A pesar de que tuvimos la bonanza petrolera
del barril de cien dólares, la autocracia gobernante exhibe estos trofeos:
recesión económica, la inflación más alta del mundo, un elevado déficit fiscal,
falta de divisas para las importaciones, voluminosa deuda financiera y
acumulación de una importante deuda comercial con proveedores internacionales,
y una notable escasez y desabastecimiento de productos básicos que se
manifiestan en los anaqueles vacíos y las largas colas de consumidores a las
puertas de supermercados y centros
comerciales.
Los problemas de la economía nacional
relacionados con el bolívar se solucionan, en mayor o menor cuantía y asumiendo
un alto costo inflacionario, con devaluaciones, emisión de dinero inorgánico
por el BCV, mayor endeudamiento interno y un eventual aumento del precio de la
gasolina.
La
dramática situación económica que confrontamos, agravada por el desplome de los
precios del petróleo, no es por falta de bolívares, sino por falta de divisas.
Las alternativas indicadas en el párrafo anterior generan bolívares, pero no
generan divisas, y no sirven, por tanto, para resarcir la brutal disminución
del flujo de dólares causada por la caída de los precios petroleros.
El fundamentado y extenso documento suscrito
por 60 economistas, los más conocidos y calificados del país, que se publicó el
22 de este mes, precisa que, por exportaciones petroleras, el ingreso fue de
93.569 millones de dólares en el año 2012, de 85.603 millones de dólares en el
2013, de 71.500 millones dólares en el 2014, y que en el 2015 sería de 35.500
millones de dólares (es decir, la mitad del ingreso al compararlo con el del
año anterior) si se estima un precio promedio del barril de crudo venezolano en
46 dólares (ya sabemos que desde hace días está por debajo de los 40 dólares).
Los 60 economistas afirman que ”se trata de una muy severa crisis de balanza de
pagos , sin precedentes en la historia de Venezuela, que exige un cambio
coherente de política económica y buscar financiar un déficit de balanza de
pagos de más de 35.000 millones de dólares”. Esa cifra, por sí sola, retrata la
emergencia que vive la economía venezolana.
Para buscar financiamiento de ese déficit
(la otra gestión, la petrolera, se sabía que era inútil), Maduro viajó al
exterior, con la mirada puesta especialmente en China. El fracaso de su viaje
quedó al desnudo cuando en su Mensaje a la Asamblea Nacional del miércoles
pasado no dijo ni una palabra sobre si había conseguido el dinero líquido,
distinto al de proyectos de inversión a futuro, que urgentemente se necesita
para compensar los 35.000 millones de dólares que dejarán de ingresar por el
notable descenso de nuestro principal producto de exportación.
Sólo dijo, para consolarnos, que “Dios
proveerá”. ¿ O Say Baba ?.
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