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lunes, 12 de diciembre de 2016

“Decir qué, sin decir quién, es complicidad” por Armando Martini Pietri


“Decir qué, sin decir quién, es complicidad”
por Armando Martini Pietri

Venezuela se alborota cada vez con graves denuncias que parecen involucrar a muchos compañeros, amigos, compatriotas, adversarios, camaradas que, siendo parte de la vida pública política o no, habían presionado e incluso trampeado. Habrían actuado con doble amor, es decir, traidores de dos desvergüenzas simultáneas.

Lo malo es que no se corre la cortina de quiénes son fachadas de doble cara. Ni siquiera se ofrece decirlo en fecha posterior ni se dan indicios, menos aún se toman la molestia de hacer insinuaciones que dejen vislumbrar cualquier detalle. Nada, sólo se quedan en la denuncia y amenaza. ¡Denunciar sin nombres, es cobardía!, como cuando se amenazó en el pasado con publicar listas que nunca se conocieron, quedando en el olvido alevoso y premeditado. ¿Acaso somos una sociedad de cómplices?

Lo que pareciera entenderse, especularse o concluirse, es que hay divisiones y podredumbre en sectores que presumíamos organizados, existen bandidos, saltimbanquis y dobles caras que, tras venir fracasando entre silencios y disimulos, dejaron la vergüenza de reconocer su entrega a los deseos contrarios, en manos celestiales del Status Civitatis Vaticanæ.

Como premonición divina tocó confirmarle al mundo que el llamado terrible y angustioso de los presos políticos en huelga de hambre, el coraje de las esposas del honor frente a la Plaza San Pedro y de otras valientes en diversos escenarios del mundo y Venezuela. Que las expectativas de millones de venezolanos que confiaron, firmaron en masa y a cara descubierta –a pesar de las consecuencias y advertencias- para apoyar el referendo revocatorio, esa inmensa mayoría que fué a votar con fuerza y decisión para dar una aplastante victoria legislativa, las contundentes demostraciones de calle y sus riesgos, que todo eso y mucho mas, no valía ni valió la pena, se desvaneció, fue un esfuerzo en vano, solo era un simple escenario para que ciertos vanagloriosos, arrogantes de liderazgo político hipócrita bajaran la testa, dejándose cachetear con suavidad por el mismo que entra abusivo en comercios y depósitos para darle a la fuerza y arma en mano, precios rebajados a usuarios y bachaqueros con la esperanza de unas vacaciones navideñas más tranquilas para acosados, atormentados y sus compinches.

Buscaron, como siempre, dar imagen de liderazgo nacional. Denunciaron, se presentaron como víctimas que no se dejan victimizar, metieron la mano y hurgaron en la basura, pero nada más mostraron. Develaron extorsión, sin embargo no se dijo quiénes son los extorsionadores. Hablaron de corruptos y ladrones pero como es costumbre, se reservaron los nombres. ¿Los dirán? porque, si no lo hacen, ¿saben qué significa? Falta de hombría y de ese estilo muy venezolano de otros tiempos, -lamentablemente extraviado- cuando la honorabilidad daba la cara y la vida para que no quedara la menor duda de reputación, dignidad y valor.

No será el único ni la primera vez, ni siquiera el originario mucho menos el ultimo. Sólo se mostró que es parte de un estilo vergonzante de la prole política de los últimos años que tiran piedras, pero nunca muestran las manos. Sueñan con ser Presidentes, pero sólo juegan a través de micrófonos y cámaras que, consuetudinariamente, llenan espacios, son responsables del ya desnudo descrédito, ayudando así a uno de los objetivos prioritarios que de construir e impulsar el bienestar colectivo saben poco o nada, pero de invadir, expropiar, encarcelar y arruinar conocen más que nadie. Enfermos de envidia, castigan la superación y la confiscan.

Perdieron la calle, se burlaron, la destruyeron y en el proceso oxigenaron a quien estaba contra la pared y el sol en la espalda. Dejando sin causa, fe y esperanza a ese 80% y más de venezolanos hartos y asqueados de proclamas farsantes, promesas petardista y palabrería charlatana.

La palabra se da para cumplirla, el que la procura y no la cumple es peor que el mentiroso. Cuando se otorga la palabra se recibe la fe del otro, quien no cumple es dos veces traidor y quien creyó en él, es dos veces engañado. Se habló con dureza y pasión, se señaló la podredumbre, pero no se dejo ver quiénes son los podridos que se afirmó estar al tanto. Nada dijo, ocultaron nombres, se hicieron cómplices de esa putrefacción que es, siempre, contaminante, corroe los principios éticos y morales de las buenas costumbres ciudadanas.

Por responder a sus propuestas Simón Bolívar y quienes le acompañaron en la feroz, sangrienta y larga guerra de independencia, fueron hasta el final, pusieron en juego su salud, sus fortunas, su bienestar y sus vidas. Protervos e innobles herederos de los libertadores algunos dirigentes que nos ha tocado padecer.

Frustrados, indignados y decepcionados, los hay en todas partes. Burócratas, uniformados recargados de medallas, políticos de conveniencia, han llevado sus riquezas y poder al máximo; y al país a un mínimo que, hasta no hace mucho, era imposible de imaginar. ¡Qué desgracia!, incentivaron sueños de rescate del país, para luego demolerlos con acciones y omisiones infantiles e injustificables. No conformes se van de holganzas decembrinas, sin asumir conciencia de decepcionadores de su propia gente, atrincherados en cargos y responsabilidades a los cuales han dejado en el escupidero de la historia.

Abandonados de parte y parte, a los venezolanos de hoy nos quedan pocas salidas y ninguna opción luce agradable. Lo que sí han demostrado con carácter y ánimo algunos dirigentes es que son falsos, simuladores, poco confiables, se dicen y contradicen, se refutan unos con otros, se insultan, ofenden, mienten descaradamente y no saben honrar ni enaltecer la palabra.

@ArmandoMartini





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