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domingo, 5 de abril de 2015

"Un Diputado es empleado de sus electores y la Constitución" Por Armando Martini Pietri

Armando Martini Pietri: Un Diputado es empleado de sus electores y la Constitución

Cada trabajo tiene sus particularidades y características. Y cuando la persona aplica como candidato a ocupar un puesto laboral, de ser aceptado debe regirse por las normas inherentes al cargo que ocupará. Usted puede buscarse un trabajo por la necesidad de ganarse un dinero, o porque realmente lo que se hace en ese trabajo es lo que le gusta hacer, lo que quiere hacer bien, lo que será su vida. Es lo que llamamos vocación.

En el tema que nos ocupa el cargo para el cual están aspirando algunos ciudadanos es el de Diputado a la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela. La Constitución Nacional es la norma por la cual deben regirse aquellos que por su trabajo y fortuna tengan la suerte, el honor y el trascendental compromiso de ser elegidos.

Se supone que quien hace un trabajo político tiene la política como inspiración, es lo que le gusta, la interpreta como una forma de ser y de actuar de acuerdo con una ideología, con un compromiso personal y con un objetivo esencial, innegociable: ayudar a los ciudadanos de su país a mejorar sus vidas, aplicar los elementos y principios de su ideología para que todos los ciudadanos, tanto si votaron por el político como si no, sean beneficiados por los recursos, oportunidades y necesidades del país.

La política nunca ha sido una carrera fácil, aunque algunos dentro y fuera piensen que sí lo es. Exige una constante y firme dedicación para poder ir escalando hasta alcanzar las ubicaciones en los partidos y otras organizaciones –se puede actuar políticamente en una Organización No Gubernamental, por ejemplo, o en una Asociación de Vecinos- y en el Gobierno. Ser parte del Gobierno, en cualquier nivel, es una aspiración lícita del político porque obviamente el Gobierno de una Nación es la mayor estructura para beneficiar a los conciudadanos.

Pero no es la única posición. Un magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, o de cualquier nivel del poder judicial, hace política actuando y analizando los casos que llegan a sus manos con el mayor y más profundo conocimiento de las leyes, reglamentos, etc., así como los fiscales hacen política aplicando las normas, participando activa y éticamente en las investigaciones de los delitos para así presentar ante el juez los casos esmeradamente organizados.

Políticos de trascendental importancia son los Diputados electos para la Asamblea Nacional, tanto si son propuestos por partidos políticos u otras organizaciones como si se proponen a los electores por cuenta propia. Y son de primerísima importancia porque son ellos quienes analizan las situaciones y elaboran las leyes para regular esas situaciones. Los funcionarios del Poder Ejecutivo, nombrados o electos; los jueces, fiscales, defensores y demás niveles del Poder Judicial; los rectores, técnicos y empleados del Poder Electoral; etc., aplican las leyes y normas que nacen de los Diputados del Poder Legislativo, que es, así, el más elevado e importante poder de la República.

Ningún Diputado a la Asamblea Nacional es “nombrado”. Al Vicepresidente Ejecutivo de la República, a los vicepresidentes de áreas, a los ministros y a toda la estructura de Gobierno, los nombra directamente el Presidente, por su propia decisión o dejando la responsabilidad en individuos nombrados por él. Los directivos de todos los demás poderes constitucionales del país, los eligen los Diputados en la Asamblea Nacional. Por todo eso, no es posible imaginar un hombre o una mujer con más alta responsabilidad política que un Diputado a la Asamblea Nacional.

Pero ha venido sucediendo en Venezuela, y no es cosa nueva, que Diputados que no son nombrados por ningún jefe sino electos por los ciudadanos, suelen olvidarse de su vocación política y de la responsabilidad que asumieron cuando un grupo de ciudadanos los eligió para representarlos. Son muchos los que celebran triunfos cuando realmente deberían firmar y consignar pactos, compromisos de acción y de cumplimientos con quienes los eligieron.

Al ser electos Diputados se obligan a vigilar la marcha de la República, a estar diariamente pendientes de las necesidades de los ciudadanos, a supervisar a todos los demás poderes en el ejercicio de sus funciones, a trabajar día tras día en el avance del país hacia una sociedad mejor, más justa, más próspera, más feliz y cumplidora de su constitución y sus leyes.

Esos Diputados son empleados de los ciudadanos porque por ellos fueron escogidos para ejercer el poder originario de los ciudadanos. Pero una vez electos, son empleados también de la Constitución, que es la ley suprema de la nación y de todos los ciudadanos. Por eso, cada detalle constitucional debe ser conocido, respetado y cumplido de manera muy especial por los Diputados.

Permítanme recordarles a quienes nos leen, electores como yo, un par de detalles de las obligaciones constitucionales de los Diputados, para que a su vez se las recuerden a quienes vayan a pedirles sus votos para ser elegidos Diputados y, de paso, sugiero a todos los venezolanos electores que se lean, incluso que memoricen, los artículos 186 al 224.

Por ejemplo, aparte de la definición de requisitos básicos de nacionalidad, “ser venezolano por nacimiento, o por naturalización con por lo menos quince años de residencia en territorio venezolano”, se exige “haber residido cuatro años consecutivos en la entidad correspondiente antes de la fecha de elección”. Es decir, no es que conozca la zona, no es que sea popular por allí, ni siquiera que tenga una casa vacacional: debe haber estado establecido allí, haber vivido “por lo menos” cuatro años “consecutivos”, un requisito que a veces, en los famosos arreglos entre partidos, puede olvidarse y olvidan.

El trabajo y las responsabilidades de cada Diputado son tan altas y exigentes, que el Artículo 191 de la Constitución establece explícitamente que  “Los Diputados o diputadas a la Asamblea Nacional no podrán aceptar o ejercer cargos públicos sin perder su investidura, salvo en actividades docentes, académicas, accidentales o asistenciales, siempre que no supongan dedicación exclusiva”. Es decir, la dedicación a ser diputado es exclusiva, excluyente, con la única excepción de actividades “docentes, académicas, accidentales o asistenciales”. No se puede ser Diputado-empresario, por ejemplo, no se puede ser al mismo tiempo Diputado y dirigente sindical aunque haya habido muchos en la Venezuela complaciente de los diversos partidos de los últimos 40 años.

El artículo 197 insiste en que la responsabilidad de Diputado no se comparte, no se ejerce parte del tiempo, cuando establece, sin lugar a dudas, que  “Los Diputados o Diputadas a la Asamblea Nacional están obligados u obligadas a cumplir sus labores a ‘dedicación exclusiva’, en beneficio de los intereses del pueblo, y ‘a mantener una vinculación permanente con sus electores y electoras’ atendiendo sus opiniones y sugerencias y manteniéndolos informados e informadas acerca de su gestión y la de la Asamblea. Deben dar cuenta anualmente de su gestión a los electores y electoras de la circunscripción por la cual fueron elegidos o elegidas y estarán sometidos o sometidas al referendo revocatorio del mandato en los términos previstos en esta Constitución y en la ley sobre la materia”. ¿Alguien puede tener la más mínima duda de un texto tan claro?

El artículo 201 también es clarísimo, aunque los jefes de los partidos políticos y los Diputados que militan en esos partidos suelen olvidarlo, incumplirlo habitualmente: “Los Diputados o Diputadas son representantes del pueblo y de los Estados en su conjunto, no sujetos o sujetas a mandatos ni instrucciones, sino sólo a su conciencia. Su voto en la Asamblea Nacional es personal”. Si la conciencia del diputado o diputada está en plena sintonía con la posición del partido, pues votará en ese sentido; pero son muy pocos –o ninguno, lamentablemente- los diputados que se atreven a votar contra lo que sus respectivos partidos ordenan, con lo cual lo que están haciendo, en los casos en los que haya divergencias entre sus conciencias y las posiciones partidistas, es transfiriendo ilícitamente el poder y la representación otorgados a ellos por sus electores, a los jefes de sus partidos. Si quieren más detalles, pregúntenles a unos cuantos diputados especialmente del PSUV.

Las jornadas laborales de los Diputados no se limitan a asistir y aburrirse en las sesiones martes y jueves. Deben asistir a las sesiones plenarias, a las reuniones extraordinarias y ordinarias y por supuesto, a las comisiones de trabajo a las que pertenezcan, la Asamblea Nacional no es club para flojos. Pero además, cuando un diputado deja de asistir a una de esas sesiones y reuniones porque está en un acto de su partido, en una junta directiva de la empresa de la cual forma parte o simplemente se queda en su casa, está estafando a sus electores y al país, a todo el país.

Los Diputados son contratados por los ciudadanos por elección popular directa y secreta para ejercer y cumplir con su trabajo y por ello, devengan un sueldo, salario o dieta mensual y en consecuencia, deben cumplir con sus obligaciones, so pena de ser despedidos por incumplimiento de sus deberes, como sucede con cualquier trabajador de cualquier parte del mundo y en cualquier empresa pública, privada, mixta o de cualquier índole. El revocatorio también es un derecho de los ciudadanos.

La Asamblea Nacional está en la obligación –sí, amigos y camaradas, en la obligación- de informarle al pueblo -por todos los medios masivos de comunicación social-, de las violaciones cometidas en el trabajo de todos sus integrantes y por supuesto también reconocer y respaldar el esfuerzo de aquellos que han cumplido a cabalidad con sus deberes y obligaciones. 

La asistencia es una de las obligaciones más violadas por los Diputados venezolanos. De las más recurrentes fallas que se producen en los trabajos, es la inasistencia sin duda la que se lleva el primer lugar. Es comprensible que se produzcan ausencias, a cualquiera le pasa enfermarse o tener que asistir a otras obligaciones, eso se entiende. Pero que un Diputado de cualquier partido tenga ausencias por encima del 25 % -tomamos ese porcentaje como razonable, los Diputados deben viajar a sus circunscripciones, lo establece la Constitución, y también les da gripe o se indigestan, en cualquier caso equivale a una semana de cada mes del año- es pura y simplemente ilícito, anticonstitucional, irresponsable y, por todo ello, intolerable.

La Mesa de la Unidad Democrática ya empezó por limitar la participación directa de los electores para escoger sus representantes a la Asamblea Nacional, y convoca a elecciones primarias parciales en sólo 38 de los 87 circuitos electorales en el país. Ello demuestra el abuso con el ciudadano que pide a gritos poder elegir a su representante y que no sea impuesto a dedo por un cogollo partidista y se repartan los cargos de elección popular como un botín; que ahora les falte tiempo no es excusa, porque bastante tiempo tuvieron los partidos opositores para prepararse.

En el oficialismo las cosas no son demasiado diferentes. Hablan de primarias, pero hay movimientos muy fuertes –Marea Socialista, pongamos por caso- que reclaman estar siendo excluidos. Puede entenderse –digamos más bien soportarse- la disciplina partidista, y hasta el segundo lejano lugar en el cual mantienen a los partidos colaboradores. Pero, ¿realmente hay democracia dentro de la estructura chavista, representan los Diputados oficialistas a las comunidades que los eligieron? ¿Trabajan todos los días –siquiera el 75 % del año- los diputados oficialistas?

A estas alturas, en medio del caos en que nos mantiene un Gobierno incompetente, más preocupado por alardes, proclamas y promesas que recicla una y otra vez, tanto la presidencia de la Asamblea Nacional, como las directivas del Psuv, del Polo Patriótico y de la Mesa de la Unidad Democrática MUD, deberían estar  aireando públicamente los nombres de aquellos Diputados, “independientes” o dirigentes de partidos y grupos, que tienen inasistencias en exceso y ahora aspiran a ser reelectos, es lo menos que se le puede pedir a esas dirigencias. ¿O también es mucho pedirle, especialmente a dirigentes que han ido saltando de partido en partido para mantenerse cobrando, y a otros que llevan décadas aferrados a las jefaturas de sus partidos?

Ellos, los dirigentes, deben ser los primeros garantes de que cada uno de los militantes y simpatizantes de los partidos y grupos que aspiren a ser electos Diputados realmente representen a sus comunidades. Que mantengan la relación con sus partidos, que se guíen por las ideologías, que cumplan con normas de sus organizaciones, pero que tengan muy clara su representación de aquellos hombres y mujeres que los eligieron, que los elevaron al Poder Legislativo. Porque ésa es su primera obligación, todos los días del año. Como Diputados, como integrantes del Poder Legislativo elegidos por el pueblo, ellos y ellas son los dirigentes.

 
@ArmandoMartini


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