Armando Martini Pietri:
Perdamos la
inocencia
Ha sido el eterno problema de los
venezolanos –entre otros muchos, claro-. Que nos dicen cosas y las creemos
porque las señaló fulano, lo dijo perencejo o las avisó zutano. Nuestros medios
y partidos están atiborrados de opinadores y analistas más presuntos que
analizadores, rodeados de un pueblo que es habitualmente confiado y crédulo.
Lo peor es que hemos sido, y
seguimos siendo lo suficientemente ingenuos y candorosos para creer promesas
sin sustento y llevar al poder a hombres que han arruinado al país –y con el
país a nosotros, con las habituales excepciones de quienes sólo ven, prevén y
creen en el conocido y apreciado dólar- uno tras otro; grandes caudillos que
ofrecían villas y castillos, magnos pensadores que transmitían veteranía e
irradiaban conocimiento, extraordinarios oradores y portentosos habladores que
venían a cambiarlo todo ofreciendo acciones y recursos con décadas de retrasos
y fracasos.
Ahora nos está pasando con
Leopoldo López. Hace meses y semanas, todo el mundo sabía lo que iba a pasar.
Que el Gobierno de Maduro no sólo no tenía argumentos para dejarlo preso, sino
que tenía razones de peso para que siguiera prisionero en una cárcel militar.
Todos sabían muy bien que éste es un Gobierno sin escrúpulos, no político sino
castrensemente impositivo que puede ser cómplice de algunos bandidos propios y
ajenos, pero no siente lástima por nadie, que es un Gobierno venezolano que de
venezolano sólo tiene unos cuantos símbolos debidamente tergiversados. Lo demás
viene dictado por una de las más implacables y represoras tiranías desde los
tiempos de Stalin.
No había quien ignorara que el
juicio y el encarcelamiento del líder de Voluntad Popular se prolongaban porque
nadie en el Gobierno, los investigadores ni la Fiscalía tenía argumentos ni siquiera
remotamente válidos para condenarlo. Fue un juicio injusto, plagado de
arbitrariedades, lleno de injerencias indebidas, de pruebas que jamás
inculparon y por el contrario, de testigos que más bien lo exculparon.
Pero el tribunal anunció la audiencia final y
entonces se llenaron reportajes periodísticos con detalles sobre cuánto tiempo
hablarían los fiscales, la defensa y empezaron a aparecer nuevamente los
análisis y previsiones para ingenuos, incautos y menguados. Que la sentencia
sería de libertad total –los más enloquecidos-, que le sería dada casa por
cárcel –los menos inocentes-, que el Gobierno buscaba arreglos, que la
comunidad internacional presionaba con fuerza, y cuanta hipótesis posible se
podían imaginar. La inocencia en plena efervescencia.
Finalmente pasó lo que iba a pasar. Con la
colaboración de los fiscales que jamás pudieron demostrar culpabilidad ni
responsabilidad alguna, la jueza se animó a sentenciar como estaba previsto y
como el Gobierno quería, deseaba e insinuó reiteradamente en privado y hasta en
público. 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de prisión para Leopoldo López.
Los castos que creyeron en alguna solución total o intermedia se quedaron como
siempre preguntándose ¿qué fue lo que pasó? ¿Que fue una injusticia?, ¿Qué fue
una locura?, ¿no puede ser? en fin.
Sucedió lo que se sabía que
pasaría. El Gobierno sabe perfectamente que en una confrontación electoral en
la cual López pueda cobrar su gran popularidad no va a ser por ahora, los que
vienen son unos comicios regionales para los cuales el oficialismo está
adelantando estrategias, tácticas y maniobras, un ejemplo: la militarización de
una región fronteriza en la cual se deciden aproximadamente el 20% de los
diputados que, ellos sí, pueden ser la diferencia entre una Asamblea Nacional
con mayoría –precaria, quizás, pero mayoría al fin – pro
oficialista, y una aplastantemente opositora, que es el fantasma que
no deja dormir tranquilos ni a Nicolás Maduro ni a Diosdado Cabello ni a más de
un chavista comprometido. Un inciso; no son militares que se desplazan son
votos que se trasladan.
La ilegal, ilegítima, espuria e
injusta sentencia contra Leopoldo López debe ser rechazada a fondo. Por todos
los ciudadanos decentes y con principios, incluyendo chavistas que el día de
mañana pueden ser víctimas de procedimientos similares, y los simpatizantes del
oficialismo que siguen creyendo en la justicia de la revolución, que ya no
parecen ser muchos.
La oposición está dividida, la MUD está pagando y
pagará muy caros sus egoísmos, ceguera, falta de visión y más importante aún,
haber subestimado a los ciudadanos en varias zonas electorales del país; pero
la oposición en pleno debe dejar de lado ingenuidades, necedades, sandeces y
unificarse alrededor de Leopoldo López –aunque algunos líderes opositores no lo
deseen ni lo quieran-, protestar de manera pacífica y con observancia de las
leyes, día tras día y con una sola palabra, el crimen jurídico cometido con él.
Deben unirse en una sola y potente voz señalando a
quienes alargaron mes tras mes una acusación que jamás estuvo ni siquiera cerca
de probar, la juez lidiará con su conciencia y su coraje pero en todo caso ella
es el eslabón final de la cadena canallesca.
¡El silencio ensordecedor nos hace cómplices,
complacientes, ingenuos y hasta pendejos!
Dejemos la ingenuidad y el paterrolismo de una vez
por todas, porque sobre esas fallas tan venezolanas el chavismo ha hecho
cabalgar y solapar, uno tras otro, sus torpezas y errores. El reto, la batalla,
se llama elecciones parlamentarias, tanto si finalmente se celebran el 6 de
diciembre como si las posponen. Maduro y las cabezas del chavismo podrían
pensar que siguen teniendo a Chávez aguantando presiones y que con ayudas del
lejano oriente y hundiendo al país en el desastre económico, algo puede
ocurrírseles si consiguen tiempo.
Al menos en ese razonamiento deben estar unidos
todos los opositores, sean de la MUD o quienes vayan por su cuenta. Maduro, sus
cercanos colaboradores y asesores deben tener muy claro que Leopoldo López
preso y condenado ilegítimamente no es una ventaja sino un problema complicado,
y que retrasar las elecciones, aunque sólo sea en la zona fronteriza que ellos
mismos enredaron, es un problema aun peor.
Que sean ellos los ingenuos esta vez; aunque,
claro, esperar esto es sólo otra ingenuidad más.
@ArmandoMartini
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