Armando
Martini Pietri: Venezuela, ¿viable o inviable?
En la República Bolivariana de Venezuela -y en la
de antes que no era llamada bolivariana-, el petróleo es y era casi todo y todo
depende de él y sus precios, al bajar su valoración se encienden las alarmas y
se comienza a debatir cuan viable es el país, siempre saqueado por sirios y
troyanos en todas sus épocas. Irrefutable realidad.
No obstante, pensar que todos nuestros sufrimientos
sólo se pueden imputar a los bajos precios del petróleo o al gobierno del
Presidente Maduro y su típica forma de ¿dirigir? al país, sería una
equivocación muy grande y hasta una injusticia.
Guste o no, la mayoría de los problemas que
enfrentamos y enfrentaremos tuvieron su origen durante la estadía en la
presidencia del hoy difunto Presidente Hugo Chávez y algunos de quienes lo
antecedieron. Porque si bien es cierto, que el desmejorado progresivo de las
instituciones, convertir PDVSA en la caja chica del gobierno y su –casi- única
fuente de recursos financieros públicos, son sin duda hechos que contribuyen y
explican gran parte de lo que hoy ocurre. La inflación, el déficit, los
subsidios a todo, el desabastecimiento también estaban presentes antes de 1999.
No reconocerlo es una necedad que desvirtúa el análisis objetivo.
Lamentable para Venezuela y sus ciudadanos Nicolás
Maduro no tiene -ni en sueños-, el carisma y liderazgo de Chávez, y la
oposición –MUD- está desarticulada e inmersa en sus peleas e intereses
personales y partidistas sin poder convencer ni atraer. Triste, muy triste, y
aún más angustiante, esta circunstancia que vivimos, y debemos asumirla y
aceptarla con valentía para así, evidenciada la enfermedad, podamos prescribir
la medicación correcta y salir adelante.
El control del gobierno es
incompleto y el chavismo se enfrenta a una bicefalia formal,
donde Maduro comparte el poder –créanlo o no- con Diosdado
Cabello, Presidente de la Asamblea Nacional. Para peor, dentro del partido
gobernante, el PSUV, coexisten múltiples líneas de fractura entre los diversos
grupos que pugnan por imponer su agenda y promocionar sus dirigentes. Los
resultados de las primarias se sabrán como estarán repartidas las cuotas de
poder en el oficialismo.
Tomando en cuenta la inmensa dificultad
económica, política y social de la situación venezolana, cabe preguntarse por
las salidas a la crisis, o lo que es lo mismo, ¿cuánto puede
aguantar Nicolás Maduro al frente del gobierno? La respuesta no es
sencilla dadas las múltiples variables que condicionan la capacidad de
resistencia del chavismo. Hoy el Presidente se aferra con pasión y frenesí a la
imagen y legado de Hugo Chávez y tiene mucha razón en hacerlo pues aun no se ha
consolidado y correría un riesgo descomunal si tratara de ignorarlo.
En algún momento de este año, una vez
agotadas las líneas de crédito, Maduro debería impulsar duras medidas
de ajuste. Y si no lo hace él la impopular tarea le tocará a quien le
sobrevenga, sea quien sea: fuerte devaluación, recorte del gasto público y de las
políticas clientelares y asistenciales, fin del subsidio a la gasolina y otros
productos básicos. En definitiva, las muy temidas y tan cacareadas medidas
neoliberales que pueden promover protestas violentas, ya no de la oposición
política sino de sectores próximos al chavismo. De proseguir las dificultades
actuales no sería descartable la suspensión de las elecciones parlamentarias,
-a pesar de la insistencia presidencial en realizarlas- algo que afectaría aún
más la imagen exterior del país, pero que también aumentaría la movilización
opositora y que se pudiera utilizar –el gobierno- para acusarlos de
saboteadores electorales y de generar acciones violentas y contra la
democracia.
Por otro lado los conflictos de la
oposición son múltiples y complejos. Hasta la Conferencia Episcopal señaló,
semanas atrás, que la oposición no había sido capaz de concebir propuestas que
permitieran que la inmensa mayoría de los venezolanos descontentos se sumaran a
las actividades de la MUD; sin quererlo o no, la cúpula eclesiástica estaba
dejando al descubierto una de las grandes fallas de las que adolece la
coalición opositora. Además de lo que hemos insistido en artículos anteriores, el
gran error es insistir tercamente en el doble discurso y la doble moral de
algunos voceros opositores.
Pero la oposición, con recursos mucho
más limitados, está obligada a preguntarse: ¿Quién sucedería a Maduro y
cuándo, si fuere el caso? ¿Qué posibilidades tiene la oposición de llegar al
poder y, de tenerlas, qué políticas debería impulsar? ¿Contaría con los
recursos necesarios o debería enfrentar una complicada coyuntura marcada por la
emergencia y las políticas de ajuste? Las respuestas a estas y muchas otras
interrogantes le ayudarían a fijarse una estrategia propia y de contenido que
deben ser sin prórroga del conocimiento de los ciudadanos, no como es usual y
costumbre con engaños y demagogia sino con claridad y transparencia que merece
el difícil momento es decir, la pura verdad.
Si en los próximos meses el gobierno,
cada vez más aislado internacionalmente y con menores recursos, no toma la
iniciativa en materia económica, política y social, los escenarios se irán
complicando y las soluciones serán más complejas y complicadas de implementar.
Todo parece que está en manos del Presidente Maduro, sus asesores y más
cercanos colaboradores aunque siento mucho temor que fracase en su
intento. Por lo pronto la estrategia es –muy lamentable- insistir en
dividir y polarizar entre los burguesitos y sifrinitos que nunca volverán y el
pueblo llano y humilde que ahora cree -erróneamente- que gobierna. Lo peor es
que también empieza a creer, cada día más, que eso también es mentira.
La solución, lo sensato, lo
aconsejable, lo prudente, lo correcto y hasta lo político de implementar, seria
convocar a toda la sociedad venezolana, con independencia de filiación política
o ideológica, a converger en un gran pacto para salir de la crisis. Se entiende
y hasta se comprenden los dogmas y el legado dejado que hay que cuidar pero
mantenerse inmóvil y cabezudamente comprometido no salvará al país y al
Gobierno de Maduro y del PSUV de la crisis, por el contrario se acentuará y
podrían ser víctimas de su propia tozudez.
Seguramente habrá algunos que no
quieren o no desean el diálogo por aquello de que con la dictadura no se
negocia, y otros tampoco creen en elecciones por lo de la trampa y la ventaja
oficialista; otros apoyan y se lanzan a dialogar y pasan a ser complacientes y
cómplices. En fin, cada quien tiene su percepción de cómo solventar la
situación y todas tienen sus razones y fundamentos y hay que respetarlas porque
nadie es dueño de la verdad, pero lo que sí es cierto, es que trancando el juego
y no explorando alternativas lo seguro será una crisis de dimensiones
desconocidas o, peor aún, un enfrentamiento entre venezolanos. Por
ello el título: Venezuela,
¿viable o inviable? Quizás sería mejor preguntarnos ¿es viable? Pues bien, es
responsabilidad y obligación de todos hacerlo viable.
@ArmandoMartini
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