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lunes, 24 de agosto de 2015

Armando Martini Pietri: No es lo mismo mandar que tener auctoritas


Armando Martini Pietri: 
No es lo mismo mandar que tener auctoritas


El término “autoridad” del latín auctoritas, significa lo mismo en los más usados idiomas actuales -el italiano autorità, el francés autorité, el inglés authority, el alemán autorität- se refiere al conjunto de la calidad típica de una institución de una sola persona a la que las demás personas se someten voluntariamente para lograr ciertos objetivos comunes. En otras palabras, se acata lo que dice, pide o interpreta la persona que tiene autoridad sin pedirle explicaciones. No se le cuestiona, se hace lo que afirma que hay que hacer

Ejemplos en la historia sobran.

Hay personajes como Simón Bolívar y José Antonio Páez que se ganaron la auctoritas por su empeño, su convicción, su perseverancia; como Ángela Merkel en Alemania; como Charles De Gaulle en Francia; como Adolfo Hitler en la Alemania desesperanzada de la década de los años veinte y treinta; como Juan Domingo Perón en Argentina; como Franklin Delano Roosevelt y antes que él, su pariente Teddy Roosevelt, entre muchos otros nombres.

Henry y Edsel Ford, Enzo Ferrari, Gianni Agnelli, John D. Rockefeller, Bill Gates, Steve Jobs, Chung Ju-Yung, fundador del consorcio surcoreano Hyundai, Soichiro Honda, creador de la corporación de esa marca, para sólo citar unos pocos innovadores y creadores de empresas y desarrollo socioeconómico.

En la Venezuela de los últimos 50 años los hombres con auctoritas son mas bien pocos, pero con indiscutible influencia en el país e incluso en el continente, y todos civiles, como fueron los casos de Rómulo Betancourt y de Rafael Caldera –éste un poco menos por su discutida actitud respecto al manejo del partido que fundó y los hombres que formó para sucederlo-, Jóvito Villalba, quizás el más bondadoso porque en verdad nunca quiso ejercer la autoridad que todos le reconocían, y aunque luego la perdió por circunstancias personales y de su partido que ahora no vamos a discutir, Carlos Andrés Pérez.

Todos civiles, porque con muy contadas excepciones, la auctoritas militar se engendra en los conceptos de mando y de disciplina instantánea. Tuvo, por ejemplo, Eleazar López Contreras, porque aunque tuvo todo el poder, supo iniciar la transformación de Venezuela hacia la democracia. Marcos Pérez Jiménez tuvo autoritas dentro del mundo militar, en el civil tuvo poder basado en la fuerza militar, que es diferente. El primer militar profesional en Venezuela que tuvo comando, pero también auctoritas por si mismo, tanto en el mundo militar como en el civil e incluso en el internacional, se llamó Hugo Chávez Frías.

También en la empresa privada hemos tenido en Venezuela figuras con auctoritas, como Lorenzo Mendoza, el heredero y actual presidente ejecutivo de Empresas Polar; Diego Cisneros, creador de la cadena de embotelladoras Pepsi Cola que expandió hasta desarrollar el todavía existente Grupo Cisneros; Henrique Pérez Dupuy, por muchos años hasta su muerte la voz máxima de la banca privada venezolana; Guillermo Villegas Blanco y Manuel Socorro, los dos más importantes promotores de la industria cinematográfica nacional; William Phelps, impulsor de la radio, la televisión y la industria alimenticia nacionales; Luis Gonzalo Marturet, artífice de lo que hoy es Fedecámaras y su ya larga y perseverante historia; la tuvieron gigantes del emprendimiento, la innovación y la conciencia social del empresario como fueron Alejandro Hernández y Eugenio Mendoza; o el creador y la puesta en marcha del concepto de que un buen comerciante no sólo podía ser banquero sino además mejor porque entendía las expectativas y las necesidad del ser humano común, como fue Salvador Salvatierra; entre muchos otros de una lista larga imposible de incluir toda en un artículo.

Venezuela ha sido país de emprendedores algunos de los cuales siguen luchando en defensa de la libertad y valores de la iniciativa privada.

Algunos insignes pensadores llegan a la conclusión de que la base de la autoridad hay que buscarla en la libertad y en la igualdad de todos los individuos. Contra todas las formas de absolutismo. Y otros teorizan sobre el concepto de autoridad como una emanación de la voluntad popular. En la práctica podríamos afirmar que se trata de un flujo emocional mutuo entre el líder en quien las personas reconocen su autoridad, y esas personas que sin necesidad de que les explique nada aceptan su opinión y sus decisiones. Confían en ellas, porque confían en él.

Rómulo Betancourt, por ejemplo, no fue el padre de la democracia sólo porque fundara un gran partido político, sino porque entendió que un partido se haría grande si se convertía en representante creíble y activo de todas las personas, de todos los sectores socioeconómicos, de todas las religiones, del campo y de las ciudades, alrededor de una misma doctrina general y amplia. Por eso aquella Acción Democrática creció en el país con fuerza de incendio, era el partido de trabajadores, industriales y del campo, de oficinistas y técnicos, de profesionales y empresarios. Ésa fue la gran creación de Rómulo y décadas después, cuando su partido empezó a perder esa potente amplitud, comenzó a venirse abajo. Copei sólo logró acercarse a esa dimensión realmente nacional y masiva cuando dirigentes para entonces más jóvenes, liderizados por Luis Herrera Campins, empezaron a abrir el compás socialcristiano.

Ese mismo concepto lo entendió, desde su propia perspectiva militar y tergiversadamente historicista bolivariana, Hugo Chávez Frías. Levantó banderas en defensa de todo el pueblo cuando ya los mensajes de AD y Copei eran estériles, pero además las enalteció y las explicó, con esa fuerza emocional imposible de razonar, que llaman carisma. No las levantaron quienes se alzaron en armas con él, meros altavoces fríos. Fue Chávez quien, como Betancourt en sus tiempos –sin pretender compararlos- fue interpretado como un mito por las grandes mayorías del país.

Betancourt murió y su partido poco a poco fue dejando de ser el mismo. Tuvo continuidad con Raúl Leoni y después cierto relevo con Carlos Andrés Pérez quien tenía el carisma pero se dejó envolver por otras apetencias hasta que éstas se lo tragaron.

Hugo Chávez Frías murió y su partido, todo el mundo lo ve, está dejando de ser el mismo. Un problema grande del PSUV es que así como en Acción Democrática pareció haber relevos que Betancourt dejó actuar, en el chavismo Chávez no pudo o no supo formarlos. Betancourt tuvo compañeros de partido, Chávez tuvo y mantuvo hombres y mujeres obedientes.

Chávez ordeno un sucesor porque no tenia remplazo, la vida y su propia personalidad no le dio tiempo de constituirlo. Chávez fue un líder con auctoritas que dilapidó su poder en ambiciones y lo ató a errores de apreciación. Es inevitable preguntarse si la auctoritas de Hugo Chávez se hubiera mantenido impertérrita con un país en ruinas y un pueblo asfixiado por la pobreza y el desabastecimiento.

No hay que analizar encuestas para darse cuenta de que en la Venezuela de 2015 ya no hay auctoritas. Un primer síntoma –quiero suponer que hay alguna parte pensante en el chavismo, y que esa fracción dio alaridos de alarma- se produjo cuando Nicolás Maduro todavía envuelto en el incienso de Hugo Chávez sólo pudo ganarle las elecciones presidenciales a Henrique Capriles, con todo el poder en la mano, por poco más de 200.000 votos.

En dos años de mando, sentado cada día más sobre las bayonetas –mala práctica, dijo en su momento Napoleón Bonaparte, que de auctoritas, poder y bayonetas sabía-, ha dedicado largas a la vez que opacas horas a prometer, denunciar, revelar, llamar, indicar, sin que haya logrado mostrar auctoritas, ni siquiera en aquellas breves y lejanas semanas de repunte en popularidad con el famoso “dakazo”.

Las consecuencias son impredecibles; la anarquía comienza a surgir con rapidez inusitada, la sociedad se defiende de los delincuentes y comienza a hacer justicia por propia mano, son muy pocos los que creen en la dignidad y eficiencia de las policías y demasiados los que miran con desconfianza y falta de fe a los militares. A los políticos chavistas, no les ve ni escucha nadie. Las instituciones cuando son utilizadas y sus representantes se dejan usar en beneficio de una parte y no en favor de todos los ciudadanos; como debe ser y es lo correcto, conservan mando pero pierden su autoridad. Los políticos del país son intermediarios de la sociedad pero los de hoy perdieron su auctoritas. Las innumerables promesas incumplidas, la mentira, la demagogia, el engaño, la doble integridad, la doble disertación, la falta de probidad, el menoscabo de principios éticos, la deshonestidad, el deterioro moral, la complicidad, la confabulación tramposa, el desprecio al ciudadano, han acabado con la credibilidad política y social de quienes nos gobiernan o pretenden hacerlo.

La mayoría de la clase política y sus dirigentes han perdido auctoritas y eso es demasiado grave como para ignorarlo.


@ArmandoMartini

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