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viernes, 18 de noviembre de 2016

“De Berlusconi a Trump, con amor.” Por Cinzia De Santis


“De Berlusconi a Trump, con amor.” 
Por Cinzia De Santis  

El viaje a Roma estaba previsto desde hace tiempo y resultó ser una excelente terapia para superar los avatares de la política. Roma exuda belleza. Unos segundos frente a la Piedad son suficientes para recuperar la fe en el ser humano. En la callejuela más insignificante se alza una iglesia cuyos frescos y esculturas dejan boquiabiertos a quienes la visitan. 

Los museos del Vaticano compiten con los grandes museos del mundo. Por donde uno mire, se respira talento e ingenio. Por supuesto, Roma no es solo arte. Sobrevivir al tránsito de vehículos es una proeza en una ciudad donde los semáforos son vistos como consejos más que reglas. 

Guardias armados con sendas metralletas recuerdan que aquí también existe la amenaza del terrorismo. Hay demasiados mendigos en la calle para una ciudad que alberga el paladín de los pobres. Roma provoca admiración, rabia, misticismo, risas, todo a la vez.

Allí también llegó el “tsunami Trump” y, como desacreditar a los políticos es uno de los pasatiempos favoritos de los italianos, muchas conversaciones con extraños y amigos versaron sobre el tema. 

Los italianos tuvieron su versión personalizada de Trump en el inefable Silvio Berlusconi. Los parecidos entre ambos hombres son extraordinarios. Ambos se hicieron ricos con negocios en bienes raíces; ambos son outsiders, apareciendo en la escena política entrados en años y sin experiencia previa; ambos manejan de forma magistral la televisión y en sus discursos la verdad tiene una importancia relativa. 

Tanto Trump como Berlusconi llegaron al poder con un lenguaje llano, de tinte patriótico, dirigido a los trabajadores y se alinearon con partidos de derecha, aun siendo apenas tolerados por los mismos. 

El premier italiano tiene una predilección por las mujeres bonitas (si son menores de edad, mejor) y su contraparte americana se casa con supermodelos. En ambos casos los escándalos sexuales son notorios. Curiosamente, ambos están envueltos en un sinfín de litigios. Trump ha entablado 3.500 juicios a lo largo de su vida. Berlusconi menos, pero igual ha sido denunciante y denunciado en un número significativo de casos legales.


Similitudes más preocupantes son las expresiones de admiración hacia personajes dudosos. 

A Berlusconi se le vio en varias ocasiones con Gadafi, el exdictador de Libia, y hablaba de Putin como de un amigo. 

Trump ha reiterado su admiración hacia el premier ruso quien a su vez no escondió su satisfacción con los resultados de la elecciones en los Estados Unidos. Assad declaró que con el triunfo de Trump se afianzaría el respeto a la soberanía de los países. 

Belicosos, populistas, atorrantes, con egos gigantescos: ¿por qué ganan las elecciones?, ¿qué les hace tan apetecibles a las masas?, ¿está la humanidad retrocediendo en materia de derechos humanos, ambiente y libertades individuales? 

El daño que le hizo Berlusconi a Italia no se compara con el que Trump le puede hacer a los Estados Unidos y al mundo. 

Ambos mandatarios exclamaron a los cuatro vientos que aman a sus países. Ojalá y así sea en el caso norteamericano, para el bien del planeta. Pero no hay duda que hoy más que nunca vigilar a las superpotencias es deber de todos los ciudadanos del mundo.

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