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lunes, 25 de mayo de 2015

Armando Martini Pietri: Época de transición: país a la deriva

Armando Martini Pietri: Época de transición: país a la deriva


La palabra transición produce salpullido y para algunos prejuiciados con escaso conocimiento sociopolítico hasta significa traición a la patria. Pero la  realidad  es tan amplia que permite diversas interpretaciones. Para algunos radicales es transición la salida del cargo del Presidente Maduro y el cambio esencial de sus políticas comprobadamente erradas, y el inmediato ascenso al poder de una oposición que no ha mostrado ideas propias ni sustento sólido para gobernar, una oposición que unida o entre mutuas dentelladas ha demostrado más ambiciones de cargos que de Estado. Y hasta ha habido quien afirme que transición fue el cambio no bien planificado de Chávez a Maduro sin conocimientos.

La definición para quien suscribe se basa en un proceso de reacomodo político, un programa coherente de  rectificación de políticas públicas con la inclusión de todos los factores productivos de la sociedad privados y públicos; un proceso que deje de lado los insultos, la estupidez, la envidia, el conflicto y la politiquería como elementos de Gobierno y entienda a Venezuela como una estrategia de desarrollo. Una trasformación adecuada debe enterrar intereses individuales en función de los del país.

Esa transición, aunque algunos no lo comprendan, ni la adviertan, ya está aquí. Se siente, se olfatea, hay señales que se van aclarando cada día. La sociedad se está organizando, reflexiona, está más consciente de su rol y empieza a actuar en consecuencia. Sólo algunos ciegos y sordos no la ven, no la escuchan, o quizás habría que decir que la perciben pero le tienen miedo. Pero se está fraguando y llegará. Es inevitable. Es indetenible. Y quienes no lo aprecien y se empeñen en una posición de negación incapaz de ver y oler más allá de sus narices, quedarán de lado.

Eventos e iniciativas sociales que día a día ocurren nos indican que Venezuela se enrumba a una época de decisiones, de transición. Un síntoma de los procesos de evolución en los países que ha ocurrido, es la organización fáctica de los diferentes sectores que componen la sociedad. Un ejemplo patético de cuando el estado desaparece cuando está ausente y pierde capacidad de actuar por negligencia, ineficiencia o falta de liderazgo es el caso del precio del dólar. El estado no lo controla porque está inactivo no existe y descuidó sus funciones de política monetaria y ocurre que la organización efectiva le pone el precio a la moneda norteamericana con respecto al Bolívar. Y así ocurre y ocurrirá en todos los sectores.

Ya no existe duda que el modelo establecido en la última década y media se agotó, agoniza y pareciera que no se producirá un milagro salvador. Así también sucede con alguna –para no generalizar- oposición que no ha sabido interpretar nuevos tiempos, no ha tenido la destreza para descifrar políticamente los acontecimientos, no ha logrado vincularse con la gente y sus intentos y estrategias para sustituirlo por una alternativa diferente han fracasado. Y a decir de sus actuaciones, no se vislumbra voluntad de cambio por el contrario, persisten tercamente en sus errores de percepción e interpretación.

Salvo para cada día menos radicales entorpecidos por su fanatismo, la situación del país es de emergencia crítica. El ambiente se percibe tenso, tedioso, asfixiante, los ciudadanos están estresados, soliviantados e intranquilos. Entendemos que para algunos sea difícil asumirlo y reconocerlo, pero es de inteligentes admitirlo. No hay manera de subsistir si no aceptamos el reto. La verdad es la verdad y las circunstancias obligarán a la clase política decrépita y enquistada a enfrentarlo o desaparecer, varios de los resultados de las primarias opositoras, como el caso de Valencia, son para cualquiera campanazos de alarma.

En lo que respecta a la salud el descuido y la indolencia es insufrible. Los suministros y mantenimiento de su estructura física son embarazosos. A pesar que el paciente es atendido –de hecho- a pesar de no desearlo ni quererlo, la salud en Venezuela se ha privatizado -al menos- parcialmente porque el enfermo o sus familiares deben adquirir por fuera los medicamentos y materiales, los cuales, de paso, muchas veces no consiguen, simplemente no hay. Y no hablamos sólo de medicamentos especializados, a veces no se consiguen ni siquiera gasas.
El desabastecimiento y la escasez de alimentos en casi todos los rubros y en todas las aéreas, es vergonzosa. El trato ignominioso, descortés y desconsiderado para los que quieren producir e invertir es infame; aún peor, es estúpido.

El tema de la inseguridad personal y de los bienes materiales no puede ser más grave. El hampa nos impuso –de hecho- un toque de queda. Y por triste que sea, en algunos casos puntuales la ciudadanía decente actúa por sí misma al observar que la justicia está desbordada por los delincuentes. Justicia por mano propia porque colapsó la confianza en un Estado que ni sabe qué hacer ni puede. Gravísimo y no conduce a nada bueno. Anarquía. Lo peor de lo peor.

La situación económica es simplemente un desastre. La caída en las reservas internacionales es altamente preocupante. La inflación -o hiperinflación ya, según los entendidos- no tiene límite y está dañando severamente a todos por igual. La especulación de algunos los hace merecedores de unas largas vacaciones en la cárcel. Los inventarios de productos se agotan. Nadie parece saber qué hacer ni cómo hacerlo y el gobierno trata de ocultarlo con una supuesta guerra en la que ya nadie cree y la oposición no presenta ninguna alternativa generadora de esperanzas. Es una irresponsabilidad aquello del ensayo y error. Así no se juega con el futuro de la patria y sus futuras generaciones. Nuestras mejores mentes deben incorporarse a la solución del problema sin condiciones ni segundas intenciones. De hecho, esas mentes llevan años hablando sin que nadie les haga caso.

La crisis educativa -el oficialismo se ufana de su esmero y difusión de la educación-, está integrada por los maestros peor pagados de Venezuela y de América –aun con el aumento decretado- las instalaciones físicas dan pena, la vocación magisterial es una camino de hambre y frustración.

Los servicios públicos y su prestación son denigrantes y afrentosos. Cuando no es el aseo urbano, es el agua y si no la electricidad, para no entrar a considerar el maltrato habitual, generalizado, a los ciudadanos en oficinas públicas.

La situación internacional da lástima. Nuestros aliados ya no son los incondicionales de antes. Algunos están viendo hacia otras latitudes y en especial, al norte del continente que parece ahora ser más atractivo. Se viola el territorio -caso de Guyana y nuestro mar- de manera impune y sin actuación seria y contundente por parte del gobierno ni de una protesta decisiva y categórica por parte de la oposición, mientras la delincuencia y las guerrillas colombianas hacen lo que les da la gana, incluyendo el control de territorios y vidas en la frontera occidental. El argumento que utilizan los politiqueros para no tratar estos asuntos, es porque no quieren politizarla. Excusa banal, fútil y baladí, además de antipatriótica

¿Qué podemos esperar? No hay líderes capaces de guiar un pueblo en serias dificultades, frustrado, desamparado, a la buena de Dios porque el interés personal, partidista, su prepotencia y falta de amor por Venezuela de quienes se autocalifican de líderes, no permiten ponerse de acuerdo en temas tan sensibles que perturban y angustian la vida cotidiana del ciudadano.

Algunos se llenan la boca poniendo como ejemplo a Mandela, Gandhi, Gorbachov y tantos otros que les quedan demasiado grandes. Ciertamente la lucha es y debe ser pacífica, pero ser pacífico no significa ser indolente e irresponsable con la nación. En democracia por constitución y paz por necesidad ciudadana, es hora de acciones contundentes, de decisiones precisas, claras, sin titubeos y no de discursos, ni de la diatriba ofensiva e insultos mutuos, que parece lo único que saben hacer bien algunos políticos.

Es hora de la verdad. La mentira, manipulación, componenda y el cogollerismo no tienen cabida en la Venezuela de hoy, es hora de políticos francos, serios, decentes, honestos, desprendidos, inteligentes, perspicaces y cuyo único interés no sea el personal; al contrario, el compromiso tiene y debe ser -por encima de todo- con Venezuela. Así es como actúan y se comprometen los valientes.

No tenemos por qué dudar de la buena fe de la mayoría de los políticos pero la minoría corrupta, la doble moral y el doble discurso han minado y penetrado en tal grado de magnitud las cúpulas partidistas que suenan y aturden como mayoría.

Venezuela está a la deriva. La transición se tardará más tiempo o menos, pero la habrá y se impondrá por sobre todos aquellos que la evitan. Es ineludible, necesaria, inexcusable. Créanlo. Los pueblos se levantan contra quienes los traicionan y el mejor ejemplo de ello es el mismísimo Hugo Chávez, que no creció ni se impuso del pueblo y por el pueblo, sino por la indolencia y el auto alejamiento de los partidos de entonces.

Angustia produce observar al país con un recurso humano inmejorable –si no pregunten en el exterior los venezolanos son los mejores-, con riquezas naturales inmensas como petróleo, agua, oro, hierro, gas, minerales estratégicos, tierras agrícolas y de cría,  entre otros, estar sufriendo penurias y sobresaltos en manos de ineficaces, malhechores y encubridores. Este pueblo está siendo traicionado -por algunos- de lado y lado y sólo los que tengan principios morales y éticos sobrevivirán en la nueva Venezuela que ya despunta en el horizonte. Vamos a prepararnos y démosle una gran bienvenida.

@ArmandoMartini


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