¿”TIEMPOS BÍBLICOS”?
Por Carlos Canache Mata
Pasado mañana 11 de noviembre sabremos cuál
fue la suerte de la tregua que abrió paso al diálogo entre la MUD y el gobierno
para concertar una salida a la crisis del país. Será una fecha crucial porque
ese día en la reunión plenaria programada entre las dos partes, con presencia
del representante del Vaticano y tres ex-presidentes, se decidirá y debe darse
la palabra final sobre las propuestas planteadas en las mesas técnicas de
trabajo designadas en el encuentro del 30 de octubre.
La urgencia de tomar decisiones la acaba de
señalar el enviado del Papa, monseñor Claudio María Celli, quien declaró desde
Roma que le había manifestado al propio Maduro que “hay que dar señales y éstas
no necesitan tiempos bíblicos” porque la situación “está muy fea, no solamente
a nivel político, sino a nivel social, económico; no hay comida, no hay
medicinas”. El gran dirigente español Felipe González ha dicho, a propósito de
la intermediación eclesiástica, que “espera, pero no cree, que la Iglesia
obtenga un milagro en Venezuela”.
La dirigencia política democrática también
apremia para que el diálogo encuentre soluciones y no se convierta en una
tertulia. La MUD, en comunicado público,
considera que “para continuar el diálogo se requieren con urgencia resultados y
gestos del gobierno” y precisa que “la finalidad del diálogo es que los
ciudadanos se expresen y puedan decidir”, ya sea retomando el referendo
revocatorio o mediante la modificación constitucional pertinente que haga
posible la elección presidencial anticipada. Dos líderes importantes, Henry
Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional, y Henrique Capriles, dos veces
candidato presidencial de la oposición, se han pronunciado en el mismo sentido.
El primero, declaró: “yo creo que entre el 12 y el 13 (de noviembre) tenemos
que ver si las propuestas van marchando…y si las cosas no dan resultados
entonces nos paramos de la mesa”; y el segundo, opinó: “si el día 11 (de
noviembre) el país no conoce resultados, el gobierno habrá cerrado la
posibilidad de cualquier diálogo”.
Las cartas están sobre la mesa. El gobierno
sabe lo que la oposición quiere y no tiene por qué tardar más la manifestación
de su voluntad política, a menos que, como se sospecha, está buscando ganar
tiempo mientras capea la tempestad que lo envuelve.
No disponemos de una bola de cristal para
adivinar lo que en definitiva pasará. Maduro ha agredido al partido Voluntad
Popular, tildándolo de “grupo terrorista”; declaró el 3-11-16 que la oposición
“ni con votos ni con balas entrará más nunca a Miraflores, ni por las buenas ni
por las malas”; que el cronograma electoral, tema a analizar en el diálogo, “ya
está establecido” por el CNE; y que la oposición “debe dejarse gobernar por la
revolución bolivariana democráticamente”.
Todo indica que el oficialismo se niega a
aceptar la salida electoral a la crisis y que se propone posponer para las calendas griegas su
respuesta a las demandas que el país democrático, la Iglesia y la comunidad
internacional están planteando.
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