Armando Martini Pietri: Época de transición: país a la deriva
La palabra transición
produce salpullido y para algunos prejuiciados con escaso conocimiento
sociopolítico hasta significa traición a la patria. Pero la realidad
es tan amplia que permite diversas interpretaciones. Para algunos
radicales es transición la salida del cargo del Presidente Maduro y el cambio esencial
de sus políticas comprobadamente erradas, y el inmediato ascenso al poder de
una oposición que no ha mostrado ideas propias ni sustento sólido para
gobernar, una oposición que unida o entre mutuas dentelladas ha demostrado más
ambiciones de cargos que de Estado. Y hasta ha habido quien afirme que
transición fue el cambio no bien planificado de Chávez a Maduro sin
conocimientos.
La definición para quien
suscribe se basa en un proceso de reacomodo político, un programa
coherente de rectificación de políticas públicas con la inclusión de
todos los factores productivos de la sociedad privados y públicos; un proceso
que deje de lado los insultos, la estupidez, la envidia, el conflicto y la
politiquería como elementos de Gobierno y entienda a Venezuela como una
estrategia de desarrollo. Una trasformación adecuada debe enterrar intereses
individuales en función de los del país.
Esa transición, aunque
algunos no lo comprendan, ni la adviertan, ya está aquí. Se siente, se olfatea,
hay señales que se van aclarando cada día. La sociedad se está organizando,
reflexiona, está más consciente de su rol y empieza a actuar en consecuencia.
Sólo algunos ciegos y sordos no la ven, no la escuchan, o quizás habría que
decir que la perciben pero le tienen miedo. Pero se está fraguando y llegará.
Es inevitable. Es indetenible. Y quienes no lo aprecien y se empeñen en una
posición de negación incapaz de ver y oler más allá de sus narices, quedarán de
lado.
Eventos e iniciativas
sociales que día a día ocurren nos indican que Venezuela se enrumba a una época
de decisiones, de transición. Un síntoma de los procesos de evolución
en los países que ha ocurrido, es la organización fáctica de los diferentes
sectores que componen la sociedad. Un ejemplo patético de cuando el
estado desaparece cuando está ausente y pierde capacidad de actuar
por negligencia, ineficiencia o falta de liderazgo es el caso del precio del dólar.
El estado no lo controla porque está inactivo no existe y descuidó sus
funciones de política monetaria y ocurre que la organización efectiva le
pone el precio a la moneda norteamericana con respecto al Bolívar. Y así ocurre
y ocurrirá en todos los sectores.
Ya no existe duda que el
modelo establecido en la última década y media se agotó, agoniza y pareciera
que no se producirá un milagro salvador. Así también sucede con alguna –para no
generalizar- oposición que no ha sabido interpretar nuevos tiempos, no ha
tenido la destreza para descifrar políticamente los acontecimientos, no ha
logrado vincularse con la gente y sus intentos y estrategias para sustituirlo
por una alternativa diferente han fracasado. Y a decir de sus actuaciones, no
se vislumbra voluntad de cambio por el contrario, persisten tercamente en sus
errores de percepción e interpretación.
Salvo para cada día menos
radicales entorpecidos por su fanatismo, la situación del país es de emergencia
crítica. El ambiente se percibe tenso, tedioso, asfixiante, los ciudadanos
están estresados, soliviantados e intranquilos. Entendemos que para algunos sea
difícil asumirlo y reconocerlo, pero es de inteligentes admitirlo. No hay
manera de subsistir si no aceptamos el reto. La verdad es la verdad y las
circunstancias obligarán a la clase política decrépita y enquistada a
enfrentarlo o desaparecer, varios de los resultados de las primarias
opositoras, como el caso de Valencia, son para cualquiera campanazos de alarma.
En lo que respecta a la
salud el descuido y la indolencia es insufrible. Los suministros y
mantenimiento de su estructura física son embarazosos. A pesar que el paciente
es atendido –de hecho- a pesar de no desearlo ni quererlo, la salud en
Venezuela se ha privatizado -al menos- parcialmente porque el enfermo o sus
familiares deben adquirir por fuera los medicamentos y materiales, los cuales,
de paso, muchas veces no consiguen, simplemente no hay. Y no hablamos sólo de
medicamentos especializados, a veces no se consiguen ni siquiera gasas.
El desabastecimiento y la
escasez de alimentos en casi todos los rubros y en todas las aéreas, es
vergonzosa. El trato ignominioso, descortés y desconsiderado para los que
quieren producir e invertir es infame; aún peor, es estúpido.
El tema de la inseguridad
personal y de los bienes materiales no puede ser más grave. El hampa nos impuso
–de hecho- un toque de queda. Y por triste que sea, en algunos casos puntuales
la ciudadanía decente actúa por sí misma al observar que la justicia está
desbordada por los delincuentes. Justicia por mano propia porque colapsó la
confianza en un Estado que ni sabe qué hacer ni puede. Gravísimo y no conduce a
nada bueno. Anarquía. Lo peor de lo peor.
La situación económica es
simplemente un desastre. La caída en las reservas internacionales es altamente
preocupante. La inflación -o hiperinflación ya, según los entendidos- no tiene
límite y está dañando severamente a todos por igual. La especulación de algunos
los hace merecedores de unas largas vacaciones en la cárcel. Los inventarios de
productos se agotan. Nadie parece saber qué hacer ni cómo hacerlo y el gobierno
trata de ocultarlo con una supuesta guerra en la que ya nadie cree y la
oposición no presenta ninguna alternativa generadora de esperanzas. Es una
irresponsabilidad aquello del ensayo y error. Así no se juega con el futuro de
la patria y sus futuras generaciones. Nuestras mejores mentes deben
incorporarse a la solución del problema sin condiciones ni segundas
intenciones. De hecho, esas mentes llevan años hablando sin que nadie les haga
caso.
La crisis educativa -el
oficialismo se ufana de su esmero y difusión de la educación-, está integrada
por los maestros peor pagados de Venezuela y de América –aun con el aumento
decretado- las instalaciones físicas dan pena, la vocación magisterial es una
camino de hambre y frustración.
Los servicios públicos y su
prestación son denigrantes y afrentosos. Cuando no es el aseo urbano, es el
agua y si no la electricidad, para no entrar a considerar el maltrato habitual,
generalizado, a los ciudadanos en oficinas públicas.
La situación internacional
da lástima. Nuestros aliados ya no son los incondicionales de antes. Algunos
están viendo hacia otras latitudes y en especial, al norte del continente que
parece ahora ser más atractivo. Se viola el territorio -caso de Guyana y
nuestro mar- de manera impune y sin actuación seria y contundente por parte del
gobierno ni de una protesta decisiva y categórica por parte de la oposición,
mientras la delincuencia y las guerrillas colombianas hacen lo que les da la
gana, incluyendo el control de territorios y vidas en la frontera occidental.
El argumento que utilizan los politiqueros para no tratar estos asuntos, es
porque no quieren politizarla. Excusa banal, fútil y baladí, además de
antipatriótica
¿Qué podemos esperar? No
hay líderes capaces de guiar un pueblo en serias dificultades, frustrado,
desamparado, a la buena de Dios porque el interés personal, partidista, su
prepotencia y falta de amor por Venezuela de quienes se autocalifican de líderes,
no permiten ponerse de acuerdo en temas tan sensibles que perturban y angustian
la vida cotidiana del ciudadano.
Algunos se llenan la boca
poniendo como ejemplo a Mandela, Gandhi, Gorbachov y tantos otros que les
quedan demasiado grandes. Ciertamente la lucha es y debe ser pacífica, pero ser
pacífico no significa ser indolente e irresponsable con la nación. En
democracia por constitución y paz por necesidad ciudadana, es hora de acciones
contundentes, de decisiones precisas, claras, sin titubeos y no de discursos,
ni de la diatriba ofensiva e insultos mutuos, que parece lo único que
saben hacer bien algunos políticos.
Es hora de la verdad. La
mentira, manipulación, componenda y el cogollerismo no tienen cabida en la
Venezuela de hoy, es hora de políticos francos, serios, decentes, honestos,
desprendidos, inteligentes, perspicaces y cuyo único interés no sea el
personal; al contrario, el compromiso tiene y debe ser -por encima de todo- con
Venezuela. Así es como actúan y se comprometen los valientes.
No tenemos por qué dudar de
la buena fe de la mayoría de los políticos pero la minoría corrupta, la doble
moral y el doble discurso han minado y penetrado en tal grado de magnitud las
cúpulas partidistas que suenan y aturden como mayoría.
Venezuela está a la deriva.
La transición se tardará más tiempo o menos, pero la habrá y se impondrá por
sobre todos aquellos que la evitan. Es ineludible, necesaria, inexcusable.
Créanlo. Los pueblos se levantan contra quienes los traicionan y el mejor
ejemplo de ello es el mismísimo Hugo Chávez, que no creció ni se impuso del
pueblo y por el pueblo, sino por la indolencia y el auto alejamiento de los
partidos de entonces.
Angustia produce observar
al país con un recurso humano inmejorable –si no pregunten en el exterior los
venezolanos son los mejores-, con riquezas naturales inmensas como petróleo,
agua, oro, hierro, gas, minerales estratégicos, tierras agrícolas y de cría, entre
otros, estar sufriendo penurias y sobresaltos en manos de ineficaces,
malhechores y encubridores. Este pueblo está siendo traicionado -por algunos-
de lado y lado y sólo los que tengan principios morales y éticos sobrevivirán
en la nueva Venezuela que ya despunta en el horizonte. Vamos a prepararnos y
démosle una gran bienvenida.
@ArmandoMartini
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