LEOPOLDO LÓPEZ
Carlos Canache Mata
Después de un año y siete meses de prisión,
en la que ha permanecido aislado y siendo objeto de maltratos y humillaciones,
Leopoldo López fue condenado el 10 de este mes
a casi 14 años de reclusión en la cárcel militar de Ramo Verde.
Mediante una interpretación de su discurso
del 12 de febrero de 2014, que parece salida de una sesión de espiritismo, se
le acusó de que tuvo la intención subliminal de promover los hechos de
violencia de ese día, los cuales se extendieron durante tres meses, con un
saldo de 43 muertos, cientos de heridos y miles de presos. Se montó el tinglado
de un juicio infame en el que hubo múltiples violaciones del debido
proceso, se obstaculizó a su defensa la
presentación de pruebas y testigos, y no se aportó ni un solo elemento
probatorio, que merezca tal nombre, en su contra. Simplemente, se cumplió la
orden de condenarlo bajada desde el Palacio de Miraflores. Por eso, Leopoldo,
en su intervención ante el tribunal, le dijo a la jueza: “si la sentencia no
implica mi libertad, usted va a tener más miedo de leerla que yo de
escucharla”.
¿Por qué el régimen tomó esta decisión, de
tan elevado costo político, contra Leopoldo (adicionalmente, también se
condenaron a tres jóvenes)? Porque le teme y cree que así lo invalida y
transfiere a la oposición la responsabilidad gubernamental por las muertes de
los sucesos ocurridos entre febrero y mayo del año 2014, al igual que antes
creyó que se exculpaba de las 19 muertes del 11 de abril del año 2002 poniendo
presos a los Comisarios y Policías Metropolitanos. Por afinidades ideológicas,
al régimen le es fácil seguir a Goebbels, ex-ministro de Hitler, que aconsejó,
en materia de propaganda, aplicar el principio de la transposición, conforme al
cual había que “cargar sobre el
adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el
ataque”. Pero la historia, desde el fondo de sus designios inapelables, le
grita al régimen chavista y sus causahabientes: ¡esos muertos son suyos!
El repudio internacional a la condena de
Leopoldo López ha sido impresionante. La
ONU manifestó estar “consternada” por la sentencia; la Unión Europea (UE) resaltó
que no hubo “las garantías adecuadas de transparencia y debido proceso legal”;
Amnistía Internacional declaró que la
sentencia se emitió “sin ninguna evidencia creíble en su contra” y que tiene
“una clara motivación política”; la organización defensora de derechos humanos
HRW señaló que el juicio ha sido una “farsa”
y se preguntó “¿qué más necesitan los gobiernos latinoamericanos para,
de una vez por todas, exigir al gobierno de Maduro que cese la persecución de
sus opositores y críticos ?”. Ex-jefes de gobierno e intelectuales de América y
Europa también reprobaron la sentencia y se solidarizaron con Leopoldo.
El repudio interno, nacional, contra un
régimen, ya sin pasamontañas y maquillajes, que pasa del autoritarismo a la
dictadura, reivindicando a Pérez Jiménez, se patentizará en las elecciones del
6 de diciembre, las que, si el régimen anuncia un resultado fraudulento, serán
el detonante de su perdición.
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