“TRAFICANTES DEL DIÁLOGO”
HOJA DE
RUTA POLÍTICA (No 212)
Octavio Lepage
El diálogo es la fórmula civilizada para
buscarle salida pacífica a crisis políticas graves. Funcionó de maravillas en
España. Al final de una dictadura prolongada y durísima como la de Francisco
Franco, culminación de una guerra civil con millones de muertos, se esperaba lo
peor, pero la transición fue pacífica. Primero fue presidente Adolfo Suárez,
ministro de Franco, luego el joven Secretario General del Partido Socialista
Felipe González, quien por 14 años fue Presidente del Gobierno (allá existe un
régimen parlamentario). También fue pacífico el tránsito de la dictadura a la
democracia en Chile, donde Pinochet fue forzado por el Alto Mando Militar a
aceptar su derrota en el plebiscito, y fue electo presidente Patricio Aylwin,
del Partido Demócrata Cristiano, con el apoyo del Partido Socialista dirigido
por Ricardo Lagos.
La probada eficacia del diálogo como
mecanismo civilizado para superar conflictos políticos explica que con
insistencia lo recomienden personalidades e instituciones de gran prestigio y
autoridad. Su Santidad el Papa Francisco, más de una vez, en público y en privado,
ha señalado que el diálogo es la salida a nuestra crisis política; y en el
mismo sentido vienen opinando su Secretario de Estado, el cardenal Pietro
Parolin y los ilustres prelados Cardenal Urosa Savino y Monseñor Diego Padrón,
Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana. El diálogo es también la
recomendación de numerosos ex presidentes de repúblicas, y de dirigentes de
organizaciones internacionales de reconocido prestigio.
Maduro nunca ha tenido interés en el diálogo.
Para cuidar las apariencias, en una oportunidad invitó a dirigentes de la
oposición a dialogar. Estos atendieron la invitación asistiendo a Miraflores con
la exigencia de que el encuentro fuera transmitido por televisión. Como los
invitados concurrieron no a un besamanos diplomático sino a exponer quejas y
críticas, el diálogo murió al nacer. Nunca más fueron invitados a dialogar.
Maduro continuó negándole a la oposición el pan y el agua. Ni Chávez incurrió
en los excesos a que ha llegado Maduro.
Como la política no puede mantenerse
indefinidamente congelada, ya que como acostumbra decirse es básicamente
dinámica, llegó un momento en que Maduro no pudo evitar someterse a la prueba
electoral. Con su arrogancia y torpeza habituales, anunció anticipadamente que
no aceptaría el triunfo de la oposición. Sin embargo, lo aceptó. No sabemos hoy
en día si por estrategia o por presiones irresistibles.
Desde entonces, Maduro tiene bloqueada a la
nueva Asamblea Nacional. A pesar de un mandato popular tan sólido como el
obtenido el 6D, con el apoyo incondicional de una mayoría de magistrados sin
mucha solvencia profesional y ética, Maduro anula todas las decisiones
aprobadas por la Asamblea Nacional. Como ésta no puede rendirse, acudió a la
Constitución para seleccionar un mecanismo institucional con el cual enfrentar
el saboteo. Ese mecanismo es el Referendum Revocatorio, cuya realización viene
siendo obstaculizada y torpedeada por el gobierno valiéndose de la mayoría
inconstitucional que tiene en el Consejo Nacional Electoral y del servilismo del
TSJ.
Para disimular su maniobra obstruccionista,
Maduro ha echado mano a ex presidentes de república cuya lealtad tiene
asegurada porque han sido, y siguen siendo, beneficiarios de nuestra generosa
petrochequera. Ellos presionan a favor del diálogo como simple maniobra
dilatoria. La MUD se ha mantenido firme, y así debe mantenerse, en la
realización del Referendo, porque lo reclama y apoya la inmensa mayoría de los
venezolanos.
Caracas, 14 de Junio del 2016
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