“El
buen revolucionario de estos tiempos”
Por Carlota Salazar
Calderón
En Del
buen salvaje al buen revolucionario, Carlos Rangel plantea el mito de la
inocencia del hombre corrompida por la civilización. Concretamente cómo
Latinoamérica justifica su diezmada existencia por la explotación de la que ha
sido objeto por parte de Estados Unidos
y el mundo occidental. Los Latinoamericanos, los buenos, puros y castos… son
víctimas del mundo desarrollado y ése relato ha dejado permear al buen revolucionario, que, en el
discurso, lo hará retomar al hombre nuevo – humanista y socialista -; pero que
en la práctica termina siempre en populismo, el caudillismo, proteccionismo y
hasta el autoritarismo. Ese buen
revolucionario ha tenido alzas y bajas, auge y caída.
La imagen romántica de los jóvenes
guerrilleros barbudos entrando a La Habana, contagió a millones de hombres,
pero los asesinatos, la expropiación de tierras, expulsión de nacionales, que
ocurrió entre 1959 y 1961 en Cuba, hizo que esa magia se desdibujara. Sobre
todo cuando Fidel adopta la ideología marxista e instaura un Estado socialista.
La revolución por las armas inspira la lucha del Frente Sandinista en Nicaragua
(1979); contra la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1961); contra la
dictadura de Alfredo Stroessnerr en Paraguay (1989); pero también ayuda al
derrocamiento de Salvador Allende en Chile (1973), quedó enquistada en los
sueños de los pacificados.
Pero la llegada al poder de Hugo Chávez en 1998
repotenció al buen revolucionario,
por la vía democrática. Entonces, lo que no pudo suceder en las costas de
Machurucuto, Estado Miranda, en 1967, ocurrió en 1999 desde Miraflores – cubanización
de Venezuela -. Luego, Néstor Kirchner en Argentina 2003,
Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia. De allí germinó el ALBA que dio inicio
a una etapa de invocación del rescate de lo social, la integración en América
Latina, contra el consenso de Washington, anti imperialista… lo que se conoció
como la ola rosada.
.
Ambas modalidades del buen revolucionario, armas o votos, concebidas
para los pobres y desposeídos, han traído hambre y miseria a la población en
general.
Entonces, como bien dice Carlos Rangel: “…Mientras
encontremos dignos de atención, de admiración –y hasta romántico- al seño de
horca y cuchillo, y más todavía…y toda práctica política civilizada lo hace en
nombre de la revolución…serán más numerosos los candidatos a emular a Stalin…Fidel
Castro, Perón…Entre tanto la única manea (inclusive marxista) de intentar
impulsar reformas deseables y avances elementales, sería la formación de una
alianza amplia de campesinos, obreros, intelectuales…todo el que tenga deseo de
contribuir en realidad a la modernización de una sociedad…”
En el hoy y en el ahora. La democracia se
construye con una sociedad cohesionada en el logro de objetivos comunes, se
fortalece en sus principios y valores, igualdad, libertad, fraternidad, pero
también inclusión, tolerancia y reconocimiento, que generen una
institucionalidad de contrapesos, que responda a las necesidades de los
ciudadanos. No más buenos revolucionarios,
ni la dicotomía desgastante entre derecha o izquierda, sino humanismo,
ecologismo y progresismo, que atiendan al ser humano en su esencia.
Carlota
Salazar Calderón
@carlotasalazar
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