“COMO SEA”
Por José Domingo Blanco (Mingo)
Las
alocuciones de Maduro, en más ocasiones de las que imaginan,
me parecen extraídas de las rancheras mexicanas. A veces pienso que, con sólo transcribirlas,
harían las delicias de cualquier compositor. Pero, no estoy hablando de cualquier
ranchera; no, no señor. Me refiero a esas, a las que están cargadas de odio o pasiones arrabaleras. Esas donde el intérprete promete un terrible
y nefasto porvenir al que se atreva a llevarle la
contraria.
Cuando Maduro
habla, irremediablemente pienso que sólo le
faltan los mariachis al fondo. De resto, el drama y las
amenazas, al mejor estilo de Pedro Infante, están allí. Nicolás promete pruebas (que nunca presenta), se equivoca hablando, insulta a sus oponentes y de nuevo arremete: “Camino a las alturas se ven los gavilanes/Se pierden en las nubes y se
acercan al sol/ Regresan pensativos mirando al infinito/ No sabes si en la lucha
alguno se quedó. Según sus propias leyes aplican la justicia/ Poniendo por
delante su noble corazón/ Las garras afiladas ya prontas al ataque/ Esperan el
momento para entrar en acción.” Esta, por ejemplo, que cantaba Pedro Infante y se llama Los Gavilanes, me vino a la mente a raíz de sus
últimas declaraciones, en las que les explicaba a sus
partidarios lo que
representaría para el país si la oposición gana las próximas
elecciones del 6D; por
supuesto, entendiendo como
país al disminuido sector chavista que, como es de
imaginar, perdería los sabrosos y arrogantes beneficios que han acaparado a lo largo de casi 17 años.
Por eso,
Nicolás describe las derrotas de sus candidatos como una hecatombe de igual magnitud a la que provocaría el
lanzamiento de una bomba
nuclear. Él, además, no es el portaaviones que era Chávez. En estos momentos, no
llega ni a chalana. Y él y su entorno más cercano lo
saben. Así que no le queda otra que vaticinar oscurantismo, violencia
y muerte si el triunfo del 6 de Diciembre venidero es para la oposición. Por
eso, sus exhortos –ruegos,
sugerencias o amenazas- son
a votar por los candidatos del PSUV y sus secuaces. Él y su círculo saben que no es
una elección que deba dejarse al azar, mucho menos a la voluntad del elector. Es
una imposición, una obligación. Y por eso, de cara a esas elecciones, deben hacer el esfuerzo por lucir
cohesionados como nunca.
La obsesión
de este régimen con el poder, y por mantenerse en él “como sea”, los ha llevado a torcer,
modificar, exigir y reestructurar –a su antojo- las leyes y reglamentos, con el aval de unos poderes públicos complacientes y un CNE totalmente subyugado a la voluntad del gobernante. Al igual que los gavilanes
de la ranchera, Maduro, su gente y lo que pueda quedar del PSUV, están afilando
las garras para arremeter y evitar que la oposición logre lo que a
todas luces reflejan las
encuestas: los niveles de aceptación de la gestión de
Nicolás están en caída
libre. Y esta baja en la popularidad del mandatario
incide directamente en la intención de votos de los partidarios de su tolda.
Sin embargo, una cosa son las encuestas y
otras las artimañas del régimen, como bien lo explica José Antonio Gil Yepes, director de Datanálisis, cuando asegura que “si las reglas para elegir diputados fuesen
tan sencillas como la que rige la elección presidencial (quien saca más votos populares, gana la elección), ya sabríamos que la Unidad Democrática
tendería a sacar una amplia mayoría de diputados dado que el mejor predictor de
votos totales es el nivel de aprobación de gestión del Presidente. Si Maduro
está en 21%, los candidatos oficialistas recibirían cerca de esa proporción”.
De lograr que esta
tendencia se respete y se mantenga, ya sabríamos, sin temor a equivocarnos,
cómo quedaría conformada la Asamblea. Incluso podríamos fantasear, escogiendo
el nombre del nuevo -o nueva- presidente
del parlamento. Solo que Gil Yepes, nos saca del embeleso y acuña otras razones por las cuales son tan
impredecibles los resultados del 6D. Si bien es cierto que el descontento de la
población es palpable, tangible,
cuantificable y real, el régimen se ha encargado de diseñar “su traje a la
medida”; ese con el que pretende hacerse eterno en la conducción de los
destinos del país. Por ello, la exigencia de último minuto de la paridad de
géneros para los aspirantes a diputados; por ello, la modificación de las
circunscripciones electorales; por ello, la aplicación del gerrymandering –que dicho sea de paso, solo se ha aplicado en
países cuyos regímenes de gobierno, se parecen más a los dictatoriales que a
los democráticos.
El gerrymandering, para quienes no les
resulta familiar la expresión, tal como lo explica magistralmente el colega
Eugenio Martínez en uno de
sus más recientes trabajos, es
un término que fue una invención periodística, y “que suele utilizarse para
resumir los intentos de un gobierno para manipular las circunscripciones de
votación (uniéndolas o separándolas) y así provocar distorsiones que le
permitan mantener el poder”.
Gerrymandering aderezado con la
viveza criolla. Eso es lo que se hizo aquí, con el aval del PSUV y el PCV que
se encargaron de modificar en el 2009 la Ley Electoral para que las
circunscripciones se ajustaran a la voluntad política de quienes aspiran a cargos
de elección popular, y quieren aparentar que son electos libre y democráticamente.
Un trajecito electoral con las medidas exactas de quien ostenta el poder y no
quiere entregarlo.
@mingo_1
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