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lunes, 12 de diciembre de 2016

“El buen revolucionario de estos tiempos” Por Carlota Salazar Calderón


“El buen revolucionario de estos tiempos” 
Por Carlota Salazar Calderón

         En Del buen salvaje al buen revolucionario, Carlos Rangel plantea el mito de la inocencia del hombre corrompida por la civilización. Concretamente cómo Latinoamérica justifica su diezmada existencia por la explotación de la que ha sido objeto por parte de  Estados Unidos y el mundo occidental. Los Latinoamericanos, los buenos, puros y castos… son víctimas del mundo desarrollado y ése relato ha dejado permear al buen revolucionario, que, en el discurso, lo hará retomar al hombre nuevo – humanista y socialista -; pero que en la práctica termina siempre en populismo, el caudillismo, proteccionismo y hasta el autoritarismo. Ese buen revolucionario ha tenido alzas y bajas, auge y caída.

         La imagen romántica de los jóvenes guerrilleros barbudos entrando a La Habana, contagió a millones de hombres, pero los asesinatos, la expropiación de tierras, expulsión de nacionales, que ocurrió entre 1959 y 1961 en Cuba, hizo que esa magia se desdibujara. Sobre todo cuando Fidel adopta la ideología marxista e instaura un Estado socialista. La revolución por las armas inspira la lucha del Frente Sandinista en Nicaragua (1979); contra la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1961); contra la dictadura de Alfredo Stroessnerr en Paraguay (1989); pero también ayuda al derrocamiento de Salvador Allende en Chile (1973), quedó enquistada en los sueños de los pacificados.

Pero la llegada al poder de Hugo Chávez en 1998 repotenció al buen revolucionario, por la vía democrática. Entonces, lo que no pudo suceder en las costas de Machurucuto, Estado Miranda, en 1967, ocurrió en 1999 desde Miraflores – cubanización de Venezuela -. Luego, Néstor Kirchner en Argentina 2003, Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia. De allí germinó el ALBA que dio inicio a una etapa de invocación del rescate de lo social, la integración en América Latina, contra el consenso de Washington, anti imperialista… lo que se conoció como la ola rosada.
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          Ambas modalidades del buen revolucionario, armas o votos, concebidas para los pobres y desposeídos, han traído hambre y miseria a la población en general.

Entonces, como bien dice Carlos Rangel: “…Mientras encontremos dignos de atención, de admiración –y hasta romántico- al seño de horca y cuchillo, y más todavía…y toda práctica política civilizada lo hace en nombre de la revolución…serán más numerosos los candidatos a emular a Stalin…Fidel Castro, Perón…Entre tanto la única manea (inclusive marxista) de intentar impulsar reformas deseables y avances elementales, sería la formación de una alianza amplia de campesinos, obreros, intelectuales…todo el que tenga deseo de contribuir en realidad a la modernización de una sociedad…”

En el hoy y en el ahora. La democracia se construye con una sociedad cohesionada en el logro de objetivos comunes, se fortalece en sus principios y valores, igualdad, libertad, fraternidad, pero también inclusión, tolerancia y reconocimiento, que generen una institucionalidad de contrapesos, que responda a las necesidades de los ciudadanos. No más buenos revolucionarios, ni la dicotomía desgastante entre derecha o izquierda, sino humanismo, ecologismo y progresismo, que atiendan al ser humano en su esencia.

Carlota Salazar Calderón
@carlotasalazar





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