismo, desde la intimidación hasta la corrupción. Pero
no se habían atrevido a ignorar esos
logros; mucho menos a suprimirlos, como fuentes únicas de la legalidad y la
legitimidad del Poder público. ¿Por qué no se habían atrevido? Porque no
podrían haberlo hecho sin devolvernos a la condición de Monarquía; no ya como
el ejercicio perverso del Poder público a la usanza de quienes han agredido la
conciencia histórica de los venezolanos al exhibirse como salvadores de la
Patria y continuadores de la obra de Bolívar, sino como institucionalización de
la dictadura, revistiéndola de cualquier cosa, a la usanza de la dinastía de
los hermanos Castro.
Con este escollo ha tropezado el
régimen que actualmente despotiza a los venezolanos. Ante la imposibilidad de que
superase ese escollo el destartalado navío de la autoproclamada revolución
bolivariana, alguna mente torcida ha sido capaz de concebir que dada la
imposibilidad de abolir los mencionados requisitos de la existencia de la
República, lo aconsejable es matar la República misma. Sólo que, como tampoco
es posible decretar tal cosa, lo táctico sería minarla, mechándola de
despotismo, y condenándola a morir de mengua mediante el montaje de una
estructura paralela que le arrebate, con la anulación de sus atribuciones y
facultades constitucionales, su razón de ser. Pero, parece prudente recordar
que lo que fue tomado como modelo de una trama semejante, terminó asediado en
un desagüe carretero. Como también cabe recordar que tal ha sido la suerte de
todos los intentos de substituir la Soberanía popular con medios artesanales de
pretendida captación directa de la soberanía de los pueblos.
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Hace algún tiempo que vengo dando, por esta vía, la voz
de alerta ante la que he denominado la demolición de la República, concebida
como la manera de abolir el ejercicio de la Soberanía popular como fuente
necesaria de la legalidad y la legitimidad del Poder público. Mientras el
régimen militar militarista que ha asaltado el Estado, el Gobierno y la
Administración pública, creyó que era posible burlar la Soberanía popular,
valiéndose de toda suerte de ventajismos y disposiciones atrabiliarias, contuvo
sus afanes antipopulares. La tenacidad y la lucidez demostrada por la mayoría
de la ciudadanía en su determinación de preservar la República liberal
democrática se han revelado crecientemente superiores a esas acechanzas contra
la República. Hemos desembocado, de esta manera, en una situación en la cual
toda comparecencia ante la Soberanía popular se ha vuelto temible para el
régimen. Hasta el punto de que sus usufructuarios sienten la necesidad
no ya de falsear los términos de esa comparecencia, sino de hacerla
innecesaria.
En su edición del lunes 14 de
noviembre, el Diario caraqueño El Nacional publicó una extensa información de
Hernán Lugo-Galicia, titulada “Dan
recursos para instaurar el pre Estado comunal”. En el texto se precisan los
instrumentos empleados para minar la República y los procedimientos a emplear
por los conspiradores contra la República.
Los
instrumentos: “El pre Estado cuenta con cinco legislaciones (leyes de Comunas,
Poder popular, Contraloría Social, Economía Comunal y Planificación Pública),
que junto con iniciativas políticas de Hugo Chávez como las patrullas de
vanguardia y el Poder Popular darían al traste con las gobernaciones y
alcaldías, según el proyecto gubernamental recogido en el Plan de la Nación.”
Los
procedimientos: “Las leyes mencionadas
estipulan que el Gobierno trabajará en la “descentralización desconcentrada”,
la cual es entendida como “la política
estratégica para la restitución plena del poder al pueblo soberano, mediante la
transferencia paulatina de competencias y servicios desde las instituciones
nacionales, regionales y locales hacia las comunidades organizadas y otras
organizaciones de base del Poder Popular, dirigidas a fomentar la
participación, alcanzar la democracia auténtica restituyendo las capacidades de
gobierno al pueblo, instalando prácticas eficientes y eficaces en la distribución
de los recursos financieros e impulsar el desarrollo complementario y
equilibrado de las regiones del país”…. ¡Uf!
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Sacudidas
las frases hechas, y desmontadas las carambolas seudo conceptuales, el objetivo
de los instrumentos y procedimientos queda muy claro: deshuesar la República
para rellenarla de despotismo, mediante la instauración de una Monarquía
absoluta, de hecho, que vuelva prescindible la consulta a la Soberanía popular.
Caracas,
22 de diciembre de 2011.
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