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lunes, 20 de julio de 2015

"UNAS PALABRAS SOBRE EL VERGONZANTE PRIMITIVISMO DE VENEZUELA" Por: Alfredo Coronil Hartmann


UNAS PALABRAS SOBRE EL VERGONZANTE PRIMITIVISMO DE VENEZUELA
 
Por: Alfredo Coronil Hartmann

 Un poco sobre: "La trágica muerte del Historiador causante de la profanación de la tumba del Libertador"

Nada más lejos de mi intención y mis intereses intelectuales, que el tema del  “realismo mágico” de los venezolanos, hago estas observaciones, mas bien un desahogo, para algunos amigos lúcidos y, al menos en principio, no tienen por objeto la publicación y porque no lo pude evitar después de leer este “thriller” sobre la supuesta “Maldición de Bolívar” sin duda emparentada con la del faraón Tutankamon y el triste destino de quienes descubrieron y profanaron su tumba. Allí tendríamos que comenzar por decir que ni el faraón, ni El Libertador profirieron maldición alguna. Más allá de los usos y creencias de la teocracia egipcia y la necedad tropical y vernácula. Ni pretendo igualar a Lord Carnavon o al egiptólogo Howard Carter, con el comandante de opereta.
Es un hecho conocido y estudiado (ver: “Venezuela: Identidad y Ruptura” de Ángel Bernardo Viso), el crimen histórico perpetrado por los libertadores y por Bolívar en particular, al pretender desechar al menos dos milenios de Historia, forzosamente imbricada con la de la península Ibérica, el imperio romano y todas las culturas mediterráneas, para establecer una cronología endógena y autóctona a partir de ellos mismos, esta sola barrabasada, digna de la precaria y analfabeta imaginación de Hugo Chávez, pone en cuestión tantas cosas…
Entre otras, hasta donde al petit-maitrevenezolano, que puso de moda un modelo de sombrero en París, inmensamente rico, dentro de los parámetros de la época, y quien quizá compartía la frustración familiar, porque una abuela de apellido Marín (el “nudo de la Marin”) seguramente pasada de horno, los había privado de un título de marqués, al cual aspiraron sin éxito. No le atrajo inaugurar un tiempo histórico: antes de Bolívar-después de Bolívar. Todo hombre con ansia de trascendencia histórica, podría ser tentado.
La dimensión profunda del extraordinario ser humano, que de alguna manera cupo en la precaria envoltura corporal de El Libertador, basta por sí sola para hacernos desechar cuestionamientos mezquinos, a los que nos podría mover la malsana saturación, de la caricatura de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, que en inconfundible imagen de “zambo” nos pretendió imponer y nos restregó en la cara el comandante golpista, hasta el extremo de obligarnos a hacer la guiña, ante su solo nombre.
Es más que lógico que, los vientos anticlericales del siglo XIX, no obstante la participación -mas bien discreta- de la Iglesia en la guerra civil, que fue la independencia, hayan coadyuvado al surgimiento de una virtual religión seglar a la sombra del pequeño-gran caraqueño, que tomó dimensiones de culto civil y oficial en los gobiernos republicanos –sin excluir los de Páez- y con especial énfasis en los de su primo Antonio Guzmán Blanco y toda la serie de generales-presidentes. Pero que pasó de religión seglar a culto satánico o magia negra, durante el régimen anti-histórico que todavía soportamos, en el cual no me atrevo a descartar el abuso, realmente profanatorio, de los restos exhumados con fines inimaginables a manos depaleros, santeros y demás especímenes de esta corte de los milagros que padecemos.
Pero la nota que motiva estos comentarios, no elaborados ni trabajados, es producto de la indignación de ver cómo, a ambos lados del tablero, se repiten los mismos argumentos primitivos y elementales que, nos obligan a pensar hasta donde “el país” (¿?) o lo que de él queda, está tan lejos del liliputiense horizonte de HChF. Desde luego nada o muy poco tiene que ver con la auténtica grandeza de Bolívar. Salud
ACH

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