LOS TRAMPOSOS QUE
NOS GOBIERNAN
Carlos Canache Mata
En 1977 apareció un libro titulado “Aquellos
enfermos que nos gobiernan”, cuyos autores son Pierre Accoce y Pierre
Rentchnick. Allí se hacen consideraciones sobre cómo han influido las
enfermedades, conocidas o no, en gobernantes que han tomado decisiones
trascendentales en el curso de la historia. La obra tiene como preámbulo una
cita de Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis, quien señala que “estos
seres han ejercido una influencia incalculable sobre su época”, beneficiosa o
perjudicial, porque en él conviven la parte intacta de su personalidad y sus
anomalías.
Ahora, en Venezuela se pudiera escribir un
libro sobre estos gobernantes tramposos que han ocupado el poder desde 1999. Si
bien es cierto que varios psiquiatras diagnosticaron a Hugo Chávez como un
psicópata, lo que más destaca en el perfil de su personalidad es la tendencia
al engaño y a las trampas políticas que le permitieron morir en el poder, y hay
sospechas de que lo haya ejercido hasta después de su muerte, ya que ésta
habría ocurrido antes de que fuera declarada oficialmente el 5 de marzo de
2013.
Sus herederos, que están disfrutando del
poder gracias a la trampa electoral del 14 de abril de hace poco más de dos
años, están proponiendo a la oposición democrática un pacto o acuerdo en el
que, entre otras disposiciones, se exige “respetar sin condiciones los
resultados emitidos a través de los boletines oficiales del CNE”. Pedir que de
antemano se certifique la legitimidad de unos resultados electorales que
ofrezca un organismo tan cuestionado, nacional e internacionalmente, como el
CNE, es como si se le pidiera a un competidor cualquiera que acepte
tranquilamente, sin derecho a la protesta, el dictamen de un árbitro comprometido
con la otra parte.
La oposición democrática, representada por
la MUD, resguardando su dignidad y el respeto que le debe a la expresión electoral de la
soberanía nacional, se ha negado a caer en la trampa que se le quiere tender, y
ha contrapropuesto un Anteproyecto de Acuerdo para las elecciones
parlamentarias del 6 de diciembre, en el que, muy especialmente, se solicita
“permitir y garantizar un amplio y diverso grupo de Observadores
Internacionales proveniente de distintos entes y organizaciones internacionales
reconocidas, como mecanismo adicional de evaluación neutral e independiente del
proceso electoral”, además de requerir el acceso paritario a los medios que son
objeto de la hegemonía comunicacional oficialista, la regulación de las cadenas
de radio y TV que el ocupante de Miraflores aprovecha a diario para insultar a
quienes lo adversan, la no utilización de los recursos públicos y otras
acciones ilícitas y ventajistas durante la campaña electoral, y, lo que es no
menos importante, el cese de la feroz persecución política y judicial desatada
en todo el país.
¿No es eso lo menos que puede pedirse ante
la felonía de un gobierno que llama a un acuerdo y a la vez su jefe
(aparentemente nominal) proclama que hay que ganar las elecciones “sea como
sea”?.
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