FRANCISCO SALAZAR
MARTÍNEZ
Por Carlos Canache Mata
Conocí a Francisco Salazar Martínez -fallecido recientemente en la Isla de
Margarita- en el Liceo Fermín Toro, cuando ambos estudiábamos bachillerato. Para
cantarle a Clemencia, que había sido electa reina liceísta, se celebró un
concurso poético que él ganó con su poema de tres sonetos titulado “Tres
estancias en el reinado de la luz”. Desde aquellos instantes iniciales del
laurel liceísta hasta su muerte, el tránsito vital de Francisco Salazar
Martínez se movió entre la poesía y el compromiso ciudadano. En uno y otro
ámbito, voló alto, con alas de luz y de coraje.
Su obra poética está recogida, entre otros
libros, en La guitarra ministra, El mendigo del sol, Como quien va llorando,
Plenitud del llanto, Vieja y nueva guitarra, Gallo de nieve, Viento sin piel,
Palabra entre volcanes; y escribió también ensayos de historia como Tiempos de
compadres, Venezuela, historias civiles e inciviles, Historia de bolsillo. Él
cumplió en sus creaciones con lo que le exigía a los demás poetas de “entregarnos
su sangre y su canción, o mejor, su sangre en su canción”.
Vivió como latidos las vivencias de la
patria. Renunció en México la Agregaduría Cultural de nuestra Embajada al ser
derrocado el gobierno constitucional de Rómulo Gallegos, a quien vio después en
su exilio en ese país, lo que lo hizo decir que fue como si se hubiera
encontrado con Santos Luzardo. En ese entonces escribe su famosa “Carta al
General Juan Vicente Gómez”, que, como él mismo apuntó, lo escogió como
“símil” para referirse indirectamente a
Pérez Jiménez.
La Carta-poema era una convocatoria para la lucha: “todos vamos
cantando con los pájaros/y los árboles ebrios de brisas y flores/marchan a nuestro
lado con sus ramas alzadas/como puños”. Ya de vuelta al país, y después de la
circulación clandestina de su Carta, es hecho preso y llevado a la Cárcel del
Obispo, donde estaba detenido Miguel Otero Silva, quien, al verlo entrar, le
gritó:
-Pancho, ¿Como
que te contestó el general Gómez?
Después de la Cárcel del Obispo pasó por la
Cárcel Modelo y la Seguridad Nacional, donde fue torturado. En esa época de
represión brutal es asesinado Leonardo Ruiz Pineda, de quien Salazar Martínez diría posteriormente que “con
espíritu martiano, sin odios, se entregó a la lucha contra un sistema que
orientaban hombres de mentalidad primitiva y cayó en medio de la pelea, erguido
en su limpia vida de caudillo de ideas justas y democráticas”, y recordó las
también poéticas palabras del
historiador Ramón J. Velásquez cuando dijo que “matar a Leonardo era tan
absurdo y tan inútil como asesinar la mañana , o disparar contra la luz del
sol”.
Ya restablecida la democracia en 1958, el
poeta le sirvió a la causa de la libertad y al país en la calle y en la diplomacia.
Y cuando volvió la oscuridad que se ha prolongado durante estos menguados
últimos 16 años, Francisco, que sabía jugar con el humor y las palabras,
sentenció que “el gobierno del señor Chávez es el de las botas y las botas no
piensan, pisan”.
Fui su compañero y amigo.
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