NOTAS DESDE LONDRES
Por Cinzia De Santis
“Cambio climático: ¿un
acuerdo a punto de convertirse en humo?”
En todas las familias hay uno. Cuando habla, entornamos los ojos, no le
tenemos paciencia, resentimos sus exabruptos. No, no me refiero al tío
alcohólico, me refiero al escéptico del cambio climático. Las pruebas
científicas son aplastantes: la concentración de monóxido y dióxido de carbono
en la atmósfera es la más alta registrada en la historia del planeta; los
océanos se están calentando y acidificando, la temperatura del planeta sube. Sin
embargo, siguen existiendo escépticos que aseguran que todo es un invento. Y no
son solamente algunos datos obtenidos por equipos meteorológicos hipersensibles
los que nos indican que algo está cambiando. En todas partes del mundo hay
víctimas de huracanes devastadores e inundaciones de proporciones bíblicas
alternadas con sequías sofocantes. Estas condiciones meteorológicas extremas se
han acentuado y son más frecuentes debido al cambio climático. Con el aumento
de la temperatura se deshacen los glaciares y aumenta el nivel del mar, pero
cada día hay más personas que sufren directa o indirectamente por la escasez de
agua. En el Pacífico hay una isla de plástico flotante con una superficie —según
los cálculos más conservadores— equivalente al estado de Texas.
El acuerdo de París sobre el cambio climático establece límites
voluntarios para los países de reducción de gases de efecto invernadero. 193
países firmaron el acuerdo en el 2016 y 113 lo ratificaron. Lamentablemente, y
a pesar de este avance significativo, en esta carrera contra el tiempo la
humanidad tiene las de perder. Por más que los pueblos tomen consciencia y se
implanten medidas correctivas, el impacto sobre el planeta es tal que ya no se
puede revertir el proceso: la caja de Pandora se abrió y no hay manera de
echarle el cerrojo. Lo único que queda es adaptarnos a los cambios que vienen,
y, en ese sentido, se vislumbra una nueva fuente de inequidad en el mundo. Los
países más pobres como Bangladesh y muchas regiones del África, serán los menos
capaces de adaptase y sufrirán más las consecuencias. Por eso es que uno de los
aspectos más importantes del acuerdo de París es la transferencia de tecnología
a los países menos desarrollados.
La situación es tan alarmante que hasta el presidente de China Xi
Jinping y su homólogo norteamericano se comprometieron a participar en el
acuerdo de París para combatir el cambio climático, cosa que no habían hecho
hasta septiembre de este año. Ambos países contribuyen con el 39% de las
emisiones totales. Claro, eso fue con
Obama. ¿Qué pasará con Trump?
El presidente electo ha dicho en reiteradas ocasiones, y de forma
estridente, que ese asunto del cambio climático es un engaño, que él va a
cancelar todos los acuerdos y proyectos relacionados con el tema. Tan
preocupados estaban en la conferencia que se tuvo en Marruecos sobre cambio
climático hace dos semanas, que los países miembros, empezando por la misma
China, hicieron un llamado a Trump para que respetara los acuerdos previos. Lo
más probable es que el bombástico presidente electo no los respete. ¿Cuán
peligroso será su escepticismo para el planeta? Para empezar, en su propio
país, muchas de las acciones para contrarrestar el cambio climático se toman a
nivel de estados y no de gobierno federal, es decir que Trump puede decir misa
pero si California decide reducir la emisión de CO2 de sus vehículos, lo hará.
Por otro lado, la tecnología solar se ha abaratado de tal manera que hasta en
los países más pobres de África se están adoptando para suministrar
electricidad en los hogares de bajos recursos. La gente en los países más
avanzados recicla con pasión y son cada vez más los entusiastas del desarrollo
sustentable.
Una cosa es que el escéptico del cambio climático sea el familiar
fastidioso al que vemos en bautizos y matrimonios y otra muy distinta es que
sea el presidente del país más poderoso del mundo. Trump le haría un gran favor
a la nación que dice amar tanto si en vez de entorpecer los acuerdos hechos por
su predecesor en esta materia los alentara. Estados Unidos ha sido víctima en
sucesivas ocasiones de huracanes, tornados y sequías que deberían al menos
poner a dudar al más escéptico. El cambio climático es un hecho, señor Trump,
aunque usted no lo crea.
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