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domingo, 5 de junio de 2016

"Venezuela despertando: la furia popular toma las calles" por Armando Martini Pietri


"Venezuela despertando: la furia popular toma las calles"
por Armando Martini Pietri

El desastroso Gobierno -más bien habría que llamarlo “desgobierno”- de Maduro y sus compinches está logrando algo nuevo en el país. Un despertar popular cargado de furia, convulsión y frustración, que, por lo masiva, es una situación para poner los pelos de punta. Es el provocar a un pueblo que ha tenido fe y entusiasmo por ofrecimientos de cambio y mejoría, pero se está dando cuenta, comprobando día a día, que ha terminado por ser más pobre y desasistido que nunca, al punto que gobiernos del pasado que fueron duramente criticados hoy son recordados con melancolía incluso por los más vulnerados, que el madurismo promete y vocifera ayudar.

Pero como los mismos psuvistas -que unos cuantos siguen quedando más por temor e interés que por convicción, o simplemente se empeñan en esa esperanza que, como reza el refrán “es lo último que se pierde”-, comprueban cada día más “amor con hambre no dura”. El Gobierno habla de viviendas que no tienen, aseguran atacar de frente la delincuencia, pero ya no sólo a los que viven en zonas extremas, sino a cualquier ciudadano donde quiera que resida lo asaltan, lo roban, lo secuestran y lo matan por quitarle una bolsa de mercado; funcionarios oficialistas hacen pomposas declaraciones sobre grandes cargamentos de alimentos e insumos esenciales que nunca aparecen.

Este país sometido cada vez más al hambre y a la muerte por falta de atención médica y medicinas, a la falta de agua no sólo por días sino semanas, a cortes de luz sin ton ni son, este pueblo que lleva años aguantando abusos y la corrupción generalizada que todo lo retrasa y encarece aún más, está, más que llegando, sobrepasando el límite de lo tolerable ante la cruel torpeza de un Gobierno que interviene la Policía de Chacao porque dos o tres funcionarios delinquieron y le pone todas las trabas posibles a empresas eficientes como Polar y otras que van sucumbiendo por falta de una inepta política que hasta los cubanos castristas empiezan finalmente a echar -poquito a poquito, eso sí, para que sus propios bandidos se vayan acomodando- al pipote de lo peor de la historia.

“¡Queremos comida!” era el ensordecedor grito del pueblo el pasado jueves de violencia popular que no fue una excepción, sino la reiteración de una diaria y cada día más crispada rabia que tiene a Maduro y al madurismo con los nervios en máxima tensión. El propio Hugo Chávez, debe estar revolcándose en su tumba de piedra al ver -si es que los muertos salen- que lo que hizo mal, y su sucesor -nombrado por él-, lo está haciendo insoportablemente peor.

Son ahora las zonas populares las que más protestan y salen a la calle a reclamar sus derechos a un infausto gobierno que ignora sus deberes y cree que administrar una nación es dilapidar promesas y delirios por televisión. Lo que sí hace bien -para peor- el oficialismo es desoír las voces del pueblo, callar, mentir descaradamente, aferrarse al poder por encima de la clara, contundente y enorme voluntad ciudadana, reprimir con brutalidad, chantajear todos los días y, para que a nadie le queden dudas, lo hace además en cadena nacional de radio y televisión con un Presidente que ni siquiera tiene el peligroso pero eficaz carisma ni la astucia perversa con la cual Chávez enredaba y se escabullía de los problemas.

Antes también pero estos días es más frecuente, la situación se complica, el descontrol no se esconde y la rabia es evidente en todos los rincones del país. Por eso es que ya no estamos en vías a la temida y peligrosa explosión social, ya estamos en ella; quizás por partes, tal vez no inmediatamente generalizada, pero sin duda permanente, constante. Es triste confesarlo, pero peor es ignorarlo: Venezuela ya vive y sufre la calamidad que conduce al abismo. Y cada día Maduro da pasos adelante que muestran que está en retroceso. Síntoma significativo es que las televisoras nacionales y regionales estén trasmitiendo en los noticieros todas las protestas con represión incluida, y además entrevistan a la gente en las escuelas donde los niños no reciben comida y en hospitales donde no hay medicinas, es sin duda revelador y premonitor.

Los venezolanos somos invariablemente objeto y víctimas del desparpajo, la torpeza, la hipocresía política y de la maraña de innumerables ofrecimientos incumplidos que ya arrasaron con la paciencia ciudadana, que se sabe desasistida por políticos que equivocaron el camino, perdieron la brújula y por ello han perdido el favor popular. Han mentido demasiado, se han burlado demasiado, han errado demasiado, y ni siquiera entienden la monstruosidad de destruir a todo un país, de convertir en mendigos hambreados y abandonados a los habitantes de uno de los países más ricos y con mayor potencial del mundo. Han demostrado con abrumadora claridad que no son más que charlatanes de pacotilla que dicen y se contradicen, que hablan para adelante y para atrás, que sólo son capaces de palabreríos revolucionarias y socialistas sin revolución ni socialismo. Por eso Venezuela llegó al llegadero, no sólo llegamos al borde del precipicio, nos estamos despeñando.

Ni la OPEP ni la ONU ni la OEA ni los falsos diálogos y ni quienes se venden como mesías lograrán detener lo que lastimosamente es ya una explosión social que teñirá de rojo nuestra población, nuestros hogares, nuestro país, que recordaremos con tristeza y vergüenza los tiempos que se nos vienen encima, como algo que nunca debió suceder pero que sucedió por la terquedad, impericia, indiferencia, incapacidad, interés y codicia de dirigentes a los cuales el liderazgo no sólo les quedó grande, sino que los aplastó.

Desviar y calmar la ira de la gran mayoría de los venezolanos es una opción que busca desesperada la élite política, en especial el PSUV, evitando la continuación enloquecida de la criminal necedad actual, obligando al Presidente y sus colaboradores a terminar con la estrategia de evitar reformas económicas perturbadoras mientras espera el milagro de que crezca al doble el precio del petróleo, con la esperanza de ganar próximas elecciones. Los pocos que piensan y reflexionan en el PSUV saben que ese suceso no va a ocurrir, como tampoco que el país se reacomodará sólo con importaciones y programas estériles.

Los chavistas saben que la mejor ruta para ellos es salir de Nicolás Maduro, regresar al interior del partido, convertirse en oposición y desarrollar una detallada reorganización, dejando que la alternativa democrática acceda al Gobierno y se encargue de la gravísima situación del país. Aunque debemos reconocer que ésa es una solución que, revisando las actuaciones opositoras, tampoco generan mucha confianza, aunque existe el convencimiento de que gobernar peor que el PSUV con Maduro es imposible.


@ArmandoMartini

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