"CARACAS MALQUERIDA"
Por José Domingo Blanco (Mingo)
Caracas y su Ávila desde "El Cafetal" (Foto de Gonzalo Moreno)
Caracas, la cumpleañera. Caracas, mi
casa grande. ¡Nuestra casa grande! Soy un caraqueño nato, aferrado a mi país y
a mi ciudad. Ni siquiera las circunstancias más adversas me han hecho pensar en
abandonarla. Esa relación extraña entre Caracas y mi soledad de la que no
quiero liberarme. Durante un tiempo, en el programa de radio, afectado por el
estado deplorable y descuidado que lucía, me dio por hacer una campaña y
repetir, una y otra vez, la importancia de que la cuidáramos como quien atiende
su casa. “Caracas, nuestra casa grande”: con esta frase pretendía sensibilizar
a quienes con el mayor desparpajo del mundo, la ensucian, la atropellan, la
descuidan, la agreden, sin importarles que es el lugar donde vivimos. Santiago
de León de Caracas se hace añeja y envejece sin gracia. Y aun así, esa Caracas
rota, sin dientes, todavía me sonríe.
Caracas, mujer vejada por sus maridos
maltratadores, que la atiborran de problemas casi en la misma proporción de años
que cumple de fundada. Una ciudad que deja con la boca abierta a quienes la
visitan por primera vez por dos razones contrastantes: su hermosura y su
violencia. Con su cerro Ávila, que a veces me impide respirar. Cerro imponente
y majestuoso que nos abraza sin distingos. Una ciudad donde todavía es fácil
ver guacamayas azules surcando el cielo. Una ciudad sumisa y feroz. Un infierno
del que el caraqueño jamás se muda.
En Caracas, cada mañana es como la
última vez. Un regalo de sobresaltos y embelesamientos de una dama que rechista
ante la indolencia de quienes la habitan. Por eso, se encabrita. Para despertarnos
del letargo que nos hace indolentes. Para ver si en algún momento, nosotros,
que somos sus hijos, sus amantes y sus torturados, reaccionamos. Y la ponemos
en el lugar donde debería estar. Le devolvemos los atributos que la hicieron en
alguna época “la sucursal del cielo”.
Un rostro tan arrugado y marchito, como
el que hoy muestra nuestra ciudad, no se justifica. Apenas cumple 448 años. Y
eso no es mucho, si lo comparamos con los muchos que cargan a cuestas las
vetustas ciudades del viejo continente. Esas señoras europeas que han sabido
engalanarse y despertar en sus habitantes admiración y pasión. Como la del
amante, complaciente y enamorado, rendido ante la belleza de su amada y
dispuesto a dar todo por ella. La nuestra, la Caracas malquerida, hoy quiere deshacerse
de los harapos con los que la hemos adornado. Y arrancar de sus calles ese olor
a rancio que la perfuma. Porque Caracas huele mal. Huele a herrumbres y a
basura arrojados sin pudor y dejadez en las esquinas.
Somos muchos a quienes nos duele. Pero,
son muchos más los que la ignoran. Y nada se logra. Avances y retrocesos de una
danza que solo perjudica a Caracas. Que la hace inhabitable.
Alocada. Desquiciada. Que la hace
ruidosa y escandalosa. Desbordada en atributos y defectos. Una ciudad que nos
hace adictos a su ritmo y que nos enseña a tomar precauciones. Una ciudad donde
los niños no necesitan dirección. Pero, donde las calles ya no son los
escenarios de sus juegos.
Una urbe de aire contaminado que El
Ávila se afana en purificar. Ciudad descuidada que nos imponemos ver con ojos
de cariño. Con su río innavegable, que arrastra en su trayecto las miserias que
le arrojan. Una capital que atrae al buscador de nuevas fortunas. ¿Qué deseas
que te regalemos? ¿Acaso conciencia ciudadana? Muchos a quienes les hice esta
pregunta me respondieron que nuevos mandatarios. Otros, mejores ciudadanos. Otros,
calles limpias de malandros y de basura. Hubo quien sugirió jardines cuidados o
plazas donde sentarse a cualquier hora, sin miedo, a contemplar la vida. ¿Ves?
Sólo quieren cosas buenas para ti. Al
final, todos compartimos y nos identificamos con el mismo sentimiento: somos
caraqueños que queremos ponernos en sintonía con tus exigencias. Y a pesar de
todo, esa Caracas sin nomenclaturas sigue vistiéndose de autenticidad.
Yo, por mi parte, quiero que en la
Caracas de mi futuro, todo no sea suficiente.
@mingo_1
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