Armando Martini
Pietri:
“Me quiero ir de Venezuela”
Una de las expresiones más frecuentes estos días entre los venezolanos
refleja el grado de devastación al cual nos ha llevado la pavorosa revolución
bolivariana. Es posible sentir miedo, o
cansarse; puede uno indignarse, amenazar, puede hacer un esfuerzo de ajustar
día tras día la contabilidad personal y enredarse entre los precios en las
panaderías, supermercados, mercados populares, farmacias, librerías y cines, y
anotar todo lo que diga Dólar Today. Lo que usted quiera en un país deprimente,
inseguro e incierto.
Pero cuando un venezolano, de cualquier edad, sexo o especialidad,
pierde la fe y la esperanza, todos perdemos.
Y eso es lo que pasa con miles de hombres y mujeres que empiezan a
planificar todos sus esfuerzos para simplemente irse del país. La mayoría va a
cambiar a una vida de extranjero a la cual nadie termina de acostumbrarse
jamás, las familias se disgregan se apartan, pero también van echando raíces en
ese país donde se es foráneo pero se encuentra al menos respeto a las leyes,
normas que se cumplen y una perspectiva a seguir. Así anudan lazos, crían
hijos, pagan impuestos, compran cosas de esa nación, aunque sigan recordando
una Venezuela que los puso contra la pared y los llevó a tomar la decisión –que
tampoco es fácil- de convertirse en expatriados.
Algunos se van con el sueño sencillo de hacer lo que saben hacer, la
mayoría termina haciendo lo que puede en el país al cual llegó. Y lo hacen.
Siguen siendo venezolanos, crean relaciones al estilo venezolano, la Harina Pan
y otros productos típicamente nuestros se han convertido en bienes rentables
para comercios de otras naciones, llenan las navidades con villancicos y
ruidosas gaitas en medio de la nieve y temperaturas bajo cero grados, abren
restaurantes pequeños y medianos de arepas, empanadas y diversos platos
criollos. Pero no van a regresar, serán extranjeros con melancolía venezolana,
que pagarán tributos y aportarán su talento, su capacidad y su esfuerzo al
desarrollo de otro pueblo.
Cambian soñar futuros mejores en Venezuela por planificar porvenires
posibles en Norteamérica, Suramérica, Europa, Asia.
Lo que más aflige y desconsuela, es que, la mayoría
de los que se quieren ir son jóvenes que tienen entre 18 y 35 años de edad,
lo cual tiene sentido porque es la edad de soñar, planificar y conquistar otros
horizontes. Son también, angustiosamente para la Venezuela que la torpeza
revolucionaria y la mediocridad partidocrática nos están dejando, quienes están
llamados a recomponer la patria cuando esta pesadilla concluya.
De acuerdo a un estudio que tuvimos oportunidad de
hojear, si se considera por estratos determinados, el 27% de las personas entre
18 y 23 años desean irse, al igual que 30% de quienes tienen entre 24 y 29 años
y el 26% de los venezolanos entre 30 y 35 años. En otras palabras la juventud.
La situación se complica cuando se le pregunta a
los ciudadanos: De tener
posibilidad, ¿se iría del país? En este caso, 3 de cada 10 ciudadanos
responden afirmativamente. En el escenario hipotético, sólo 9% de quienes se
autodefinen como chavistas se irían del país; mientras en el caso de los
independientes el porcentaje se incrementa hasta 24,6%. De tener la oportunidad
de irse, casi la mitad de quienes se dicen opositores abandonarían Venezuela:
46,5%.
Evaluando las respuestas de la pregunta anterior
por clase social, el 12% del segmento A/B tomaría la decisión de emigrar,
mientras 38% de la Clase C se iría de Venezuela. Destaca que 31% de la Clase D
y 25,5% de quienes se ubican en la clase E también se irían. Realmente
dramático y patético.
En una encuesta reciente de Datanálisis se puede
concluir que el emigrante potencial es una persona joven entre 18 y 35 años de
edad, tenedores de capital y profesionales, que son quienes tienen la mayor
contribución al PIB del país. Es decir, Venezuela se queda sin peritos,
técnicos y expertos y además los que más contribuyen al producto interno bruto.
Insólito, absurdo e irresponsable.
Cuando se indaga si algún conocido se ha ido fuera
del país, 4 de cada 10 venezolanos aseguran que abandonó Venezuela durante el
último año. Y si se mete la lupa en el estrato social nos encontramos que 52%
de quienes se ubican en la Clase C, al igual que 22% de quienes integran la
Clase A/B, el 39% de quienes están en la Clase D y un 30% de la Clase E. Y la
sorpresa se produce en la autodefinición política, se encuentra que 25% de
quienes se dicen chavistas, al igual que 31% de los independientes y 52% de los
opositores.
Esta situación afecta –sin duda- el acto de
sufragar, se comenta que están fuera de Venezuela poco más de un millón de
compatriotas que tienen derecho al voto pero de acuerdo a la últimas cifras que
se conocen solo están inscritos como electores en el exterior 101.000
ciudadanos aproximadamente.
La ilusión se extravía, se traspapela y se debilita, la fe se pone
pesada y difícil, nadie parece dar con una respuesta seria, contundente,
esperanzadora; estamos en un túnel oscuro, tenebroso, da miedo y sin aparente
luz al final.
Hasta el chavismo debería poder entenderlo. Las naciones, incluyendo
militares y patriotas cooperantes, se alimentan de la juventud, de sus
ciudadanos fuertes, interesados en capacitarse y en crecer. Una revolución como
la que proclamó Chávez y la que se supone Maduro está defendiendo con las uñas
en el Esequibo, en el Caribe y en la frontera con Colombia, no se hace con veteranos.
Los viejos se sientan a cobrar las pensiones y jubilaciones que se ganaron o
les regalaron, los jóvenes las producen.
Es el otro y auténtico milagro chavista: transformar a fondo a un pueblo
alegre, acusado de irresponsable y frívolo pero que trabajaba y crecía, en una
nación apagada, desabastecida, sin ilusiones, sin esperanza, sin oportunidades,
sin futuro.
@ArmandoMartini
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