Entrada destacada"El Silencio de los Buenos" ...

“NO CAMBIAR, ES REPETIR” Proyecto Grifo: El ESTADO PLURAL ® 2006

lunes, 13 de junio de 2016

"¡Gracias a Dios fue solo eso!" Por Silvia E. Rodríguez Schwartz.


"¡Gracias a Dios fue solo eso!" 
Por Silvia E. Rodríguez Schwartz

Siempre nos gusta un buen relato, lástima que este no sea de los bonitos. Es una señal de alerta más, una muestra más, otra puerta abierta a la corrupción.

Nuestro Aeropuerto de Maiquetía, otrora lugar generador de emociones sabrosas, de placeres con derecho, de viajecitos trabajados y sudados, augurios de libertad, se ha convertido en un pesar, un infierno, otra alcabala, un dolor.

Hace muy pocos días, la señora Amanda, de 60 años, y su mamá, de 84, viajaban a saludar a su familia en Europa, porque pueden, porque lo trabajaron, lo sudaron, y lo añoran desde esta, su segunda o casi primera patria, en la que también generaron progreso, empleos, bienestar y ganancias para el país.

A la salida:

Una tropa de GNB no paraba de interrogar y perseguir a las dos “presas fáciles”: ¿a dónde van? ¿por qué viajan? ¿por cuánto tiempo? Amanda, todavía esperando que este fuera solo un detallito de unos guardias guapos, comenzó a responderles que en ningún país del mundo preguntan tanto, a lo que la guardia respondió: “¡Es que esto es Venezuela!”, siempre querré saber si eso era un motivo de orgullo para ellos, o un reconocimiento de lo excepcional que han vuelto al país.

La guardia no dejaba de preguntar ¿por qué viajan, pues? ¿para qué? Amanda, ya empezando un poquito a perder su paciencia y su felicidad por el merecido descanso por venir dijo: “Vamos a ver y a ver supermercados llenos de comida, después a pasear, a tomar café con leche en alguna plaza, a caminar por las calles y a comprar Alka Seltzer”.

Acto seguidísimo, al entrar al área de embarque, fueron llamadas por sus nombres a través del altoparlante, “dirigirse a la bodega”, allí les indicaron que tenían que ponerse un chalequito fosforescente para que dos policías procedieran a la revisión de su equipaje.  Subieron las maletas a un mesón, y comenzó el vía crucis: ellos a sacarle todos los regalos, bolsitos, ropa, pertenencias, desordenadamente y a los trancazos, apurados, buscando y buscando…   

 Alrededor de ½ hora después, ya desistiendo, le preguntaron a Amanda si traía “algo más”. Amanda, que usa la cabeza, además de para el sombrero, les dijo: “señores, es que la droga no está allí, está justo saliendo en este momento de Maiquetía en aviones militares” A lo que un policía por ahí escondidito asintió con complicidad, mientras el guardia explicó, casi ofendido, que solo “cumplían órdenes…”

El recibimiento:

Amanda y su mamá vienen con 6 horas de diferencia, literalmente molidas, con deseos grandes de llegar “a puerto seguro” y descansar. Amanda, aquejada de un dolor de espalda fuerte y su mamá, con dificultad lógica para moverse, emprenden la tarea de recoger por sí solas las maletas. Cuando están a punto de lograrlo, se acerca un joven con “chaleco de asistencia” llevando una silla de ruedas y le pregunta a Amanda si requiere ayuda para su madre. En otra ocasión quizá no, pero este era un buen momento para aceptar tal ayuda.  Al hacerlo, el joven advierte que “mejor así, les conviene más, porque si montamos a su mamá en silla de ruedas, ni la revisan…”  Palabras mágicas= todo lo contrario: al pasar por la máquina de rayos X la mujer representante del  Seniat y otro empleado las hacen pasar al cuarto de registro.  Siguen obedeciendo.

En el cuarto de registro, el joven que llevaba la silla de ruedas le pregunta “¿no tendrá un billetico extranjero para darle a la del Seniat?” Amanda dice que no, no le sobró ninguno, solo algunas monedas. El joven dice “mmmm, pero esas no las quieren ellos…”.    

Al cabo de 45 minutos, que no se mueve nada, Amanda y su mamá,  cansadas, irrespetadas, hastiadas, le dicen al joven de la silla que lo único que tienen disponible para darles son Bs. 10.000. Él se retira a “negociar” y regresa diciendo que es muy poco, que las cosas están muy difíciles, la vida muy dura…

Mientras, están registrando a otros pasajeros, unos británicos, que, obligados por la ignorancia e ingenuidad con respecto a la realidad actual del manejo de los asuntos en Venezuela, están sacando billetes de dólares. Amanda les pregunta cuánto les están pidiendo y ellos dicen que $750 por cada uno.    

Ella, Amanda, venezolana de nacimiento, triste, furiosa y avergonzada por vivir en carne propia la forma en que están recibiendo a los visitantes en nuestra Venezuela, les sugiere que les den solo lo mínimo, alrededor de $ 100 y que denuncien en su país lo vivido. Les ofrece disculpas, con la vergüenza del venezolano honesto y solidario, que por decencia trata de sacarle las patas del barro a las marramucias de su propia gente.

Paralelamente, una funcionaria le pide a Amanda las facturas de sus compras.  -¿Aunque Cadivi no me haya otorgado dólares? -Sí, hay que mostrarlas.

Amanda comienza con paciencia de cirujano y control de lama a buscar las facturas de todo lo que, con su propio dinero, había gastado en el viaje.

La muchacha revisa y revisa y revisa facturas, como quien oye llover, solo por hacer presente su cuota de poder, mientras el joven de la silla le anuncia a Amanda al oído que “está bien, con los 10.000 las dejamos ir…¡ah! y perdone lo malo”

En fin, todo un teatro bien montado, el de la silla de ruedas es el bueno del cuento, el gancho atrapa pendejos, el montar al viejito en la silla es señal inmediata para los compañeros: “a este hay que pararlo”, obvia y generalmente, a las personas mayores, enfermas, cansadas, que solo esperan de su trayecto por Maiquetía, una decente parada antes de llegar a descansar sus huesos.

Este es el hombre nuevo creado por la revolución, este es el nido de víboras entrenadas durante 17 años para vejar, insultar, maltratar, robar, mentir, trampear y agredir.

¿Cuánto sacarán esos empleados al día para mantener en pie y en pleno progreso su industria miserable y bien estructurada en la puerta de entrada, sello y cara de nuestro país?

¿Qué tan aprendida está la lección de que nos convirtamos cada vez más en una isla, a la que ni turistas querrán ya visitar después de perder la virginidad en Maiquetía?

Y lo más triste es que las dos mujeres, al llegar por fin a su casa y cerrar la puerta de entrada, lo que atinaron a decir y lo que les han dejado ya sentir fue : “¡Gracias a Dios fue solo eso lo que nos hicieron!”.


“Yo ya no entiendo nada. Robo, miento, engaño y la gente sigue sin respetarme.” Serie de T.V. “The A Team” Stephen J. Cannell




1 comentario:

  1. Gracias amiga por describir tan acertadamente lo que sufrimos los viajeros honestos en Maiquetia, porque los deshonestos salen por la rampa 1...

    ResponderEliminar