¿HALLARÁ EL RÉGIMEN UN SALVAVIDAS?
Por Carlos Canache Mata
El CNE y el TSJ, en dos momentos cruciales,
impidieron que, primero Chávez y después Maduro, perdieran el poder.
En su “Historia Inconstitucional de
Venezuela 1999-2012”, Asdrúbal Aguiar cuenta cómo las dos instituciones
mencionadas salvaron a Chávez al transformar en plebiscito el referendo
revocatorio presidencial del 15 de
agosto de 2004. La Constitución en su artículo 72 establece que “cuando igual o
mayor número de electores o electoras que eligieron al funcionario o
funcionaria hubieren votado a favor de la revocatoria”, se considerará revocado
su mandato. Por la revocatoria de Chávez votaron, según la información oficial
del propio CNE, 3.989.008 electores, cifra muy superior a los 3.757.774 que lo
habían elegido. Es decir, había cesado ipso jure su mandato y debía convocarse
a nuevas elecciones. El TSJ y el CNE, contrariando la Constitución, avalaron
que Chávez siguiera en la presidencia porque hubo más “no” que “sí” (conversión
del referendo en plebiscito), contabilidad ésta que también tuvo una
manipulación fraudulenta.
A Maduro lo salvaron el CNE y el TSJ al
convalidar el fraude electoral del 14 de abril de 2013. Ese día había sido
derrotado por Capriles. El CNE negó la auditoría integral del resultado
electoral para revisar los cuadernos de votación, verificar la duplicidad de
las huellas dactilares y la usurpación de identidad de 200.000 muertos que,
gracias a la resurrección, tenían derecho a votar en esa cita electoral que el
CNE dice ganó Maduro por apenas poco más del 1% de los sufragios. Por su parte,
el TSJ decidió no admitir los 10 recursos interpuestos contra la fraudulenta
votación que el CNE le asignó a Maduro porque se sabía que, al ir al fondo de
la demanda, la trampa quedaría al descubierto.
Ahora, el régimen afronta un nuevo momento
crucial ante las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre.
Esta jornada comicial se realizará en un
entorno político cuestionado nacional e internacionalmente y en medio de una
crisis económica asomada al colapso, agravada por la nueva y fuerte recaída de
los precios petroleros.
Los actuales gobernantes, con la
Constitución destrozada a sus pies, han mutado la democracia en farsa. Sus
fechorías y desencuentros internos los tapan porque se necesitan mutuamente:
unos, para no poner en riesgo las inmensas fortunas amasadas a la sombra de la
corrupción, y otros, porque temen salir de Miraflores a causa de la
desestabilización política que traería el estallido de una división interna. El
desastre económico toca fondo y, si no se toman las medidas cambiarias,
monetarias y fiscales que se requieren con urgencia, junto con un
refinanciamiento de la deuda externa y una revisión del precio de la gasolina y
de los regalos que se hacen a través de Petrocaribe, la inflación de más de
tres dígitos y la escasez y el desabastecimiento, más la carestía de divisas
para importar lo que no producimos, nos empujarán hacia el abismo. Con ese
escenario ante sus ojos, Maduro, sin saber lo que dice, no anuncia un cambio de
modelo económico, sino que “tenemos que prepararnos para una revolución más
radical”.
Esta vez ¿hallará el régimen un salvavidas?.
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