"LA PRISIÓN DE LEDEZMA" Por Carlos Canache Mata
La prisión del alcalde Antonio Ledezma, bajo
la acusación chavista de que está conspirando, pudiera ser el capítulo siniestro de una
novela del realismo mágico latinoamericano
en el que se mezclan lo insólito y la fantasía.
En el memorable discurso que pronunció al
recibir el Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez relata que
el dictador mexicano Antonio López de Santa Anna enterró, con fastuosos
funerales, su pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los
Pasteles; que el cadáver del dictador ecuatoriano Gabriel García Moreno fue
velado, vestido con uniforme de gala, sentado en la silla presidencial; y que
el general Maximiliano Hernández Martínez, dictador del El Salvador, cubrió los postes del alumbrado público con
papel rojo como terapia para combatir una epidemia de escarlatina.
Por razones de tiempo, no figuran en la
pieza oratoria del gran escritor colombiano las decenas de decretos (en los que
se emitían bonos de deuda pública nacional y Letras del Tesoro y se nombraban
ministros) firmados por Chávez después de muerto. Que así ocurrió, con la
complicidad del gobierno cubano, se ha dicho muchas veces, pero ahora lo
confirma el oficial naval Leamsy Salazar, jefe de seguridad y asistente
personal de Chávez durante casi 10 años, quien ha declarado ante una comisión
especial de la DEA y del Departamento de Estado de EEUU que se “ocultó la
muerte del ex-presidente Chávez, producida a las 19:32 horas estándar de Este
del 30 de diciembre de 2012” en La
Habana, y que, por tanto, esa muerte “no se produjo el 5 de marzo de 2013 (en Caracas) , como se
informó oficialmente”.
García Márquez no pudo incorporar en las
palabras que dijo en la Academia de Letras de Suecia el hecho mágico de que un
muerto siguió como presidente de un país por dos meses más, pero sí antevió, en
una conversación sostenida en enero de 1999 con el entonces presidente electo
Hugo Chávez, que en éste convivían “dos hombres opuestos”: uno, que podía
salvar a su país, el otro, “que podía pasar a la historia como un déspota más”.
Pasó lo último y su opus magnum fue llevar a Venezuela a las orillas del
abismo.
El sucesor, Maduro, también protagoniza a
diario episodios de ficción. Ha recibido a través de pajaritos mensajes
transmitidos desde el más allá por el espíritu del que, como reza el oximoron,
es “un difunto
inmortal” y ha visto que éste saca las manos de sus retratos para estrechar las suyas. Honrando el legado
de su antecesor y padre putativo, continúa inventando golpes de Estado y
magnicidios que imputa a los principales dirigentes de la Mesa de la Unidad.
El día 19 de este mes, desde Miraflores se
ordenó la prisión de Antonio Ledezma, alegándose que estaba comprometido en una
conspiración que, como si se tratara de otro pasaje novelesco de realismo
mágico, había sido anunciada en un comunicado público, difundido por los medios de comunicación el 11 de febrero, firmado
también por Leopoldo López y María Corina Machado.
Es una nueva modalidad golpista que habrá
que incorporar al libro de Curzio Malaparte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario