UNA DICTADURA
CAMUFLADA
Carlos Canache Mata
¿Cuál es la naturaleza del régimen imperante
en Venezuela, ahora presidido por Nicolás Maduro? Es una pregunta que se hacen
juristas, académicos, analistas políticos y la gente común. Con abstracción de
las falencias de la legitimidad de origen del actual presidente, vinculadas al
fraudulento acto electoral del 14 de abril del año 2013, se plantea si
Venezuela, después de la era democrática 1958-1998, tomó la deriva hacia la
no-democracia.
El tema ha cobrado nueva relevancia tras la
sentencia judicial dictada el 10 de este mes contra Leopoldo López,
condenándolo a casi 14 años de prisión, sin pruebas de culpabilidad en los
hechos que se le imputan y sin el más mínimo respeto al debido proceso legal.
El ex-mandatario español y destacado líder socialdemócrata mundial Felipe
González declaró, al día siguiente de conocerse la noticia, que “Venezuela se
ha convertido en una dictadura de facto, el presidente decide por el Parlamento
y por la justicia”, y posteriormente ha añadido que “el juicio de orden público
de Francisco Franco era más respetuoso de la legalidad” que la justicia que se
aplica por el gobierno de Venezuela, encuadrando a este último en un “tipo de
tiranía”. El Premio Nobel Mario Vargas Llosa, por su parte, al referirse al
juicio contra Leopoldo López, dice que “esta condena se esperaba dado el
régimen que gobierna en Venezuela, que es una dictadura, y que en América
Latina se caracteriza por la desaparición de la libertad de prensa y por la
nacionalización de televisiones o radios para tener un control absoluto de lo
que se piensa en el país”. A este respecto, se pueden citar el cierre de RCTV y
las arremetidas contra El Nacional, Tal Cual, el portal La Patilla y varios
medios de comunicación del interior del país.
Desde diversos flancos de la comunidad
internacional también se han alzado voces cuestionando el talante democrático
de fachada que exhibe el régimen chavista. No sólo se condena la sentencia
contra Leopoldo López, sino que igualmente se mencionan el desacato a las
sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, las torturas contra
presos políticos, y la negativa del CNE a aceptar la observación de las
elecciones parlamentarias del 6 de diciembre por instancias de la ONU, la OEA y
la Unión Europea.
Se utiliza el poder judicial para la
persecución política. Para el momento hay, por motivos políticos, 78 personas
encarceladas, 2057 procesadas y varias decenas de exiliados. Jueces
provisorios, que temen perder sus cargos, son los instrumentos que administran
la represión, en vez de administrar justicia. Los juicios de los tribunales se
han convertido en “paredones judiciales”, que sólo se diferencian de los
juicios sumarísimos de La Cabaña cubana de los hermanos Castro en que no dictan
fusilamientos físicos.
¿Cómo llamar todo esto? Por estar en
presencia de un régimen opresivo que
pretende vestirse con los arreos de la democracia, yo digo que es una
dictadura camuflada.
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