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lunes, 16 de mayo de 2016

“DERROTADO POR LA DEMOCRACIA, EL MILITARISMO ARREMETE CONTRA LA REPÚBLICA” Por Germán Carrera Damas


59º Mensaje histórico:
“DERROTADO POR LA DEMOCRACIA,
EL MILITARISMO ARREMETE CONTRA LA REPÚBLICA”
Por Germán Carrera Damas

Me temo que ha llegado el momento de enviar el siguiente mensaje:

            Así como se suele contraponer la Libertad a la Autocracia, se suele contraponerla también a la Dictadura. Ambas contraposiciones son acertadas; tanto la Autocracia como la Dictadura participan  del Despotismo esencial; y éste es necesariamente adverso a la Libertad.
No es menos cierto que el ejercicio de la Libertad es resultado, más que causa, del combate contra la Autocracia  y la Dictadura. Por eso tal resultado llevará vida precaria mientras no sean erradicados sus contrarios. De viejo ha sido comprendida esta verdad; y tenazmente ha sido alimentada esa comprensión con los padecimientos y la sangre de los pueblos, en procura de Libertad.

En la transición de los siglos XVIII a XIX, representadas, la Autocracia y la Dictadura por la Monarquía absoluta, la cuestión fue simplificada como la contraposición entre el UNO y el TODOS. Pero no carecía el UNO de compañía; ni el TODOS extendía su alcance mucho más allá del ALGUNOS. De allí que la cuestión se planteara como la supresión, -institucional o sólo funcional-, del UNO; y como la delimitación constitucional del TODOS. De esta operación nacieron la República moderna y su protagonista el Ciudadano.

            En Venezuela esta operación se inició en los albores del siglo XIX. Hombres lúcidos, bajo el influjo de precedentes ajenos, determinados por las circunstancias y necesitados de preservar el ordenamiento social que sus antecesores y ellos mismos habían edificado a lo largo de siglos, se sobrepusieron al fundamento de sus valores heredados y decidieron sustituir el UNO  por el TODOS. Para ello echaron mano de un arbitrio. Éste era, y es, la República, entendida como el TODOS convertido en la NACIÓN. Fue concebida esta última en substitución de la voluntad Divina, como fuente de legitimidad del Poder público, que en adelante habría de ser ejercido en nombre de la nueva y recién consagrada abstracción: la NACIÓN.

En el nuevo edificio del Poder público, así como la NACIÓN substituía a la voluntad Divina, la REPÚBLICA substituía a la Corona. ¿Mas, cual sería el reemplazo del Rey como la conexión entre la Corona y la sociedad? Se requería de un nexo que participase, a la vez, de lo abstracto, - es decir de la NACIÓN-,  y de lo concreto, -es decir  de la REPÚBLICA-; y tal es el Presidente, ungido como el primer mandatario, -vale decir comisionado-, de la REPÚBLICA,  manifiesta en el imperio de LA SOBERANÍA POPULAR.

            La estructura básica de la REPÚBLICA, de esta manera formada, fue complementada con instrumentos destinados a preservarla. A ello concurrieron la separación de Poderes y la vigilante legitimidad inherente a la formación, el ejercicio y la finalidad del Poder público; pero sobre todo, mediante la repartición de las fuentes de ese Poder, y tal ocurre en la CIUDADANÍA y se expresa a través del ejercicio de la Soberanía Popular, constituida, por lo mismo, en fundamento irremplazable e irrenunciable de la concepción moderna de la Democracia. Los venezolanos alcanzamos este nivel de maduración sociopolítica según  el tenor del Estatuto electoral de 1946, que normó la elección directa, universal y secreta de la Asamblea Nacional Constituyente, encargada de elaborar la Constitución  de 1947;  es decir siglo y medio después de emprendida la substitución de la Monarquía absoluta, en cuyo seno, con dos breves intervalos de Monarquía constitucional a partir de 1812  y de su breve restauración en 1820, nos habíamos formado como sociedad monárquica colonial.

*     *     *     *     *

            En este trayecto, históricamente breve, -sobre todo si lo comparamos con el recorrido por otras sociedades que lo emprendieron antes que nosotros-, han sido frecuentes y dolorosos los  intervalos de rebrote del despotismo implícito en el Autoritarismo y la Dictadura. Pero, pese a ello, dos cosas han sido socialmente adquiridas. En primer lugar, experiencia democrática en el combate contra el despotismo implícito en el Autoritarismo y la Dictadura. En segundo lugar, el quedar comprobado que esta aberración del Poder público, por ser práctica socialmente generada, es vulnerable ante al ejercicio de la Soberanía popular y la desagregación del Poder público. El saldo histórico de esta hazaña del pueblo venezolano ha sido la definitiva instauración y consolidación de la República, vivida como condición sociopolítica de la vivencia de la Nación.

 Los rebrotes autoritarios y dictatoriales, imposibilitados de ignorar esos logros sociopolíticos, se han esforzado por desvirtuarlos, alterarlos, pervertirlos, empleando todas las palancas de que pueda disponer el despotismo, desde la intimidación hasta la corrupción. Pero no  se habían atrevido a ignorar esos logros; mucho menos a suprimirlos, como fuentes únicas de la legalidad y la legitimidad del Poder público. ¿Por qué no se habían atrevido? Porque no podrían haberlo hecho sin devolvernos a la condición de Monarquía; no ya como el ejercicio perverso del Poder público a la usanza de quienes han agredido la conciencia histórica de los venezolanos al exhibirse como salvadores de la Patria y continuadores de la obra de Bolívar, sino como institucionalización de la dictadura, revistiéndola de cualquier cosa, a la usanza de la dinastía de los hermanos Castro.

            Con este escollo ha tropezado el régimen que actualmente despotiza a los venezolanos. Ante la imposibilidad de que superase ese escollo el destartalado navío de la autoproclamada revolución bolivariana, alguna mente torcida ha sido capaz de concebir que dada la imposibilidad de abolir los mencionados requisitos de la existencia de la República, lo aconsejable es matar la República misma. Sólo que, como tampoco es posible decretar tal cosa, lo táctico sería minarla, mechándola de despotismo, y condenándola a morir de mengua mediante el montaje de una estructura paralela que le arrebate, con la anulación de sus atribuciones y facultades constitucionales, su razón de ser. Pero, parece prudente recordar que lo que fue tomado como modelo de una trama semejante, terminó asediado en un desagüe carretero. Como también cabe recordar que tal ha sido la suerte de todos los intentos de substituir la Soberanía popular con medios artesanales de pretendida captación directa de la soberanía de los pueblos.

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            Hace algún  tiempo que vengo dando, por esta vía, la voz de alerta ante la que he denominado la demolición de la República, concebida como la manera de abolir el ejercicio de la Soberanía popular como fuente necesaria de la legalidad y la legitimidad del Poder público. Mientras el régimen militar militarista que ha asaltado el Estado, el Gobierno y la Administración pública, creyó que era posible burlar la Soberanía popular, valiéndose de toda suerte de ventajismos y disposiciones atrabiliarias, contuvo sus afanes antipopulares. La tenacidad y la lucidez demostrada por la mayoría de la ciudadanía en su determinación de preservar la República liberal democrática se han revelado crecientemente superiores a esas acechanzas contra la República. Hemos desembocado, de esta manera, en una situación en la cual toda comparecencia ante la Soberanía popular se ha vuelto temible para el régimen. Hasta el punto de que sus usufructuarios sienten  la necesidad  no ya de falsear los términos de esa comparecencia, sino de hacerla innecesaria.

            En su edición del lunes 14 de noviembre, el Diario caraqueño El Nacional publicó una extensa información de Hernán Lugo-Galicia,  titulada “Dan recursos para instaurar el pre Estado comunal”. En el texto se precisan los instrumentos empleados para minar la República y los procedimientos a emplear por los conspiradores contra la República.

Los instrumentos: “El pre Estado cuenta con cinco legislaciones (leyes de Comunas, Poder popular, Contraloría Social, Economía Comunal y Planificación Pública), que junto con iniciativas políticas de Hugo Chávez como las patrullas de vanguardia y el Poder Popular darían al traste con las gobernaciones y alcaldías, según el proyecto gubernamental recogido en el Plan de la Nación.”

Los procedimientos: “Las leyes mencionadas  estipulan que el Gobierno trabajará en la “descentralización desconcentrada”, la cual es entendida  como “la política estratégica para la restitución plena del poder al pueblo soberano, mediante la transferencia paulatina de competencias y servicios desde las instituciones nacionales, regionales y locales hacia las comunidades organizadas y otras organizaciones de base del Poder Popular, dirigidas a fomentar la participación, alcanzar la democracia auténtica restituyendo las capacidades de gobierno al pueblo, instalando prácticas eficientes y eficaces en la distribución de los recursos financieros e impulsar el desarrollo complementario y equilibrado de las regiones del país”…. ¡Uf!


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Sacudidas las frases hechas, y desmontadas las carambolas seudo conceptuales, el objetivo de los instrumentos y procedimientos queda muy claro: deshuesar la República para rellenarla de despotismo, mediante la instauración de una Monarquía absoluta, de hecho, que vuelva prescindible la consulta a la Soberanía popular.


Caracas, 22 de diciembre de 2011.

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