Lo
que los expertos han dicho en estas últimas horas cuando se conoce el contacto
entre el Presidente Barak Obama y el dictador Raúl Castro, apunta a un largo
proceso que va a intentar romper con el bloqueo que viene sufriendo Cuba desde
hace más de 50 años. No olvidemos esto. Este bloqueo se lo ganó Cuba por haberse
convertido en una dictadura sangrienta.
Para aquellos años 60 la democracia en
el continente americano estaba siendo rescatado, principalmente por el líder
venezolano Rómulo Betancourt y su dura doctrina contra el totalitarismo que dominaba
América Latina. Resaltar a Betancourt no es un capricho chauvinista, sino un
motivo coherente y sólido; ya que EEUU si bien sostenía internamente un sistema
democrático, en el exterior ayudó y patrocinó dictaduras con el fin de obtener
grandes beneficios económicos, militares y políticos (anti-comunistas). El
dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez (a la sazón, el más rico del
continente) llegó al poder y se sostuvo en este gracias a que EEUU compró su
tesis de que el “comunista” Rómulo Bertancourt estaba creando un estado que se
preparaba a ser enemigo de Norteamérica. El tiempo demostró otra de las grandes
farsas de este dictador de escenografía megalómana.
Entonces. Betancourt se
asocia con EEUU para conformar una Carta Democrática en una OEA que necesitaba
un instrumento legal para sancionar a las dictaduras existentes en ese momento.
Lo lograron. América Latina fue democratizándose, gracias a tales sanciones y
beneficios que la asociación con EEUU y Venezuela les proveían.
En 1999, la
llegada a la Presidencia de Venezuela por parte del dictador cubano Fidel
Castro, a través de su súbdito Hugo Rafael Chávez Frías, revirtió todo aquel
esfuerzo de EEUU y Betancourt, haciendo que nuevamente Venezuela tuviera un
papel protagónico pero en sentido destructivo. La República de Venezuela fue
secuestrada por el régimen castro-cubano y su socio el narcotráfico regional, a
los fines de usar toda la fastuosa fortuna petrolera con el objetivo de tener
un imperio totalitario que les permitiera actuar a placer, lo cual implicaba
acabar con las democracias del continente.
En otras palabras. Los petro-dólares
venezolanos acabaron con la Carta Democrática de la OEA, tal como se ha
demostrado a lo largo de estos 15 años. El castro-chavismo domina a placer a la
OEA protegiendo así a sus narco-dictaduras.
EEUU quiso recuperar a su patio
trasero a través de sanciones que nunca llegaron a tener efecto. Todo lo cual
les hizo reflexionar y actuar bajo las nuevas reglas del juego. Los dólares
mandan más que los derechos humanos y los derechos democráticos, hecho por el
cual, ahora que el petróleo ha bajado y así el régimen castro-chavista en
Venezuela ha perdido su poder de compra de gobiernos, le toca al gigante del
norte, “comprar” a los factores protagónicos para restaurar su control sobre la
región.
Queda aún tiempo por probar cuan efectivo va a ser este plan norteamericano.
Quienes queremos el regreso de la democracia a Venezuela y sus satélites
castro-chavistas, vemos con buenos ojos el debilitamiento de este imperio, en
especial el de su gobernador Nicolás Maduro. Las deudas de estos regímenes
asesinos y delincuentes no son olvidables, pero se impone la necesidad de
sacarlos del poder sin que haya un derramamiento de sangre (mayor al que estos
generan con su impunidad hacia sus con-socios narcocriminales). El presente
podrá “perdonar” tales crímenes, pero mejor que no cuenten con este perdón
eternamente, porque no serán muchos los que salgan ilesos. El tiempo aún es mucho lo que tiene que decir.
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