Venezuela, política y petróleo, por Rómulo
Betancourt
En el centenario de la industria petrolera
venezolana, conviene reflexionar sobre el papel institucional del petróleo,
algo que sólo un Presidente democrático de Venezuela se ha ocupado por
documentar en un libro: Rómulo Betancourt, en 1956
Carlos Goedder
Si bien la industria petrolera en Venezuela tiene
antecedentes en el siglo XIX, con la empresa andina Petrolia del Táchira, es el
31 de julio de 1914 cuando formalmente entra en operación el negocio petrolero,
con el pozo Zumaque I. Desde ese momento, el petróleo protagoniza la vida
económica venezolana, los ingresos fiscales y la dinámica política.
Sólo un presidente venezolano se tomó la molestia
de formalizar en un libro sus consideraciones sobre la industria petrolera y
las instituciones venezolanas. Se trata de Rómulo Betancourt (1908-1981).
En el exilio mexicano, escapando de la dictadura liderada por Marcos Pérez
Jiménez (concluida el 23 de enero de 1958), consiguió publicar una obra en
1956, cuatro años antes de asumir la presidencia venezolana. Se trata de Venezuela,
Política y Petróleo. Es un libro importante, porque fue el primer intento
serio de un demócrata venezolano por analizar las consecuencias políticas
y económicas del petróleo. Sorprendentemente, ningún otro presidente en
Venezuela ha hecho un ejercicio semejante, ni siquiera Presidentes con título
académico como Caldera o Chávez (egresado de la Academia Militar). Bajo el
chavismo ningún político ha ofrecido una alternativa analítica al asunto,
limitándose a seguir la doctrina de Fidel Castro o recomendar a la población
lecturas tan curiosas como ·”El Oráculo del Guerrero”. Así que Betancourt, en
pleno centenario petrolero, sigue siendo la referencia fundamental desde la
política venezolana sobre el mayor problema venezolano. Sólo un político capaz
de entender técnicamente el problema del rentismo petrolero venezolano sacará a
esta nación de su hecatombe actual.
Dado que Betancourt fundó el partido Acción
Democrática y sus logros fueron vilipendiados por Chávez, es imposible
encontrar una edición nueva de este libro desde instituciones o editoriales
oficiales. En el mercado de usados y fuera de Venezuela los precios son
elevadísimos. No obstante, he conseguido ponerme en una formidable edición
usada, publicada en inglés y en excelente estado, la cual fue publicada en
1979. La traducción tiene estos datos editoriales: Venezuela, Oil and
Politics. Traducido al inglés por Franklin Tugwell (Houghton Mifflin
Company, 1979).
Ya me imagino que algún izquierdista o adepto al
imperialismo de la Cuba Comunista dirá que este es un libro publicado por
“yanquis” y demás cosas, mas lo que hoy quiero comentar, como inicio de la
serie sobre el trabajo de Betancourt, son dos maravillosos textos añadidos por
los editores: el prólogo de Arthur Schlesinger, Jr., y además la Introducción
por Franklin Tugwell. Estos dos autores nos colocan la obra y la figura de
Betancourt en una perspectiva destacable. Conviene que señale, antes de seguir,
que nunca he militado ni votado por Acción Democrática y en mi familia se era
más bien favorable, sin militar nunca, por el partido rival Copei, al menos
hasta finalizar los años ochenta, en que todos los que teníamos en casa algo de
sensibilidad y carecíamos de padrinos políticos caímos en el desencanto con estos
dos partidos. Lamento destacar que de esa época me quedó un severo desprecio
por sus fundadores, Betancourt y Caldera. Por Caldera mi menosprecio no ha
hecho sino crecer con los años. En cambio a Betancourt lo estoy explorando con
seriedad es ahora, salvo algún ensayo previo de Francisco Herrera Luque y
Manuel Caballero. Este libro sobre Petróleo no ha hecho sino ganar mi respeto y
admiración por Betancourt y en ello han sido decisivos los textos de
Schlesinger y Tugwell. Por demás he descubierto a estos dos académicos gracias
al libro de Betancourt.
Lo primero es poner la fecha de publicación del
texto en inglés dentro de su contexto histórico: año 1979. América Latina está
en ese año bajo dictaduras (de derecha o izquierda) o bien sometidas a las
guerrillas promovidas desde la Cuba de Castro. En aquel momento la democracia
venezolana, arribando a 20 años, lucía como un bastión de posibilidades
civiles. Betancourt, el estadista que estableció esa democracia, necesariamente
era una figura admirable y digna de estudio. De allí que un prestigioso
historiador como Schlesinger se ocupase de hacer el Prefacio de una edición en
inglés de Venezuela, Política y Petróleo.
Tugwell advierte: “Venezuela, Política y Petróleo
no es objetiva en el sentido académico del término” (p. XI) y destaca que el
autor tenía opiniones fuertes, confesando el mismo Betancourt esto en el
prefacio de la primera edición: “Escribo como pienso y siento. Venezuela está
en mi sangre y huesos. Sus problemas me hieren. Cuando escribo sobre ellos,
sería hipócrita si pretendiese ser imparcial.” (p. XI). Schlesinger señala que
la obra fue iniciada por Betancourt desde 1937, con apenas 21 años e incluso
tras publicarse en 1956, el autor siguió trabajándola hasta 1978, poco antes de
fallecer. Betancourt se tomó el problema del petróleo como una inquietud vital
para su país y su obra política.
Lejos de ser una figura agradable para los
“yanquis”, Betancourt tenía como gran inquietud las multinacionales petroleras
conduciendo negocios en Venezuela bajo régimen de concesión. Schelsinger
comenta esta reflexión de Betancourt en 1936: “El problema nacional, dijo, es
el de una economía «dominada por el más peligroso y agresivo sector del mundo
financiero internacional, las compañías petroleras,»” (p. VII). Betancourt se
preocupaba porque Venezuela, el mayor exportador petrolero en ese tiempo,
tuviese la suerte de las naciones bananeras sometidas a la tiranía de la United
Fruit Company. La primera inquietud en su texto y luego en su acción política,
fue restar poder a las petroleras, proceso que conduciría en 1976 a la total
nacionalización de la industria petrolera.
Cuando Betancourt logra hacerse del poder en
Venezuela con Acción Democrática, con un golpe cívico-militar en 1945, se toman
medidas como la negociación del primer contrato colectivo para los trabajadores
petroleros, quienes carecían de protección legislativa alguna en una industria
con treinta años de vigencia y donde el empleado era venezolano, mientras el
capitalista y la gerencia eran estadounidenses. Cuando se saca del poder a
Acción Democrática mediante otro golpe militar, en 1948, quienes están por
detrás son capitales vinculados al negocio petrolero y acólitos venezolanos en
industrias relacionadas. Cuando Betancourt vuelve al poder en 1960, mediante
elecciones, retoma su agenda petrolera, creando la Corporación Venezolana del
Petróleo (CVP), impulsando la creación de la OPEP; generando mayor supervisión
a las petroleras y suspendiendo nuevas concesiones, atrayendo con ello
nuevamente la ira de estas multinacionales y sus adeptos empresarios
venezolanos. Schlesinger recuerda, en ese contexto, una restricción
estadounidense sobre importaciones de petróleo venezolano establecida por
Eisenhower –una medida así, hoy día, sería una tragedia política y colectiva
para una Venezuela con el 95% de sus exportaciones representado por petróleo-.
La medida cesó cuando Betancourt visitó EEUU en 1963 y J.F. Kennedy, en pleno
programa “Alianza para el Progreso” para promover la democracia en
Latinoamérica, valoró la visión institucional de Betancourt, revocó el veto al
petróleo venezolano hecho por su antecesor y dijo públicamente que Betancourt
era “un símbolo de lo que deseamos para nuestro país y nuestras repúblicas
hermanas”, añadiendo, al dirigirse al presidente venezolano: “Usted representa
todo lo que admiramos en un líder político.” (p. IX)
Betancourt resistió la tentación de estatizar
completamente la industria petrolera, por temor a una represalia que hiciese
pírrica tal victoria. En su agitada presidencia entre 1960 y 1964 le tocó vivir
el tiempo más turbulento imaginable: su fervor democrático era resistido por
las dictaduras de derecha (Trujillo en República Dominicana) e izquierda
(Castro, en Cuba). Se le intentó asesinar con una explosión de carro bomba en
1960, de la cual salió con vida, pero con quemaduras relevantes y lamentando la
muerte de tres colaboradores. Localmente muchos resistían su afán nacionalista
petrolero. Una crisis bancaria se inició en 1960 en Venezuela. Las guerrillas
comunistas impulsadas desde Cuba pululaban por el país. Tugwell considera:
·”Venezuela fue afortunada de tener un hombre como él al mando durante estos
tempranos días críticos.” (p. XIX). Y es una frase de Tugwell la que más me ha
impresionado al considerar esta dimensión de estadista de Betancourt: “Pocos
eventos políticos en la turbulenta década de 1960 pueden rivalizar el
espectáculo de un atribulado presidente venezolano batallando por el
privilegio, no de retener el poder, sino de traspasarlo a un sucesor libremente
elegido.” (p. XIX). En efecto, Betancourt tuvo su mayor victoria al traspasar
la banda presidencial en 1964 a su sucesor, Raúl Leoni (1905-1972). Luego optó
por residir fuera de Venezuela y nunca intentó un nuevo mandato. Comparar esto
con un Chávez que quería gobernar por al menos un cuarto de siglo es elocuente
(Chávez, elegido en 1998, quería gobernar hasta 2031. Se puede ver la
declaración en http://www.elmundo.es/america/2011/11/21/venezuela/1321907976.html).
En su gestión política, Betancourt fue ensayando
fórmulas y recurriendo a heurísticas, contando en materia petrolera con un gran
asesor sobre quien ya he escrito en esta publicación: Juan Pablo Pérez
Alfonzo(1903-1979). Tugwell denomina este procedimiento “experimentación
asertiva”, una forma de hacer política consistente en “tomar algunos riesgos,
vivir con incertidumbre y confiar en el propio juicio.” (p.XVIII). No se
observa en Betancourt a alguien de mentalidad rígida o intolerancia a la
novedad. Sólo en un punto fue intransigente y la historia le ha dado la razón:
excluir al comunismo de la vida política venezolana.
¿Qué hace original Venezuela, Política y Petróleo?
Schlesinger señala: “Este programa – el uso del petróleo para la independencia
nacional y el desarrollo económico – podría haber sido asumido por cualquier
déspota latinoamericano o de Medio Oriente razonablemente inteligente. Pero lo
que distinguió a Betancourt de otros ególatras nacionalistas de su tiempo fue
su profunda y perseverante convicción de que el petróleo podría servir como
base para las instituciones democráticas.” (p. VIII) Tugwell añade,
a este respecto: “Otro punto fundamental en la aproximación de Betancourt al
petróleo – y esta es especialmente importante para la construcción de
instituciones democráticas – es que tiende a haber una conexión entre el
petróleo y el autoritarismo; que frecuentemente hay una afinidad entre
gobiernos dictatoriales y las élites gerenciales de la industria petrolera, y
que, dado que traería mayores controles y autoafirmación por parte del Estado,
el gobierno democrático tendería a tener oposición por las compañías
petroleras.” (p. XIII)
Betancourt no anticipó que una industria petrolera
en manos venezolanas, concretamente del Estado Venezolano, podría ser la
verdadera fuente de tiranía. El autor de Venezuela, Política y Petróleo carecía
de una formación universitaria completa y sólo su avidez intelectual
autodidacta le permitió emprender una reflexión seria sobre el petróleo.
Desconociendo el idioma inglés, hizo una traducción palabra por palabra, como
reseña Tugwell, de un libro de Ludwell Denny que le sirvió de inspiración, We
fight for oil. Betancourt nunca tuvo nociones sólidas sobre teoría económica y
ciertamente los asesores de su entorno en esta materia estaban esencialmente
formados en temas de planificación económica estatal, una corriente que está
penosamente vigente hoy día en ministros del gobierno venezolano como Jorge Giordani.
Los análisis más serios sobre economía petrolera y los efectos sobre la
economía de la bonanza petrolera estaban inéditos o eran curiosidades
académicas cuando se publicó la primera edición de Venezuela, Política y
Petróleo. Nadie hablaba en 1956 de “Enfermedad Holandesa” – el efecto de
sobrevaluación de la moneda local y encarecimiento de precios en servicios que
ocurre en exportadores petroleros durante los booms de hidrocarburos-. Si bien
en el entorno de Betancourt había demócratas, se carecía entre sus asesores de
nociones sobre economía de mercado y Venezuela tampoco contaba con tradición de
pensamiento liberal. Anticipar que una industria petrolera venezolana
estatizada terminase subyugada desde 1999 a un régimen comunista modelado desde
Cuba por Fidel Castro nunca estaría ni en las peores pesadillas de Betancourt o
Pérez Alfonso.
No obstante, en 1977 Betancourt, sintiendo
auténticamente el problema venezolano, señalaba – esto lo reseña Schlesinger-
que su país “claramente corría la posibilidad de envilecerse o incluso
desintegrarse.” (p. IX). Ya entonces Betancourt denunciaba la distribución del
ingreso, con el 20% más rico de la población concentrando el 65% del ingreso
nacional y el 8% del ingreso correspondiendo al 40% más pobre. Alertaba a sus
compatriotas: “el dramático hecho de que esta es una pobre nación rica.” (p,
IX). Consideraba que el buen ciclo petrolero de los años setenta habían causado
“una loca histeria colectiva” (p. X) y haciendo las veces de un nuevo Jeremías
denunciaba: “Nuestro sistema de valores ha sufrido una grave distorsión.” (p.
IX)
Con este texto inicio una serie de entregas sobre
Venezuela, Política y Petróleo en pleno centenario petrolero venezolano. Los
aciertos y limitaciones del texto serán motivo de reflexión. No obstante, nunca
emergerá en Venezuela un estadista hasta que algún político tome la molestia de
documentarse y emitir un juicio bibliográfico propio sobre el problema del
rentismo petrolero. Tal ejercicio será incompleto sin considerar el texto de
Betancourt. Y lo cierto es que en 2014 ni los seguidores de Maduro ni los de
Capriles cuentan con un documento de tal índole emitido por sus líderes.
Bogotá, Enero de 2014
@carlosgoedder
Facebook: Carlos Goedder
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