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domingo, 30 de agosto de 2015

“Me quiero ir de Venezuela” Por Armando Martini Pietri


Armando Martini Pietri: 
“Me quiero ir de Venezuela”


Una de las expresiones más frecuentes estos días entre los venezolanos refleja el grado de devastación al cual nos ha llevado la pavorosa revolución bolivariana. Es posible sentir miedo, o cansarse; puede uno indignarse, amenazar, puede hacer un esfuerzo de ajustar día tras día la contabilidad personal y enredarse entre los precios en las panaderías, supermercados, mercados populares, farmacias, librerías y cines, y anotar todo lo que diga Dólar Today. Lo que usted quiera en un país deprimente, inseguro e incierto.

Pero cuando un venezolano, de cualquier edad, sexo o especialidad, pierde la fe y la esperanza, todos perdemos.

Y eso es lo que pasa con miles de hombres y mujeres que empiezan a planificar todos sus esfuerzos para simplemente irse del país. La mayoría va a cambiar a una vida de extranjero a la cual nadie termina de acostumbrarse jamás, las familias se disgregan se apartan, pero también van echando raíces en ese país donde se es foráneo pero se encuentra al menos respeto a las leyes, normas que se cumplen y una perspectiva a seguir. Así anudan lazos, crían hijos, pagan impuestos, compran cosas de esa nación, aunque sigan recordando una Venezuela que los puso contra la pared y los llevó a tomar la decisión –que tampoco es fácil- de convertirse en expatriados.

Algunos se van con el sueño sencillo de hacer lo que saben hacer, la mayoría termina haciendo lo que puede en el país al cual llegó. Y lo hacen. Siguen siendo venezolanos, crean relaciones al estilo venezolano, la Harina Pan y otros productos típicamente nuestros se han convertido en bienes rentables para comercios de otras naciones, llenan las navidades con villancicos y ruidosas gaitas en medio de la nieve y temperaturas bajo cero grados, abren restaurantes pequeños y medianos de arepas, empanadas y diversos platos criollos. Pero no van a regresar, serán extranjeros con melancolía venezolana, que pagarán tributos y aportarán su talento, su capacidad y su esfuerzo al desarrollo de otro pueblo.

Cambian soñar futuros mejores en Venezuela por planificar porvenires posibles en Norteamérica, Suramérica, Europa, Asia.

Lo que más aflige y desconsuela, es que, la mayoría de los que se quieren ir son  jóvenes que tienen entre 18 y 35 años de edad, lo cual tiene sentido porque es la edad de soñar, planificar y conquistar otros horizontes. Son también, angustiosamente para la Venezuela que la torpeza revolucionaria y la mediocridad partidocrática nos están dejando, quienes están llamados a recomponer la patria cuando esta pesadilla concluya.

De acuerdo a un estudio que tuvimos oportunidad de hojear, si se considera por estratos determinados, el 27% de las personas entre 18 y 23 años desean irse, al igual que 30% de quienes tienen entre 24 y 29 años y el 26% de los venezolanos entre 30 y 35 años. En otras palabras la juventud.

La situación se complica cuando se le pregunta a los ciudadanos: De tener posibilidad, ¿se iría del país? En este caso, 3 de cada 10 ciudadanos responden afirmativamente. En el escenario hipotético, sólo 9% de quienes se autodefinen como chavistas se irían del país; mientras en el caso de los independientes el porcentaje se incrementa hasta 24,6%. De tener la oportunidad de irse, casi la mitad de quienes se dicen opositores abandonarían Venezuela: 46,5%.

Evaluando las respuestas de la pregunta anterior por clase social, el 12% del segmento A/B tomaría la decisión de emigrar, mientras 38% de la Clase C se iría de Venezuela. Destaca que 31% de la Clase D y 25,5% de quienes se ubican en la clase E también se irían. Realmente dramático y patético.

En una encuesta reciente de Datanálisis se puede concluir que el emigrante potencial es una persona joven entre 18 y 35 años de edad, tenedores de capital y profesionales, que son quienes tienen la mayor contribución al PIB del país. Es decir, Venezuela se queda sin peritos, técnicos y expertos y además los que más contribuyen al producto interno bruto. Insólito, absurdo e irresponsable.

Cuando se indaga si algún conocido se ha ido fuera del país, 4 de cada 10 venezolanos aseguran que abandonó Venezuela durante el último año. Y si se mete la lupa en el estrato social nos encontramos que 52% de quienes se ubican en la Clase C, al igual que 22% de quienes integran la Clase A/B, el 39% de quienes están en la Clase D y un 30% de la Clase E. Y la sorpresa se produce en la autodefinición política, se encuentra que 25% de quienes se dicen chavistas, al igual que 31% de los independientes y 52% de los opositores.

Esta situación afecta –sin duda- el acto de sufragar, se comenta que están fuera de Venezuela poco más de un millón de compatriotas que tienen derecho al voto pero de acuerdo a la últimas cifras que se conocen solo están inscritos como electores en el exterior 101.000 ciudadanos aproximadamente.

La ilusión se extravía, se traspapela y se debilita, la fe se pone pesada y difícil, nadie parece dar con una respuesta seria, contundente, esperanzadora; estamos en un túnel oscuro, tenebroso, da miedo y sin aparente luz al final.

Hasta el chavismo debería poder entenderlo. Las naciones, incluyendo militares y patriotas cooperantes, se alimentan de la juventud, de sus ciudadanos fuertes, interesados en capacitarse y en crecer. Una revolución como la que proclamó Chávez y la que se supone Maduro está defendiendo con las uñas en el Esequibo, en el Caribe y en la frontera con Colombia, no se hace con veteranos. Los viejos se sientan a cobrar las pensiones y jubilaciones que se ganaron o les regalaron, los jóvenes las producen.

Es el otro y auténtico milagro chavista: transformar a fondo a un pueblo alegre, acusado de irresponsable y frívolo pero que trabajaba y crecía, en una nación apagada, desabastecida, sin ilusiones, sin esperanza, sin oportunidades, sin futuro.



@ArmandoMartini 

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