Vamos
a estar claros. Venezuela no está mal, no está en una crisis económica ni de
suministro de bienes a la población. Venezuela está mucho peor, la economía no
está en crisis sino que es simplemente un juego de torpes que juegan Monopolio
sin saber leer, escribir ni contar.
No
importa cuántas toneladas de alimentos y productos básicos importe el Gobierno,
buena parte llegan tarde, se distribuyen de manera incompetente, gran parte se desvía
por los tortuosos pero eficientes caminos del contrabando y del comercio ilegal
e informal, y los que finalmente llegan a los sectores populares que el
Gobierno asegura defender y proteger, son vendidos baratos –entendiendo por
“baratos” que sus precios son inferiores a los que cobran los buhoneros- pero
en cantidades limitadas a personas de uno y otro sexo, de todas las edades y
sin distingo de estrato social que han tenido que hacer larguísimas, agotadoras
y humillantes colas –incluyendo muchos para quienes los productos por los
cuales debieron esperar a sol y lluvia simplemente no alcanzan, se agotaron
antes.
Eso
es ahora, en el primer mes del primer trimestre del año, cuando esta entelequia
que Nicolás Maduro y su corte llama “Gobierno” está recibiendo los dólares del
petróleo vendido tres meses atrás, cuando todavía no llegaba a los precios de
ahora. Debemos prepararnos para el segundo trimestre, cuando se empiecen a
recibir los dólares por el petróleo a 40 dólares, que es lo que valía entre
diciembre y enero.
La
oposición, demasiado tiempo inconsistente y dividida entre personalismos y
necedades, se sacó de la manga hace unos meses la propuesta de una
constituyente, como si con lo que esperaban fuera una distracción de las
angustias y furias reales se resolvieran las dificultades. Si fuera a ser así,
y sus proponentes parecían creerlo, la constituyente le convenía al Gobierno y
a la oposición atrincherada en la MUD.
El
problema es que no era ni será así. La Constituyente, en el mejor de los casos,
debería ser convocada después que se resuelvan, al menos en parte, los
aplastantes problemas de la falta de divisas, la inseguridad, la inflación, la
deficiente calidad de vida, la destrucción de la producción nacional, la
pérdida –casi total- de la capacidad del aparato productivo y el encarecimiento
brutal de los pocos productos que no sean víctimas del desabastecimiento. La
Constituyente podrá darle un mejor escenario a un nuevo Gobierno, pero hay que
empezar por tenerlo.
El
tema clave ahora es la posibilidad concreta de cambiar la Asamblea Nacional.
Porque obliga a preguntarse qué pasa de cara a las inminentes parlamentarias con
ese creciente –de hecho mayoritario- sector de la población que ya no cree en
el chavismo ni mucho menos en sus dirigentes pero tampoco en la capacidad de la
oposición. ¿Hacia dónde mirarán esos venezolanos de todos los sectores que
están convencidos de que no tienen ni a dónde ir ni en quien confiar ni creer?
Es
muy difícil asumir que esa mayoría indignada, frustrada y peligrosamente
decepcionada piense en conceptualizaciones cuando día y noche tiene que
ingeniárselas a ver dónde diablos consigue alimentos, jabón, papel higiénico y
otros productos de primera necesidad a precios asequibles y en cantidad
suficiente.
Es
una gran masa poblacional a la cual la increíble torpeza del Gobierno, la falta
de iniciativas del chavismo y las divagaciones de una oposición que sigue
creyendo en la política aquella de los años 80 y 90, han llevado al extremo, a
poner a millones de venezolanos contra la pared, a la altamente riesgosa
situación de sentir que ya no tienen nada que perder.
Los
muy pocos dirigentes que le quedan a la oposición con algún impacto popular
–Capriles, Machado y López- no deberían seguir perdiendo tiempo atacando a un
presidente tan necio que abandona un país en la peor crisis y donde son
asesinadas decenas de personas –incluyendo despistados funcionarios policiales
a los cuales matarlos para robarles una pistola parece ser cosa sencilla- para
ir a Arabia Saudita a darle el pésame al rey de un país donde las condenas a
los rateros incluyen latigazos, donde por encima de su abrumadora riqueza nada
se mueve y nada se dice sin la aprobación del monarca y donde gobierna la misma
familia desde 1923. Si Maduro cree que ese viajecito le ganará apoyo para que
Arabia Saudita ayude a Venezuela con lo de culpar a una política oficial de
Estados Unidos contra este país, Rusia e Irán, es que está más despistado de lo
que ha demostrado desde que Chávez –que ya todo el mundo, empezando por los
chavistas sabe que se murió y no hay mando en el chavismo- y tuvo la equivocadísima
idea de designarlo sucesor.
Lo
único que deben hacer los partidos de la Mesa de la Unidad Democrática, ninguno
de los cuales alcanzaría hoy siquiera un 10 % de los votos por sí mismo, es
fortalecer sin la menor duda la unidad a fondo, dejar de lado los sospechosos
“consensos” y convocar a un masivo proceso electoral en base a primarias, y
hacerlo cuanto antes, para que la gente realmente se sienta motivada a dar
calor y presencia a la selección de candidatos a diputados.
Lo
único que deben hacer los escasos líderes de rango nacional de la oposición –y
sólo son cuatro, Capriles, Machado, López y Ledezma-, es dejar de lado a
Maduro, cuya única habilidad real parece ser destruir su propia imagen, y
dedicarse a explicarle al país cómo van a resolver una crisis que ya es
inmanejable. Es decir, convencer a la mayoría de los venezolanos que no sólo
hacen oposición sino que vale la pena pensar en alguno de ellos como Presidente
porque efectivamente tiene soluciones concretas en su propuesta.
Si
el chavismo y lo que se supone es Gobierno no empieza a resolver ahora mismo
los graves problemas –y no los está resolviendo, siguen atacando y tratando de
expropiar y controlar a los pocos que todavía son capaces de una distribución
razonable de productos- que indignan a los venezolanos día y noche; y si la
oposición no logra desembarazarse de bandidos, hipócritas e inútiles que
todavía tiene, y no se termina de convencer de que la unión clara y creíble es
su única vía posible, no iremos a peor porque ya estamos allí, sino que ni
siquiera podremos ver alguna lucecita al final del túnel caótico del desastre.
Da
la impresión –confiemos que no sea sólo un “wishfull thinking”- de que Leopoldo
López ha mantenido esa posición desde hace varios meses, debería profundizarla,
ya es hora de que López deje de hablar como mártir y lo haga como posible
Presidente. Igualmente María Corina pareciera estar en lo mismo, es momento ya
de que los venezolanos sepamos qué haría una María Corina Machado Presidente.
Antonio Ledezma es un feroz y punzante crítico pero no basta con hablar de su
gestión metropolitana, debe aclararse con Venezuela. Y Capriles parece haber
comenzado, pero debe recordar que más importante que aparecer todos los días es
hacerlo con profundidad.
@armandomartini
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