Eso de ser diputado a la Asamblea Nacional no es
cualquier cosa. Porque no se trata de un nombrado por su jefe. Un diputado a
cualquier cuerpo legislativo, desde asociaciones de vecinos y concejos
municipales hasta el Poder Legislativo nacional, es un ciudadano que le pide a
sus conciudadanos su confianza plena, su fe; una mujer o un hombre que para
poder hacerlo y comprometerse en plenitud a responder a esa confianza que
demanda, debe orientar todo su esfuerzo y su dedicación a cumplir con quienes
con sus votos lo llevan a convertirse en diputado.
Un diputado obtiene ventajas, ciertamente; un salario,
ayudas económicas, una credencial que abre muchas puertas. Un diputado a la
Asamblea Nacional es un venezolano a quien un grupo de ciudadanos, con su
esperanza, su confianza y sus votos llevó al mayor y más auténtico, y al más
sagrado, compromiso de la democracia: representar a sus electores, atenderlos,
defenderlos, luchar por resolver sus problemas, lograr soluciones para ellos.
Es la máxima representación de la democracia y del pueblo
democrático. No es un trabajo para perezosos ni para irresponsables, no es una
responsabilidad para compartir ni delegar. Es un deber 24 horas al día 365 días
al año. Además la Constitución así lo señala. Dedicación exclusiva. La mayor
expresión de la democracia de un pueblo no son ni el Presidente ni el Poder
Ejecutivo, es cada diputado a la Asamblea Nacional. Los verdaderos
representantes del pueblo, los hacedores de las leyes que habrán de cumplir los
pobladores y que servirán por generaciones a la organización y observación de
la convivencia ciudadana de un país. No
hay mayor responsabilidad y mayor honor para un ciudadano en un democracia
auténtica, y aun más en una democracia atenazada con ésta de la Venezuela de
hoy.
Los legisladores que olvidan su deber supremo y bajan la
cabeza para obedecer sumisamente órdenes de jefes políticos y gubernamentales,
echan a la basura la dignidad de representantes de los ciudadanos que los
eligieron, a quienes traicionan; aun peor, los traicionan a plena conciencia.
Es también fallarle a los electores no cumplir a
cabalidad todos los deberes del diputado, que empiezan por la total
consagración a sus responsabilidades como representante del pueblo, responsabilidades que comienzan
por algo tan simple pero tan fundamental como la asistencia a todos sus
compromisos como legislador, a las sesiones ordinarias y extraordinarias, a las
comisiones parlamentarias a las que pertenezcan.
En este aspecto debemos reconocer que entre los diputados
de oposición han habido grandes fallas; se comprende un cierto nivel de
inasistencia por asuntos de las regiones y la necesaria atención personal a sus
electores. Pero algunos diputados de la oposición, varios de los cuales aspiran
a ser reelectos en las elecciones parlamentarias de este año, han sido
exageradamente irresponsables.
Según declaraciones del Presidente de la Asamblea
Nacional, quien además prometió publicar la lista de inasistencias de los
diputados en los medios nacionales de comunicación social, en la cual esperamos
estén incluidos los del partido PSUV de lo contrario, sería, si no ilegal, sí antidemocráticamente
discriminatorio, hay diputados que jamás
asistieron, como Jacinto Romero con un 100 % de inasistencias y Enrique Mendoza
con 97,2 %.
Los diputados Hiram Gaviria y Miguel Ángel Rodríguez han
estado ausentes de sus obligaciones en la Asamblea Nacional 50 % y 54,17 % de
las veces, respectivamente. Entre 30 y 50 % de ausencias tienen los diputados
Américo De Grazia, Rodolfo Rodríguez, Francisco Soteldo, Richard Blanco,
Eduardo Gómez Sigala, Guillermo Palacios, Alfonso Marquina, Morel Rodríguez,
Enrique Márquez y Elías Matta. Entre 25 y 30 %, Tomás Guanipa, Antonio Barreto
Sira, Ismael García, Andrés Velásquez y Dinorah Figuera.
Sus electores los conocen, y sabrán si los han
representado bien; esos electores tienen absoluto derecho a votar o no votar
por cada uno de ellos. Ese derecho no pertenece a las directivas ni conveniencias
de los partidos. Son los electores de cada localidad los que deben decidir si
renovarles la confianza o darles oportunidades a nuevos hombres y mujeres que
se comprometan a carta cabal a cumplir primero con sus electores y después con
sus partidos y otros intereses.
No es una cuestión de consensos ni pactos grupales, es
problema de cada ciudadano. Y la única manera de expresarse es en primarias en
votación directa y secreta rechazando cualquier que burle el derecho fundamental
y obvio del elector para evaluar su representante.
@armandomartini
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