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martes, 19 de abril de 2016

"¿QUÉ HACER?" Por Carlos Canache Mata


"¿QUÉ HACER?" 
Por Carlos Canache Mata

   Tenemos un gobierno que no se ha declarado como dictadura, pero que se comporta como tal. Ha prohibido disentir, comete fraudes electorales, tortura a luchadores democráticos, cuenta con varias decenas de presos políticos, lanza venezolanos al exilio, pisotea la separación de poderes y se burla de la Constitución. Como detentador del poder, acrecienta cada día su perfil despótico.

   Cumpliendo órdenes del Poder Ejecutivo, la Sala Constitucional del TSJ, en sentencia del 11 de este mes, ha declarado “inconstitucional” la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional sancionada por la Asamblea Nacional el pasado 29 de marzo. En esa sentencia, a) se desconoce que la valoración política de la oportunidad y conveniencia de la amnistía es un derecho privativo de la Asamblea Nacional (artículo 187, numeral 5, de la Constitución) y se pasa por alto que la Sala tenía limitado su control judicial a la formalidad de que la Ley  no “colida” con la Constitución (artículo 336,numeral 1, de la Constitución); b) se invoca fraudulentamente el artículo 29 de la Constitución al pretender que los favorecidos por la Ley cometieron delitos que los excluirían de los beneficios de la amnistía.

   Hay que destacar que la ONU, en voz del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Zeid Ra´add Al Hussein, declaró lo siguiente: “Estamos muy sorprendidos por la sentencia de ayer por parte de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Venezuela contra la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional. La Ley que fue aprobada por la Asamblea Nacional el 29 de marzo de este año, podría haber servido como base de un camino de diálogo y reconciliación en Venezuela…A petición del Gobierno, desde el Alto Comisionado se envió un análisis legal de esta Ley a Venezuela, observando que el texto estaba, generalmente, en conformidad con los estándares internacionales de Derechos Humanos”.

   Sobre el agrietado piso político en que se apoya el Gobierno, el país marcha aceleradamente, sin que se haya podido detener hasta ahora, hacia una gran ruina. Tenemos la más alta inflación del mundo que lleva a la población a bordear el hambre, el año pasado la contracción económica escaló el 5,7% del PIB, y, como señaló el exjefe de la banca de inversión Barclays Capital, el economista Alejandro Grisanti, “en 1982 éramos el segundo país más rico de la región, pero en 2015 fuimos el cuarto más pobre”, añadiendo que “el país tiene acreencias por 161,1 millardos de dólares, lo que representa una deuda consolidada de 130% del PIB”. La escasez de alimentos y fármacos es de tal gravedad que la Federación Médica Venezolana habló de un “holocausto en salud”. Hasta el Papa Francisco clamó, el domingo de resurrección, por “las difíciles condiciones en las que vive” el pueblo venezolano.

   El ocupante de Miraflores, Nicolás Maduro, acaba de amenazar  a la Asamblea Nacional diciéndole que a ella también “le va a llegar su hora”.

    ¿Qué hacer?  Lo comentaremos la próxima semana.

   

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