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viernes, 2 de diciembre de 2016

“La imperdonable ceguera de la izquierda europea”


“NOTAS DESDE LONDRES”
Por Cinzia De Santis



“La imperdonable ceguera de la izquierda europea”

Murió Castro y los sospechosos habituales se rasgaron las vestiduras. Desde Corbyn en el Reino Unido hasta Hollande en Francia, alabar al monstruo recién fallecido se convirtió en una competencia de sandeces. Que el líder del partido laboral británico llore sobre la tumba de Fidel era de esperarse. Corbyn es un dinosaurio político, ejemplar viviente de una especie que debería haberse extinguido hace tiempo si no fuera porque la izquierda ha perdido la capacidad de renovarse y él es uno de los pocos “duros” que quedan. Que Hollande farfulle disparates tampoco causa sorpresa, lo ha hecho durante todo el tiempo que ha sido presidente de Francia, un cargo que le queda grande y en el cual tuvo un desempeño mediocre y desacertado.

Castro fue un dictadorzuelo astuto y cruel que supo manipular magistralmente la pusilanimidad de la izquierda europea. Entendió que al representar la farsa del eterno revolucionario, del David caribeño contra el Goliat norteamericano, todo se le perdonaría. Entendió que a estos izquierdosos de pacotilla, en un ejercicio de cobardía histórica, les convenía escudarse detrás de los Castro y de otros como ellos para disculpar su inconfesable aburguesamiento. Mientras el comandante peleara contra el imperio y ellos lo apoyaran con furia, podían seguir tomando café en Montmatre, atiborrarse de cerveza en los pubs de Londres y viajar a países exóticos. ¿Cuántos de los que hoy lloran al comandante aceptarían vivir en un país sin libertades políticas, con restricciones para viajar, para disentir, para emprender?¿Cuántos de los dolientes aceptarían los fusilamientos de disidentes, las golpizas recurrentes a las Damas de Blanco, los salarios de miseria? El cinismo y el doble estándar es nauseabundo. Para estos izquierdosos de ultratumba está bien que el pueblo de una islita del Caribe sufra durante 58 años todo tipo de escasez; está bien que se alcen efigies con la imagen de un brutal carnicero como el Che Guevara cuyo único mérito fue ser fotogénico; no causa sospecha que ningún cubano de piel oscura ocupe cargos importantes en el gobierno. Porque la solidaridad social, los derechos humanos y el antirracismo son valores que se aplican solo a los países desarrollados. La conclusión sobreentendida es que el pueblo cubano no está a la altura, es de segunda clase, y por lo tanto no importa lo que tenga que sufrir con tal de sostener la falacia castrista. Lo que importa es la retórica antiimperialista, la fachada de una república, la excusa para seguir soñando con un modelo que nunca funcionó y nunca funcionará.

En política exterior, Castro fue el agitador social más habilidoso y globalizado en la historia reciente. Las guerrillas latinoamericanas tienen mucho que agradecerle a Fidel y compañía. Pero su gran logro fue apoderarse de Venezuela. Con un intento fracasado de invasión en 1967, el dictador cubano pudo poner sus garras sobre el Dorado apetecible al final de su vida gracias a Chávez. Su “hijo espiritual” le ofreció el país en bandeja de plata, dándole un último respiro a la revolución cubana a costa del sufrimiento del pueblo venezolano. El único acierto de Castro en materia de política exterior fue apoyar a Nelson Mandela cuando el resto del mundo lo repudió. Y aún así, su apoyo fue armado, cuando ya la lucha de Mandela había superado esa etapa.

¿Y qué decir —objetó una Lady británica con la que tuve una confrontación sobre el tema— de las grandes mejoras que llevó a cabo la revolución cubana en materia de salud y educación? Mi respuesta fue muy sencilla: ¿y es que acaso el Reino Unido y Europa en general no tienen salud pública y educación gratuita sin necesidad de fusilamientos, cárceles y farsas electorales?.¿Por qué los cubanos tuvieron que pagar un precio que ustedes no pagaron? Bueno, dijo ella, es que en Latinoamérica o es eso o es una dictadura de derecha. Tratando de controlarme para no decirle que ese era el argumento más estúpido que había escuchado, le contesté que hay muchas alternativas al simplismo dictadura-izquierda-derecha, que en la misma Latinoamérica había ejemplos de progreso social sin el costo abrumador que habían pagado los cubanos. Sin saber que decir, me dio la espalda y siguió sorbiendo su champaña.

A Castro la historia no lo perdonará, y tampoco perdonará a aquellos que cerraron los ojos, la boca y las orejas ante la hecatombe cubana. Como dijo Zoe Valdés en un artículo reciente: “Por el único por el que he sentido pena es por el Diablo, se quedará sin empleo en el infierno”


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