El reto de la
Democracia Cristiana ante la barbarie inconstitucional del poder en Venezuela
Por José Amando Mejía Betancourt.
Sumario
Introducción: La debilidad
política de la oposición democrática.
A.-
La ampliación de la estructura política de la oposición democrática.
1.-La movilización
política sin fines electorales como problema.
2.-El resurgimiento de
una nueva Democracia Cristiana parlamentaria en Venezuela.
3.- La organización de
la nueva Democracia Cristiana.
B.-
Los desafíos inmediatos de la Democracia Cristiana.
1.- La defensa de la
Asamblea Nacional.
2.- Armonizar las luchas
políticas de la sociedad civil.
3.- La resistencia a la
dictadura militar.
Conclusión: La urgente
obligación de construir la nueva Democracia Cristiana.
Introducción:
La debilidad política de la oposición democrática.
La Asamblea Nacional tiene la obligación
de desconocer a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ),
que con sus temerarias sentencias la ha vaciado de sus naturales competencias
constitucionales de legislar y de control del Gobierno y la Administración
Pública Nacional,
concentrando todo el poder público en manos del Presidente de la República.
Situación que constituye una barbarie anti-jurídica y una violación absoluta de
la Constitución a la que ha hecho perder su efectiva vigencia.
Esta acción de desconocimiento de la Sala
Constitucional que debe ejecutar y consumar la Asamblea Nacional es de
naturaleza constituyente y, por tanto, de una tal envergadura política que
requiere de un sólido respaldo y un acompañamiento comprometido y permanente de
la sociedad civil, que debe movilizarse a todo lo largo y ancho del territorio
en defensa del sistema constitucional. No hay duda que la nueva y contundente
mayoría democrática de la Asamblea Nacional tiene toda la voluntad política de
recuperar sus competencias y atribuciones que le han sido arrebatadas por la
reiterada e inconstitucional jurisprudencia de la Sala Constitucional
y, para ello, cuentan con el firme apoyo de la comunidad jurídica venezolana
que está escandalizada ante los atropellos inconstitucionales de que es objeto
la Asamblea Nacional.
Pero, los obstáculos y las dificultades que tiene el Parlamento venezolano para
enfrentar a la Sala Constitucional
derivan principalmente del hecho de carecer del respaldo necesario,
contundente y decidido de la sociedad civil a la cual representan, lo que le
impide asumir con determinación ese combate jurídico-político en defensa del
Estado de derecho y la democracia.
Este escenario nos permite apreciar como
la oposición democrática venezolana tiene
una gran debilidad frente al poder autoritario del chavismo , pues carece de un
partido político fuerte que la represente y que sea el instrumento fundamental
que, conforme a lo que enseña la Ciencia
Política, haga posible asumir con decisión un reto y una acción política de
esta naturaleza.
Lo que a su vez ayuda a entender porque el modelo bipartidista que existió en Venezuela
sucumbió víctima de la lógica caudillista y personalista del sistema
presidencial de gobierno, que acabó con los mismos partidos que lo crearon y
del cual se beneficiaron.
El eclipse histórico y político de los
grandes partidos de la democracia, ha hecho que a partir de entonces, el
sistema de partidos no ha recuperado la vitalidad, fuerza y brío que tenía en otros tiempos y que le daba una estabilidad
envidiable al sistema político.
Y surgieron otro tipo de partidos mucho
más modestos y sobre todo electoralistas,
concebidos fundamentalmente para enfrentar desafíos electorales, pero que
carecen de la potencia y la envergadura suficiente que se requiere para
canalizar otro tipo de objetivos políticos distintos, como por ejemplo, el de
producir un sólido respaldo de la sociedad civil a la Asamblea Nacional en la
defensa de sus competencias constitucionales. Lo que demuestra fríamente que si bien tienen la estructura y movilidad
para hacer ganar unas elecciones a la oposición democrática, carecen de la
fuerza suficiente para defender los resultados.
A partir del derrumbe de
los grandes partidos venezolanos “Acción Democrática” y “Copey”, el sistema se
recompuso en un multipartidismo con organizaciones pequeñas y medianas, pensadas
primordialmente como fuerzas electorales y comportándose como instrumentos de competición en eventos de naturaleza
eleccionaria,
con un alcance limitado de acción y actividad, lo que coincidió con la llegada del chavismo
al poder en Venezuela.
Desde entonces, la oposición democrática se concentra y focaliza
primordialmente en una continua lucha electoral durante la era chavista y hasta
ahí han llegado sus posibilidades políticas.
Pero, ahora, entre
gobierno y oposición está planteada otro tipo de confrontación diferente sin
fines electorales, ya que se trata de una formidable disputa jurídico-política
por la defensa del triunfo electoral del 6 de diciembre de 2015
y la consolidación de la mayoría parlamentaria de la oposición democrática, lo que
va mucho más lejos de lo comicial. De
cara a la desfachatez de un gobierno que ya se ha transformado en dictadura
militar
y que al desconocer la victoria electoral de la oposición ha provocado el
hundimiento de la Constitución venezolana a la que le ha hecho perder su
efectiva vigencia.
El respaldo a la Asamblea Nacional y la
recuperación de sus competencias constitucionales constituyen, en efecto,
combates políticos necesarios pero tienen una naturaleza jurídica y ciudadana
distinta al pugilato eleccionario, que los partidos de la oposición democrática
no pueden ni quieren afrontar por no tener la potencia suficiente para ello, ni
haber sido concebidos para actuar en un
horizonte que no sea primordialmente el electoral. Se explica, entonces,
porque estas organizaciones políticas
privilegian involucrarse, antes que nada, en agendas electorales como el
mecanismo del referendo revocatorio al
Presidente que está en curso,
que participar en otro tipo de confrontación jurídico-política como el de
defender la integridad institucional de la Asamblea Nacional, a la cual, poco a
poco, están abandonando a su suerte y dejando solos y sin respaldo a sus
diputados. Pues si se ganaron abrumadoramente las elecciones del 6 de diciembre
de 2015 y se eligió una mayoría absoluta de la oposición democrática, de lo que
se trata actualmente es de defender sin titubeos esa victoria electoral.
Lo sensato y obvio no es sacrificar a la Asamblea Nacional para apostar, de
manera miope y restringida, todos los dados al referendo revocatorio
presidencial como en el canto llanero de “Rosalinda”, sino que, hay que armonizar ambas acciones en una
estrategia política inteligente, complementaria, lúcida y de buen juicio.
Si bien la dimensión
eleccionaria de la lucha política es muy importante no es suficiente, pues las
posibilidades previstas en la Constitución para su defensa van mucho más allá
de lo estrictamente electoral. Por lo que no se puede aceptar la opinión de aquellos que afirman,
permanentemente, que en lo electoral se agotan todas las posibilidades
constitucionales de la sociedad democrática para
actuar y movilizarse políticamente contra el poder chavista, porque no es
verdad; ya que, tan constitucional fue luchar por ganar unos comicios como los
parlamentarios del 6 de diciembre de 2015, como hacerlo para que se respete el
resultado electoral y se le devuelvan a la Asamblea Nacional sus competencias
constitucionales.
Pero la corriente mayoritaria de la MUD y de los partidos que la
integran, ven
prioritariamente la dimensión electoral del combate político en Venezuela,
por lo que rehúyen cualquier otro tipo de enfrentamientos de orden
político-jurídico con la dictadura chavista
y viven en una ilusión y agitación electoral permanente.
Si constatamos que la
situación política e institucional de Venezuela está actualmente bloqueada de manera irregular y
anormal en beneficio del gobierno chavista, que luego de perder las elecciones
del 6 de diciembre de 2015 ha violentado gravemente el orden constitucional y
previsiblemente lo seguirá haciendo, a pesar de que la oposición democrática
constituye una mayoría política tanto parlamentaria como a nivel nacional; se
hace necesario tomar conciencia de la necesidad que la sociedad democrática se active de una manera más amplia,
categórica y permanente, mediante un gran movimiento político que despeje la situación política y logre reconducir este inaudito estado de cosas
al sendero de la constitucionalidad.
Por ello queremos proponer la idea que debe
resurgir un nuevo y gran partido político en Venezuela que refuerce la acción
política de la sociedad democrática. Pues pienso que en este momento la vía
venezolana para la toma de conciencia política y de lucha contra la dictadura
debe ser la de un gran partido político.
A.-
La ampliación de la estructura política de la oposición democrática.
Si la oposición democrática está
consciente de su actual debilidad
política para afrontar desafíos y combates más allá de lo electoral, tiene
entonces por delante la difícil tarea de pensar en ampliar su estructura
política ante la barbarie inconstitucional del poder chavista; y debe decidirse
sin más titubeos en dotarse de una organización partidista que como herramienta
tenga la fortaleza suficiente para servirle de complemento, apoyo y sostén. Que
le permita y haga posible utilizar
cabalmente todas las potencialidades y recursos de todo tipo de que dispone,
tanto humanos como materiales, para aumentar la legítima resistencia al poder chavista. Pues es evidente que la falta de
una gran organización política imposibilita a la sociedad civil aprovecharse útilmente
de todas sus capacidades y dificulta el sacarle provecho a todos sus atributos,
que se están desperdiciando por falta de uso en la lucha política lo que
favorece a la dictadura.
No
se trata de una nueva organización para que entre a competir en el terreno
electoral con la MUD, que ya lo hace muy bien y con éxito, sino de ofrecer una
fórmula para que la sociedad civil aproveche sus capacidades sub-utilizadas y
que permanecen dormidas. Si la MUD está ordenada principalmente como una
estructura de competición para enfrentar al chavismo en los frecuentes eventos
electorales, entonces el nuevo partido político debe ser concebido como una
estructura colectiva que propicie cambios institucionales profundos en
Venezuela, asuma objetivos jurídico-políticos distintos a lo electoral pero
igualmente importantes,y
enfrente al régimen chavista en los otros escenarios donde se manifiesta la
dictadura.
El nuevo partido está llamado a ser un
instrumento que promueva y facilite la movilización permanente, decidida y
responsable de la sociedad democrática en espacios distintos a lo electoral.
Y tener en cuenta que la doctrina de la Ciencia Política nos recuerda “que el
poco interés en relación a los partidos políticos le hace sobre todo el juego
al poder, que encuentra frente a él a personalidades aisladas en lugar de
partidos poderosos”.
1.- La movilización política sin fines electorales como problema.
El gran problema de la sociedad democrática es
la necesidad de que se mantenga en actividad y movimiento constante, ya que
únicamente se pone intermitentemente en acción cuando se presentan eventos
electorales. Pues para poder producir el rescate de la democracia en Venezuela
es necesario convocar a los ciudadanos a que se incorporen activamente a la
defensa del Estado de derecho, motivarlos y poner al pueblo en pie de lucha permanente
contra la dictadura militar chavista.
La oposición democrática
a pesar de ser largamente mayoritaria en la Asamblea Nacional y en el país, no
puede hacer funcional su poder político ni si quiera en la propia Asamblea
Nacional,
porque carece de un decidido respaldo popular amplio, contundente, comprometido
y duradero. Los partidos políticos que conforman la coalición de la Unidad
Democrática (Mesa de la Unidad Democrática “MUD”) no tienen individualmente ni
en su conjunto, la fuerza política para generar y provocar una fuerte
movilización de los ciudadanos sin fines
electorales y ahí está precisamente la debilidad que constituye el talón de
Aquiles de la oposición democrática. Por ello es necesario que resurja en
Venezuela un gran partido político que provoque la movilización permanente de
la sociedad civil en su lucha contra la dictadura chavista.
En el pasado existieron grandes partidos
políticos como “Acción Democrática” y
“Copey”, que tenían individualmente la fuerza
suficiente para activar masivamente a los ciudadanos.
Pero, actualmente, ante la ausencia histórica y el vacío dejado por las grandes
organizaciones políticas del bipartidismo, no hay ningún partido en la MUD que por sí solo o acompañado de otras formaciones, tenga la fortaleza y el
vigor suficiente para provocar la movilización popular que se requiere para
poder desplazar del poder a la dictadura chavista; lo que es una dramática
debilidad de la oposición democrática que la está pagando muy cara en este
momento.
Aquellos grandes partidos, antes que empezara su decadencia, eran fuerzas de
acción con la capacidad y la ambición de orientar y dirigir cambios políticos
de trascendencia,
pero, como hemos dicho, ahora los partidos son presidencialistas,
electoralistas y personalistas, de talla mediana y sin mayores ambiciones
nacionales ni históricas que sus propias posibilidades y el horizonte hasta
donde llega su mirada.
Así las cosas, además, a
la hora actual, cuando la sociedad civil está exigiendo urgentes cambios
políticos y a la Asamblea Nacional le resulta muy difícil actuar por faltarle un
suficiente respaldo popular, entonces, obviamente, hay que hacerle ver a los
ciudadanos que no basta con haber otorgado una mayoría parlamentaria a la “Mesa
de la Unidad Democrática”, sino que deben
asumir la responsabilidad de involucrarse a fondo en un combate político más
allá del voto y defender con todas sus fuerzas a esa mayoría en la Asamblea
Nacional y a la institución misma.
Que tiene una gran importancia en nuestro sistema político y que se ha visto
irregularmente neutralizada por la inconstitucional actividad jurisdiccional de
la Sala Constitucional. Si los partidos políticos venezolanos tuvieran
conjuntamente un potencial de penetración ciudadana, ya hubieran liderado una
movilización popular en defensa de la Asamblea Nacional contra la Sala
Constitucional, pero no lo han podido hacer porque su limitada capacidad
política no se los permite.
Es evidente que la Asamblea Nacional tiene la voluntad de lucha pero siente una
perturbadora fragilidad por la falta de respaldo
popular.
Por otra parte, recordemos
que al ser la “acción de desconocimiento” de una autoridad pública
de naturaleza constituyente con la pretensión de proteger a la Constitución,
se trata de una acción política primigenia y originaria del poder del pueblo
que se da en situaciones extraordinarias y ante acontecimientos impredecibles; como
en la actual circunstancia cuando la Sala Constitucional chavista pretende con
sus sentencias acabar con toda la estructura constitucional de la democracia y
crear un nuevo orden comunista al estilo de la dictadura cubana.
Por ello es necesario un enorme esfuerzo político del pueblo y un trascendental compromiso histórico de la
sociedad civil con la Constitución, más allá del voto.
2.- El resurgimiento de una nueva Democracia Cristiana parlamentaria en
Venezuela.
Dadas las debilidades y
limitaciones de los partidos de la
oposición democrática que integran la coalición electoral de la MUD, es necesario y conveniente que surja en
Venezuela un nuevo gran partido político. Que pueda liderar a la sociedad civil
en otros combates jurídico-políticos y la incite a asumir activamente sus responsabilidades
constitucionales, llene el vacío que tiene la estructura partidista de la
oposición, amplíe su horizonte de acción y complemente a la MUD en sus
esfuerzos políticos.
Todo parece indicar que la aparición de un
gran partido democrático en la vida política venezolana es perfectamente
posible y viable; organizarlo es una operación relativamente sencilla si se
utilizan los medios gerenciales y técnicos modernos; y sobre todo, es un trabajo
que se puede realizar con mucha rapidez si la sociedad civil se involucra con
seriedad y entusiasmo.
En este sentido creemos posible el
resurgimiento de la Democracia Cristiana en Venezuela sobre la base tres consideraciones fundamentales:
La primera, que se relance la Democracia
Cristiana a partir de las ideas que conforman el proyecto de cambiar el sistema
político, para que Venezuela se transforme en una moderna democracia
parlamentaria y abandone el régimen presidencial de gobierno.
La segunda, se refiere a que, como hemos
dicho, existe en la actual coyuntura política la necesidad urgente de que brote
en la sociedad democrática un poderoso y comprometido movimiento político, para
que impulse importantes acciones y movilizaciones jurídico-políticas más allá
de lo electoral y aproveche las capacidades de la sociedad civil que están
aletargadas y adormecidas, las cuales se requieren para restablecer el Estado
de derecho y la democracia.
Y la tercera consideración consiste en
que se debe pretender refundar una nueva
Democracia Cristiana, en el sentido de que sea recién hecha, distinta y
diferente a la que antes había.
Si bien se requiere de
formulaciones politológicas más acabadas para hacer un examen más completo, se
impone pensar en la necesidad que un gran partido civil y democrático aparezca
de nuevo en nuestra historia, para que levante la fuerza necesaria y aproveche
la energía existente en el seno de la sociedad civil con el fin de activar y
movilizar a los ciudadanos en defensa de la institucionalidad democrática.
Y esa fuerza política tiene que brotar ahora, necesariamente, de la “Democracia Cristiana” por múltiples
razones. La primera de ellas es constatar que este nuevo partido no ha podido
emerger del campo de la “Social Democracia”, donde una operación de esta naturaleza luce llena
de dificultades y casi que imposible, pues no se tiene la visión de futuro y el
liderazgo necesario para ello. Así vemos como la “social Democracia” venezolana
solo
se ha podido recomponer electoralmente de manera limitada y pragmática en
varios de los partidos que integran la MUD, que se reparten con pequeñas
diferencias esa misma corriente de pensamiento y se distinguen simplemente por el
personalismo intransigente de sus dirigentes.
La “Social Democracia”
como organización y corriente de pensamiento aparte de estar muy debilitada y
dividida en Venezuela,
tiene una severa crisis de identidad tanto nacional
como internacionalmente,
en relación al papel que debe jugar el Estado en la sociedad y a su rol en una
economía de mercado; por lo que su comportamiento político resulta
frecuentemente de un pragmatismo desorientado, lo que la hace lucir ambigua y
contradictoria.
Y, las posibilidades de desarrollo organizacional, renovación ideológica y
operativa del partido “Acción Democrática” están estancadas desde hace mucho
tiempo; partido que permanece inmutable en el tiempo sin mayores miras, anclado
en la contemplación nostálgica de su
pasado histórico y con una permanente
desconfianza en su propia sombra.
Por su parte, la
“Democracia Cristiana” puede forjarse una nueva identidad al absorber su pasado
más fácilmente sin ser su expresión ni quedar atrapado en él, al tiempo de
ordenarse conceptualmente hacia el futuro; y desde mi punto de vista, dispone,
además, de la capacidad intelectual para entender, debatir y asumir el proyecto
político de transformar a Venezuela en una auténtica democracia parlamentaria.
Con lo cual se sumergiría de nuevo en la trama
de la vida política venezolana y estaría dando un enorme salto adelante que le
proporcionará una gran credibilidad y el impulso necesario a su recuperación. Además, hay elementos de la coyuntura
política actual
y del micro clima político del partido “Copey”,
que son favorables al surgimiento de una nueva Democracia Cristiana y al inicio
de otro ciclo histórico para esta corriente política. Pues, la Democracia Cristiana
es una corriente de pensamiento y un movimiento político demasiado importante
para el futuro de Venezuela y no puede depender de las vicisitudes y luchas
internas de una organización política que luce para muchos en decadencia.
La teoría enseña que los
partidos son el instrumento fundamental de la acción política.
Y la falta, en este momento, de un gran partido político como en su momento
fueron “Acción Democrática” y “Copey”, es el espejismo que están viendo los
militares chavistas para creer en la viabilidad de su proyecto dictatorial. Es
una gran ironía que la debilidad de la oposición democrática consiste en que a pesar de ser ampliamente
mayoritaria en el país, no puede hacerla funcional como expresión del poder
político por carecer de esa esencial herramienta política.
Lo que constituye una situación anormal de la cual se aprovecha astutamente el
gobierno chavista para violar permanentemente la Constitución cada vez que le
da la gana y mantener su dominación sobre la sociedad. Es por ello que resulta
necesario que reaparezca de nuevo un gran partido civil y democrático en la
escena política de Venezuela, que por muchas razones debería provenir de la
corriente de pensamiento de la Democracia Cristiana.
Si transformar a
Venezuela en un régimen parlamentario es una idea válida para la recuperación
institucional de nuestro país, también lo es para fundamentar el renacer y el
resurgimiento de la Democracia Cristiana como movimiento político. Es más, luce
necesario que se reactive la Democracia Cristiana para que este trascendental
cambio institucional de transformar a Venezuela en una democracia parlamentaria
se pueda producir y, a su vez, valga para el inicio de una nueva y sólida etapa
política e histórica de la Democracia Cristiana en Venezuela, como factor fundamental para el rescate y
restablecimiento del Estado de Derecho y la regeneración de la democracia.
Además, específicamente,
como hemos dicho, en la actual coyuntura político-jurídica cuando la
Constitución se ha derrumbado, el trastorno político de semejante
acontecimiento exige, pues, de una movilización sin precedentes de la sociedad
civil, que puede ser animada, estimulada y motorizada por la nueva Democracia
Cristiana a partir de la idea del cambio del sistema político venezolano y de
los valores universales del humanismo cristiano.
Hace falta por lo tanto, de la inspiración de un proyecto político motivador de
largo aliento como el que se plantea de transformar a Venezuela en una
democracia parlamentaria; de un movimiento político decidido, aguerrido, comprometido y organizado
que impulse el cambio político-institucional
a nivel nacional; y de una nueva visión inteligente de la movilización popular
como estrategia.
Estos elementos conjugados se pueden constituir en la plataforma de
relanzamiento de la nueva Democracia Cristiana, de manera que la delicada
situación política en Venezuela luce como una oportunidad para
conceptualizar, iniciar y promover su
rápida expansión;
y hacerla jugar un papel protagónico y fundamental en el adelanto y ejecución
del cambio político que reclama Venezuela e iniciar una nueva etapa histórica.
El proyecto de transformar a Venezuela en una
democracia parlamentaria lo hemos abordado en otros artículosy no lo vamos a tratar aquí, aunque es
necesario que continúe y aumente el intercambio intelectual sobre este tema
fundamental,
por lo que vamos a concretarnos
específicamente en los problemas de la organización de la nueva Democracia
Cristiana. Conscientes de que debe pasar de ser una construcción abstracta a un
instrumento práctico al servicio de objetivos concretos para impregnar de nueva
energía y esperanza a la sociedad y, así, recuperar el territorio que ha dejado
vacante durante su larga ausencia de la vida política venezolana.
3.- La organización de la nueva Democracia Cristiana.
La organización de la nueva Democracia Cristiana venezolana se
debe hacer utilizando los métodos
contemporáneos de gerencia y las herramientas de las nuevas tecnologías de
información y comunicación (TIC). Para que mediante una plataforma virtual de
internet y apoyándose en criterios programáticos y operativos de incitación a
la sociedad civil a la acción política, se constituya rápidamente la nueva organización política.
En cuanto a la
organización se puede, por ejemplo, diseñar una estructura auto-organizada y
descentralizada, que permita a pequeños
grupos de ciudadanos (comités de base ciudadanos), abordar y resolver problemas
mediante la cooperación y sacando provecho del conocimiento colectivo, pero
comunicándose y relacionándose entre ellos mediante la plataforma virtual. La
nueva organización pasará a ser inicialmente una relación virtual en el proceso
de arranque hasta que se concrete su consolidación con la interacción y
retroalimentación de lo virtual con lo
presencial. Así se ganará enormemente en rapidez y tiempo para organizarse tal
y como como lo exige la realidad política.
La primera tarea debería
consistir en transmitir y comunicar mensajes motivadores y estímulos
positivos a la acción descentralizada y a la movilización general de la
sociedad civil. Para lo cual deben producirse acuerdos fraccionados y de producción participativa entre los grupos de ciudadanos
(comités de base ciudadanos) en relación a como movilizar a la sociedad
civil. Se debe pensar en la teoría
y la práctica de la movilización
política, para que la sociedad civil pase de la contemplación a la acción
política, tal y como lo enseña la doctrina de la Democracia Cristiana. La
teoría está marcada por ideas que fundamentan sólidamente la corriente de
pensamiento demócrata cristiano.
La práctica es el desarrollo sobre el terreno de acciones para provocar la
actividad, movimiento y la participación efectiva de los ciudadanos. Se
requiere, pues, construir consensos, en el entendido que la actividad práctica
es precisamente la construcción de esos consensos a nivel de base sobre las
tareas de movilización.
La idea es favorecer la
coordinación y construcción de un colectivo complejo integrado por los comités
de base de los ciudadanos, que autónomamente mediante acuerdos se puedan ir
organizando, auto-gestionado y fijen sus propios objetivos y medios de acción.
Es de pensar que se hará mediante una dinámica territorial partiendo de lo
estrictamente local, para luego ir acordando estructuras territoriales más
amplias en la medida que los acuerdos entre ellos lo hagan posible. El criterio
debe ser la configuración de una organización descentralizada y responsable.
La movilización debe
realizar todo su potencial a partir de los propios ciudadanos que asumen su
responsabilidad en la acción política, con el acompañamiento de la Democracia
Cristiana que se perfila entonces como el canal y la vía para construir el
cambio político. Así, la Democracia Cristiana puede comenzar su proceso de reposicionamiento,
conformando una estructura descentralizada de incitación y estímulo a la
movilización popular y generar con ideas un conjunto de motivaciones
interpersonales que sean el motor de la decisión colectiva ciudadana y de la
acción. Formando una organización no ingenua que se prepara para todas las
situaciones y que debe visualizar todos los métodos del combate político,
incluso los clandestinos que se conocen de la época de las dictaduras que hemos
soportado en nuestra historia, hasta que el Estado de Derecho y la democracia
se restablezcan de nuevo en Venezuela.
La nueva Democracia
Cristiana debe ser concebida como una estructura virtuosa de incitación, para
que cada ciudadano se pueda desenvolver en un colectivo capaz de resolver problemas
de la sociedad. De lo que se desprende que ni la sola información del problema,
ni una agitación partidista inducida,
es suficiente para que se produzca la movilización política general de los
ciudadanos.
Por ello hay que comprender con claridad el nuevo papel de la Democracia
Cristiana en Venezuela, que debe orientarse en este momento histórico hacia la
acción política en defensa del Estado de Derecho y la democracia y a emprender
una acción colectiva que debe catalizar, facilitar y animar; ante una crisis
del liderazgo nacional de los partidos opositores enfocados en sus propias
agendas electorales que les impide actuar en conjunto.
B.-
Los desafíos inmediatos de la Democracia Cristiana.
La nueva Democracia Cristiana tiene por delante el objetivo de llenar un
vacío en la estructura política de la sociedad democrática y el difícil empeño de orientar y canalizar a
la Sociedad Civil ante la barbarie inconstitucional del poder chavista. Y asumir, por tanto, el reto de restablecer el
Estado de Derecho, regenerar jurídicamente a la democracia y situar la sociedad civil en el centro del pacto constitucional
venezolano.
Sus objetivos inmediatos deberían ser el
de constituirse en el apoyo fundamental de la Asamblea Nacional en la defensa
de sus competencias constitucionales, movilizar a la sociedad civil frente a
los actuales desafíos institucionales y políticos, brindar una apoyo sostenido
a la MUD en su lucha electoral y enfrentar a la dictadura militar en todos los
terrenos donde ella se manifieste. Pero,
principalmente, la nueva Democracia Cristiana debe verse como un esfuerzo de la
sociedad civil de largo aliento institucional en el mediano y largo plazo, que
permita hacer viable los grandes cambios constitucionales que requiere
Venezuela y dar sostenibilidad política a su futuro desarrollo económico y
social.
1.-
La defensa de la Asamblea Nacional.
Se hace necesario que resurja un gran
partido político para que asuma la defensa de la Asamblea Nacional y le permita
recuperar sus competencias constitucionales, porque la actual estructura
política de la oposición conformada por la coalición electoral de la MUD no lo puede hacer.
Hay que entender que una cosa es ser una
herramienta electoral y otra distinta una fuerza política. La Mesa de la Unidad
Democrática (MUD) ha funcionado primordialmente
como instrumento electoral, mas no como una poderosa fuerza política que
va mucho más allá y que hay que crearla.
Se ha hecho evidente y eso se sabe desde hace tiempo, que luego del derrumbe de
“Acción Democrática” y “Copey”, el sistema de partidos políticos quedó muy
menguado y no se ha recuperado. Por lo que hoy, a pesar de que la oposición es
ampliamente mayoritaria en el Parlamento y en el país, no tiene el respaldo de
un movimiento político que le dé la seguridad y la fuerza que se requiere para
imponer constitucionalmente esa mayoría y asumir la parte del poder político
que le corresponde y que le otorgó el pueblo venezolano.
Los ciudadanos también comienzan a
entender que cuando gobierna una dictadura no es suficiente con depositar un
voto, sino que se requiere de un compromiso más amplio de acción a través de
los partidos y organizaciones tal y como lo enseña la teoría política, y que es
evidente que se deben asumir otras responsabilidades políticas además de votar.
Cuando se piensa que Asamblea Nacional es
un hecho político muy superior al conjunto de partidos que forman parte de la
MUD,
entonces se explica porque la mayoría parlamentaria no tiene el debido soporte
orgánico ni el respaldo partidista que requiere.
De alguna manera es una fuerza política que se puede ir perdiendo o diluyendo
por la corta visión y falta de soporte en la sociedad civil, que luego del
glamuroso triunfo electoral del 6 de
diciembre de 2015 empieza a desilusionarse y a tolerar que se le vaya de las
manos.
Por lo que, ahora, ante el vandalismo anti-jurídico que la Sala Constitucional
ha emprendido contra la Asamblea Nacional saqueándole sus competencias, la
sociedad democrática debe concebir una estructura organizativa de movilización que
le permita hacer valer el triunfo electoral del 6 de diciembre de 2015.
Lo que solo puede provenir de un resurgimiento de la Democracia Cristiana en
Venezuela, dado que la MUD y las organizaciones que la integran andan por otros
derroteros.
La sociedad civil debe entonces
involucrarse intensamente para consolidar su triunfo electoral y no permitir
que se lo neutralicen o arrebaten, defender a la mayoría parlamentaria y hacer
valer la cuota de poder político que le concedió el pueblo. Preocupa ver como
el Parlamento está un poco a la deriva y errabundo; y que se puede perder si los ciudadanos no se
involucran decisivamente más allá del voto, para impedir que la nueva mayoría
parlamentaria se desaproveche, desperdicie o se disuelva.
Ante esta realidad la Democracia
Cristiana debe resurgir con lucidez conceptual y realidad política, para crear
las condiciones necesarias que permitan al Poder Legislativo ejercer sus
funciones constitucionales de manera regular. Pensar que la Asamblea Nacional
está muerta al nacer es un gravísimo error político, y peor todavía abandonarla
por otras luchas políticas.
Y si la MUD ya decidió involucrarse a fondo en el objetivo de lograr el
referendo revocatorio poniendo la defensa de la Asamblea Nacional en el
refrigerador, entonces es necesario que la sociedad civil asuma la
responsabilidad de reivindicar constitucionalmente al Parlamento. Pues resulta incomprensible y
suicida que se le abandone y desperdicie en aras de otros objetivos como el
referendo revocatorio presidencial, que sin dejar de ser importante, como hemos
advertido, debe jugar un papel positivo y no negativo frente a lo que significa
el haber asumido el control del Poder Legislativo venezolano.
2.- Armonizar las luchas políticas de la sociedad civil.
Es necesario que resurja
un gran partido político que armonice las luchas de la sociedad civil, en el
sentido de que no discuerden o se rechacen las acciones que conforman el
combate político opositor ya que todas ellas deben concurrir al mismo fin; y
visto que la MUD no tiene la capacidad de hacerlo y respalda principalmente el
activismo electoral de la oposición.
La sociedad civil debe enfrentar dos escenarios de lucha que como oposición democrática debe
atender: el primero, un desafío jurídico-político que consiste en la defensa de
la Asamblea Nacional que se está quedando huérfana de apoyo y aislada en una
fría soledad; y el otro, un desafío electoral que consiste en el referendo
revocatorio del presidente, que goza del apoyo entusiasmado de la MUD y de los
partidos electoralistas que la integran.
Es precisamente ante el vacío político que se está creando alrededor de la
Asamblea Nacional, que planteamos la necesidad de que surja una nueva
Democracia Cristiana en Venezuela para que asuma su defensa y recuperación constitucional
y armonice las luchas políticas de la sociedad civil
No se puede aceptar que
la elección del 6 de diciembre de 2015 de la nueva Asamblea Nacional que
produjo una amplia mayoría de la oposición democrática, se perciba como una
operación y estrategia política fracasada; y que la única manera de encontrar
una solución a la crisis es recurrir, dentro de la consabida lógica
presidencialista, a un referendo
revocatorio para que luego de defenestrar al actual Presidente-dictador
instalar en el Gobierno a otro Presidente-democrático.
No se puede sacrificar la defensa de la Asamblea Nacional ni abandonarla a su
suerte, por la acción política en beneficio del referendo revocatorio, ya que
son procesos distintos pero paralelos y no tienen por qué interferirse ni solaparse sino armonizarse; pues una cosa
es el combate por la democracia jurídica que representa el Parlamento y otro el
combate por los mecanismos electorales de esa democracia jurídica.
Sin duda, el referendo revocatorio es la
opción preferida por los partidos electoralistas de la MUD, por su impotencia
de plantear batallas más allá de lo estrictamente electoral y porque pareciera
que luego del entusiasmo inicial tiraron la toalla con la Asamblea Nacional,
como dicen en el boxeo. Por lo tanto, la
Democracia Cristiana debe ser el instrumento que promueva en la sociedad
civil la responsabilidad de generar un amplio respaldo en la defensa jurídica y
política de la Asamblea Nacional y armonizarlo con el esfuerzo por el referendo
revocatorio.
Así las cosas, por su
parte, la sociedad civil que sin duda saldrá a votar en un referendo
revocatorio contra el Presidente de la República, debe comprender que al
involucrarse en una acción política más allá de lo electoral, además de
favorecer la realización con éxito del mismo, está asumiendo una
responsabilidad que habla de su extraordinaria madurez política. Lo que le dará
en el futuro la suficiente autoridad para exigir un papel central y protagónico
en la nueva Venezuela institucional que surgirá cuando se produzcan los cambios
políticos y constitucionales. En el sentido de que la nueva Venezuela
parlamentaria se deberá centrar y sostener, por una parte, en el Estado de
derecho y, por otra, en que la sociedad civil asuma las responsabilidades
fundamentales del desarrollo y
crecimiento económico de Venezuela. Pero, para que esto ocurra, la sociedad
civil debe ahora involucrarse a fondo en
acciones políticas mucho más allá de lo estrictamente electoral y posicionarse
como el actor fundamental de la futura Venezuela.
Si tenemos en cuenta que
la Asamblea Nacional es un hecho político muy superior a los partidos que
organizaron el triunfo electoral el 6 de diciembre de 2016 y que la obtención de una gran mayoría de la
oposición democrática fue obra de la sociedad civil, entonces, debe ser la
propia sociedad civil la que impulse los mecanismos de movilización popular,
como una dinámica orientada hacia el cambio y a estimular que ella asuma un compromiso
histórico con el Estado de Derecho y la democracia. Digamos las cosas con claridad: en la actividad y movimiento de la
sociedad civil está la clave de la cual depende el futuro de nuestra
democracia. Y con más claridad: la sociedad civil tiene la responsabilidad de
intervenir de manera contundente en el proceso de rescate de nuestro Estado de
derecho y de la democracia, ya que sin ella todo está perdido. Y se puede añadir que sin
un partido político fuerte no saldremos de esta situación.
Es pues un grave error
desinteresarse, dejar sola y abandonar políticamente a la Asamblea Nacional,
primero, porque ella es el legítimo cuerpo representativo del pueblo
democrático; segundo, porque la sociedad civil no puede
desentenderse con desenfado de sus responsabilidades políticas y descargarlas
ciegamente en sus representantes, dejándolos solos a la intemperie y a cielo
descubierto sin techo político alguno; tercero, lo más importante, porque es
necesaria que toda la sociedad civil se active si se quiere cambiar el rumbo
político de Venezuela. Quedó atrás el desinterés por lo político y la cosa
pública, porque ya se aprendió la
lección que la falta de compromiso con lo político les dejó el campo libre a
los brutos.
La nueva realidad debe ser la de una sociedad civil comprometida, adulta y
responsable de su actitud y comportamiento, lo cual se deberá reflejar de
manera contundente en la futura organización política de Venezuela.
Hay que comprender que
el discurso jurídico se instaló en la sociedad venezolana y convencer a la
ciudadanía es una cosa que se puede decir
que ya se logró.
Pero otra diferente es reclutar ciudadanos y organizar a la sociedad para
comprometerla a defender la causa del Estado de Derecho y la democracia, lo que
exige más esfuerzos, tiempo y riesgos. Por ello hay que encontrar nuevos
paradigmas y renovadas herramientas de organización política, que favorezcan no
solo la dinámica electoral sino otras dinámicas que comprometan a la sociedad
civil. La plena realización del Estado Democrático y Social de Derecho y Justicia previsto en la
Constitución
ofrece todas esas posibilidades y constituye un freno al obsceno
populismo
militarista
y a la barbarie anti-jurídica de la jurisprudencia de la Sala constitucional
que hemos vivido en los largos años del chavismo autoritario.
3.-La resistencia a la dictadura militar.
Es necesario que resurja
un gran partido político que se plante de frente a los militares, porque la
coalición de la MUD ha demostrado no tener la fuerza suficiente para obligarlos
a regresar a los cuarteles.
Se debe proyectar una oposición
jurídico-política al chavismo militar mucho más allá de la lucha electoral. El
poder chavista con su brutal represión a
los opositores ha difundido el miedo en la sociedad para impedir que se abra cualquier otro escenario de
resistencia a la dictadura distinto al electoralismo. También los partidos que
integran la MUD han contribuido a divulgar la falsa creencia que la vía
electoral es la única posible para enfrentar el régimen autoritario chavista.
Pero la Constitución ofrece muchas otras posibilidades y alternativas que la
sociedad democrática no aprovecha,
porque no tiene un gran partido político que se las abra y le permita diseñar
otras fórmulas muy efectivas de acción política.
El Gobierno chavista si
bien dispone, por ahora, de las fuerzas armadas para reprimir a la sociedad
democrática tiene los pies de barro, porque carece del apoyo de la sociedad
civil y perdió el favor del pueblo que ostentó en otros tiempos. Este gobierno
chavista que se aferra al poder
utilizando la misma estrategia de transformarse en una vulgar y triste
dictadura militar latinoamericana en pleno comienzo del siglo XXI,
no las tiene todas consigo. Pues acaso cuenta solamente con el frágil y
vergonzoso respaldo burocrático-militar comprado con los dineros públicos, haciendo
que los militares se apropien indebida y descaradamente de la renta petrolera,
en uno de los más indignos episodios de la historia de Venezuela. Y los mismos
militares están equivocados en su apreciación de la realidad política, porque
creen, alucinados por el poder y trastornados por el dinero fácil, que le
pueden pasar por encima al Estado de Derecho y a la Constitución, sin que del
lado de la democracia no haya ninguna reacción del pueblo.
Ya verán con el tiempo que instalar una dictadura total en Venezuela no es una
cosa fácil y constituye un proyecto
político inviable y no menos que imposible,
pues cuando la sociedad civil se organice en una nueva, fuerte e inteligente
estructura de acción política, la empresa militar en el poder durará muy poco y
aparecerá a la luz del día el mediático bluf militar chavista,
que se sostiene en el poder hasta que se desmonte su delincuencial anclaje
represivo sobre la sociedad.
La Democracia Cristiana
debe renacer como un instrumento de lucha de la sociedad civil contra la
dictadura militar chavista sobre el terreno. Al tiempo que debe interpretar el
sentimiento mayoritario de los venezolanos de un rechazo a la dominación y
tutelaje militar de la democracia, al asalto militar del Estado venezolano y a
la apropiación cuartelaria de su riqueza petrolera.La
Democracia Cristiana está llamada a asumir y mantener una intransigencia
constitucional y democrática frente a la dictadura militar chavista, para de
esta manera evitar un conflicto político de grandes proporciones y lograr
reconducir la vida nacional al Estado de Derecho.
La Democracia Cristiana
debe nacer sin tener miedo a la brutalidad represivo-militar del chavismo y con
la pretensión de obligar al estamento militar de someterse a la Constitución;
empezando por llamar a las cosas por su verdadero nombre sin disimulo.Es
una circunstancia interesante a tomar en cuenta, que la nueva Democracia
Cristiana no tendría ninguna vinculación burocrática con el Gobierno ni el
Estado chavista como la que tienen otros partidos, entre otras cosas, para
disponer de un financiamiento a sus actividades políticas.
Lo que visto desde una óptica política como la que aquí se plantea, constituye
una ventaja en independencia y autonomía para enfrentar la dictadura en todos
los terrenos en que ella se manifieste.
La nueva Democracia
Cristiana debe consustanciarse con la sociedad civil, luchar codo a codo y
sufrir con ella. Y mantener tensa la
cuerda hasta que se derrumbe la dictadura militar que gobierna a Venezuela bajo
la falsa y engañosa apariencia de la legalidad y de una simulada forma de
legitimidad; y con la hipócrita y
horripilante mentira de supuestamente defender la causa social de los pobres,
marginados y excluidos.
Conclusión: La urgente
obligación de construir la nueva Democracia Cristiana.
Es necesario que resurja
un gran partido político para recuperar
el Estado de Derecho, la democracia y la vida económica y social de Venezuela,
porque la coalición de la MUD si bien tiene las buenas intenciones, carece de
la fuerza política para ejecutar la hoja de ruta constitucional que se necesita
para la recuperación institucional de Venezuela.
La sociedad civil tiene
la urgente obligación y la responsabilidad histórica de construir una nueva
Democracia Cristiana, para lo cual, lo deseable es que se comprometa
ampliamente y actúe con rapidez y diligencia, supere las barreras ideológicas,
emocionales y existenciales que provienen del pasado y asuma hacia el futuro
nuevos paradigmas políticos e institucionales.
Hay que estar
conscientes que se requiere de una solución política al problema venezolano, lo
que exige una actividad permanente de la sociedad civil y asumir
responsabilidades más allá del voto, mediante una participación intensa y
comprometida de los ciudadanos en la política, de una manera diferente a como
se está haciendo y a como se realizó en el pasado. No solo debe resurgir una
nueva Democracia Cristiana sino también una forma diferente de hacer política y
de participación ciudadana en la vida comunitaria. Lo que implica la aparición
de un tipo distinto de organización política y de nuevas ideas que nos
encaminen por un rumbo acorde con las expectativas que tiene la sociedad civil
en el mundo moderno en que vivimos, siempre mirando hacia el futuro.
La coyuntura que vive Venezuela exige
pues reforzar de manera novedosa a la sociedad civil para aumentar sus capacidades de acción
política, mediante la construcción de
una nueva Democracia Cristiana parlamentaria distinta a la presidencial y
personalista que existió en el pasado y que prácticamente ha desaparecido de la
vida política. Que tenga la aptitud, talento y cualidad de poner en intenso
movimiento a los ciudadanos en la lucha por restablecer el Estado de Derecho y
la democracia y se fije unos objetivos políticos acordes con lo que realmente
somos como sociedad democrática; en el entendido que la barbarie del chavismo no
representa a la verdadera Venezuela ni a su pueblo.
La
sociedad civil, no hay dudas, está dispuesta a realizar cualquier sacrificio
pero, quizás, no ha encontrado el instrumento adecuado que le permita participar
y actuar; de manera que hoy en día es necesario inventar un nuevo tipo de
organización política acorde con los tiempos que vivimos, que no produzca
rechazo ni repugnancia en los ciudadanos. Se tiene que pensar en una
organización donde se trabaje por convicción y se destierren todos los viejos
vicios y males que destruyeron al sistema de partidos venezolano, entre ellos
el clientelismo, el personalismo caudillista, el centralismo jerárquico y la
conciliación de las élites (cogollos). Para que sea una organización por la
base, abierta, descentralizada, democrática, comunitaria, autónoma,
programática, responsable y profundamente institucional, que son cualidades que
le permitirán crecer, consolidarse y ganarse la confianza de los ciudadanos.
También, la nueva organización debe sustentarse sobre una plataforma virtual
que le dé rapidez, agilidad, flexibilidad y le permita canalizar la discusión
política, el debate de ideas y la toma de decisiones. Asumiendo para ello los
criterios modernos de organización y gerencia.
Dado que es necesario motivar a la sociedad civil para incitarla a actuar políticamente, la
Democracia Cristiana debe dotarse de un programa político que contenga las
aspiraciones de la mayoría de los venezolanos. En este sentido las propuestas
de transformar a Venezuela en una democracia parlamentaria, establecer un
sistema de seguridad social y crear una economía social de mercado que genere
crecimiento económico y empleo, según el modelo alemán, puede ser un punto de
partida.
Las
nuevas ideas y particularmente la de deslastrarnos del presidencialismo como
régimen político para construir una
democracia parlamentaria en Venezuela, van a permitir crear una nueva dinámica de comunicación política con el país que permitirá
el reclutamiento de ciudadanos dispuestos a comprometerse con el proyecto de la
nueva Democracia Cristiana. La delicada e
inmediata coyuntura política también es una circunstancia propicia para
fomentar la participación política, en la medida que las urgentes decisiones constitucionales
que debe tomar la Asamblea Nacional requieren el respaldo de la sociedad civil.
Hay que pensar asimismo que la Democracia
Cristiana tiene una viva memoria histórica en Venezuela y que en el alma
profunda del pueblo, en su estructura social y en su genética cultural y
antropológica, las raíces de la cristiandad constituyen una ventaja para la
acción política desde la corriente de pensamiento de la Democracia Cristiana.
La inspiración cristiana que asume un
ideal social sobre todo en América Latina, constituye además una condición muy
favorable que no se puede descuidar en el terreno de la política y que se debe
canalizar con todo su potencial dentro de la democracia.
La
nueva Democracia Cristiana debe sustentarse en una concepción institucional de
la política y trabajar para que a partir de ahora el Estado de Derecho juegue
un papel estructurante en la sociedad venezolana, superando la dimensión que ha
prevalecido en nuestra historia de una sumisión de lo jurídico a lo político.
Con la finalidad de lograr que sea el
Derecho el instrumento apropiado para resolver los grandes conflictos
políticos, económicos y sociales de la vida venezolana, haciendo del Derecho el
regulador principal de la sociedad, de manera de incluir a la política en lo
jurídico y que sea lo jurídico quien enmarque y encuadre a lo político. La
Democracia Cristiana debe trabajar para
que el Derecho sea el vehículo de las reivindicaciones de la sociedad y el
motor del cambio social
y debe enfocarse en la necesidad de hacer de la seguridad jurídica una
realidad, a fin de lograr el desarrollo económico y social al que aspiran las
grandes mayorías de los venezolanos.
La dimensión histórica,
intelectual y doctrinaria de la Democracia Cristiana conjuntamente con una
sólida propuesta para recuperar a Venezuela, son las ventajas y oportunidades
para que resurja en la escena política nacional, pero, para ello, es necesario
que los ciudadanos que de alguna manera se han identificado con ella a lo largo
de su vida o quieran compartir en el futuro los valores de esta corriente de
pensamiento, asuman sus responsabilidades políticas sin egoísmos ni
mezquindades y con una nueva visión de
futuro para Venezuela.
(Junio 2016)