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lunes, 23 de febrero de 2015

"LA PRISIÓN DE LEDEZMA" Por Carlos Canache Mata

"LA  PRISIÓN  DE  LEDEZMA" Por Carlos Canache Mata


   La prisión del alcalde Antonio Ledezma, bajo la acusación chavista de  que está  conspirando,  pudiera ser el capítulo siniestro de una novela del realismo mágico latinoamericano  en el que se mezclan lo insólito y la fantasía.
   En el memorable discurso que pronunció al recibir el Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez relata que el dictador mexicano Antonio López de Santa Anna enterró, con fastuosos funerales, su pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles; que el cadáver del dictador ecuatoriano Gabriel García Moreno fue velado, vestido con uniforme de gala, sentado en la silla presidencial; y que el general Maximiliano Hernández Martínez, dictador del El Salvador,  cubrió los postes del alumbrado público con papel rojo como terapia para combatir una epidemia de escarlatina.
   Por razones de tiempo, no figuran en la pieza oratoria del gran escritor colombiano las decenas de decretos (en los que se emitían bonos de deuda pública nacional y Letras del Tesoro y se nombraban ministros) firmados por Chávez después de muerto. Que así ocurrió, con la complicidad del gobierno cubano, se ha dicho muchas veces, pero ahora lo confirma el oficial naval  Leamsy  Salazar, jefe de seguridad y asistente personal de Chávez durante casi 10 años, quien ha declarado ante una comisión especial de la DEA y del Departamento de Estado de EEUU que se “ocultó la muerte del ex-presidente Chávez, producida a las 19:32 horas estándar de Este del 30 de diciembre de 2012”  en La Habana, y que, por tanto, esa muerte “no se produjo el 5  de marzo de 2013 (en Caracas) , como se informó oficialmente”.
   García Márquez no pudo incorporar en las palabras que dijo en la Academia de Letras de Suecia el hecho mágico de que un muerto siguió como presidente de un país por dos meses más, pero sí antevió, en una conversación sostenida en enero de 1999 con el entonces presidente electo Hugo Chávez, que en éste convivían “dos hombres opuestos”: uno, que podía salvar a su país, el otro, “que podía pasar a la historia como un déspota más”. Pasó lo último y su opus magnum fue llevar a Venezuela a las orillas del abismo.
   El sucesor, Maduro, también protagoniza a diario episodios de ficción. Ha recibido a través de pajaritos mensajes transmitidos desde el más allá por el espíritu del que, como reza el oximoron,
es “un difunto inmortal” y ha visto que éste saca las manos de sus retratos  para estrechar las suyas. Honrando el legado de su antecesor y padre putativo, continúa inventando golpes de Estado y magnicidios que imputa a los principales dirigentes de la Mesa de la Unidad.
   El día 19 de este mes, desde Miraflores se ordenó la prisión de Antonio Ledezma, alegándose que estaba comprometido en una conspiración que, como si se tratara de otro pasaje novelesco de realismo mágico, había sido anunciada en un comunicado público, difundido por  los medios  de comunicación el 11 de febrero, firmado también por Leopoldo López y María Corina Machado.

   Es una nueva modalidad golpista que habrá que incorporar al libro de Curzio Malaparte. 

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