"Venezuela despertando: la furia popular toma las calles"
por Armando Martini Pietri
El desastroso Gobierno -más bien habría que
llamarlo “desgobierno”- de Maduro y sus compinches está logrando algo nuevo en
el país. Un despertar popular cargado de furia, convulsión y frustración, que,
por lo masiva, es una situación para poner los pelos de punta. Es el provocar a
un pueblo que ha tenido fe y entusiasmo por ofrecimientos de cambio y mejoría,
pero se está dando cuenta, comprobando día a día, que ha terminado por ser más
pobre y desasistido que nunca, al punto que gobiernos del pasado que fueron
duramente criticados hoy son recordados con melancolía incluso por los más
vulnerados, que el madurismo promete y vocifera ayudar.
Pero como los mismos psuvistas -que unos
cuantos siguen quedando más por temor e interés que por convicción, o simplemente
se empeñan en esa esperanza que, como reza el refrán “es lo último que se
pierde”-, comprueban cada día más “amor con hambre no dura”. El Gobierno habla
de viviendas que no tienen, aseguran atacar de frente la delincuencia, pero ya
no sólo a los que viven en zonas extremas, sino a cualquier ciudadano donde
quiera que resida lo asaltan, lo roban, lo secuestran y lo matan por quitarle
una bolsa de mercado; funcionarios oficialistas hacen pomposas declaraciones
sobre grandes cargamentos de alimentos e insumos esenciales que nunca aparecen.
Este país sometido cada vez más al hambre y a
la muerte por falta de atención médica y medicinas, a la falta de agua no sólo
por días sino semanas, a cortes de luz sin ton ni son, este pueblo que lleva
años aguantando abusos y la corrupción generalizada que todo lo retrasa y
encarece aún más, está, más que llegando, sobrepasando el límite de lo
tolerable ante la cruel torpeza de un Gobierno que interviene la
Policía de Chacao porque dos o tres funcionarios delinquieron y le pone todas
las trabas posibles a empresas eficientes como Polar y otras que van
sucumbiendo por falta de una inepta política que hasta los cubanos castristas
empiezan finalmente a echar -poquito a poquito, eso sí, para que sus propios
bandidos se vayan acomodando- al pipote de lo peor de la historia.
“¡Queremos comida!” era el ensordecedor grito
del pueblo el pasado jueves de violencia popular que no fue una excepción, sino
la reiteración de una diaria y cada día más crispada rabia que tiene a Maduro y
al madurismo con los nervios en máxima tensión. El propio Hugo Chávez,
debe estar revolcándose en su tumba de piedra al ver -si es que los muertos
salen- que lo que hizo mal, y su sucesor -nombrado por él-, lo está haciendo
insoportablemente peor.
Son ahora las zonas populares las que más
protestan y salen a la calle a reclamar sus derechos a un infausto gobierno que
ignora sus deberes y cree que administrar una nación es dilapidar promesas y
delirios por televisión. Lo que sí hace bien -para peor- el oficialismo es
desoír las voces del pueblo, callar, mentir descaradamente, aferrarse al
poder por encima de la clara, contundente y enorme voluntad ciudadana, reprimir
con brutalidad, chantajear todos los días y, para que a nadie le queden dudas,
lo hace además en cadena nacional de radio y televisión con un Presidente que
ni siquiera tiene el peligroso pero eficaz carisma ni la astucia perversa con
la cual Chávez enredaba y se escabullía de los problemas.
Antes también pero estos días es más
frecuente, la situación se complica, el descontrol no se esconde y la rabia es
evidente en todos los rincones del país. Por eso es que ya no estamos en vías a
la temida y peligrosa explosión social, ya estamos en ella; quizás por partes, tal
vez no inmediatamente generalizada, pero sin duda permanente, constante. Es triste
confesarlo, pero peor es ignorarlo: Venezuela ya
vive y sufre la calamidad que conduce al abismo. Y cada día Maduro da pasos
adelante que muestran que está en retroceso. Síntoma significativo es que las televisoras nacionales y regionales
estén trasmitiendo en los noticieros todas las protestas con represión
incluida, y además entrevistan a la gente en las escuelas donde los niños no
reciben comida y en hospitales donde no hay medicinas, es sin duda revelador y
premonitor.
Los venezolanos somos invariablemente objeto
y víctimas del desparpajo, la torpeza, la hipocresía política y de la maraña de
innumerables ofrecimientos incumplidos que ya arrasaron con la paciencia
ciudadana, que se sabe desasistida por políticos que equivocaron el camino,
perdieron la brújula y por ello han perdido el favor popular. Han mentido
demasiado, se han burlado demasiado, han errado demasiado, y ni siquiera
entienden la monstruosidad de destruir a todo un país, de convertir en mendigos
hambreados y abandonados a los habitantes de uno de los países más ricos y con
mayor potencial del mundo. Han demostrado con abrumadora claridad que no son
más que charlatanes de pacotilla que dicen y se contradicen, que hablan para
adelante y para atrás, que sólo son capaces de palabreríos revolucionarias y
socialistas sin revolución ni socialismo. Por eso Venezuela llegó al llegadero,
no sólo llegamos al borde del precipicio, nos estamos despeñando.
Ni la OPEP ni la ONU ni la OEA ni los falsos
diálogos y ni quienes se venden como mesías lograrán detener lo que
lastimosamente es ya una explosión social que teñirá de rojo nuestra población,
nuestros hogares, nuestro país, que recordaremos con tristeza y vergüenza los
tiempos que se nos vienen encima, como algo que nunca debió suceder pero que
sucedió por la terquedad, impericia, indiferencia, incapacidad, interés y
codicia de dirigentes a los cuales el liderazgo no sólo les quedó grande, sino
que los aplastó.
Desviar y calmar la ira de la gran mayoría de
los venezolanos es una opción que busca desesperada la élite política, en
especial el PSUV, evitando la continuación enloquecida de la criminal necedad
actual, obligando al Presidente y sus colaboradores a terminar con la estrategia
de evitar reformas económicas perturbadoras mientras espera el milagro de que
crezca al doble el precio del petróleo, con la esperanza de ganar próximas
elecciones. Los pocos que piensan y reflexionan en el PSUV saben que ese suceso
no va a ocurrir, como tampoco que el país se reacomodará sólo con importaciones
y programas estériles.
Los chavistas saben que la mejor ruta para
ellos es salir de Nicolás Maduro, regresar al interior del partido, convertirse
en oposición y desarrollar una detallada reorganización, dejando que la
alternativa democrática acceda al Gobierno y se encargue de la gravísima
situación del país. Aunque debemos reconocer que ésa es una solución que,
revisando las actuaciones opositoras, tampoco generan mucha confianza, aunque
existe el convencimiento de que gobernar peor que el PSUV con Maduro es
imposible.
@ArmandoMartini
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