Foro:
“70º Aniversario de los derechos políticos de la mujer venezolana.”
Academia
de Ciencias políticas y sociales
y
Federación Latinoamericana de Abogadas (FEDLA).
Caracas,
16 de marzo de 2016.
CRECE Y SE ACENTÚA LA
PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN EL DESARROLLO DE LA
DEMOCRACIA VENEZOLANA
Germán
CARRERA DAMAS
Escuela
de Historia
Facultad
de Humanidades
y
Educación. U.C.V.
Señoras y señores:
No
creo razonable iniciar el tratamiento de esta trascendental cuestión histórico-política,
aunque fuere sumariamente, sin ofrecerles alguna justificación de mi
atrevimiento al aceptar la honrosa invitación que me ha traído ante este
ilustrado y meritorio auditorio.
Consiste la justificación en declarar
que el tema anunciado ha ocupado mi atención desde que presencié la iniciación
del ejercicio pleno de la ciudadanía por la mujer venezolana, en 1946, no sin
sentir yo algo parecido a sana envidia,
pues contaba solamente dieciséis años.
Como historiador de oficio, desde hace mucho
tiempo el tema ha ocupado mi atención. De lo cual he dejado constancia
documental en tres recientes ocasiones. Una ocasión consta en mi 40º Mensaje histórico, intitulado “En
desagravio de la mujer venezolana”, fechado en el 25 de abril de 2009,
refiriéndome a la significación histórica de tan justa decisión política:
“Lo
así dispuesto significó, de manera sobresaliente, tres acontecimientos de
inconmensurable trascendencia. En primer lugar, fue rescatada en plenitud la
soberanía popular, que permaneció secuestrada durante la República liberal
autocrática instaurada a partir de la destrucción de la República de Colombia,
en 1828-1830. En segundo lugar, se puso en marcha el más amplio, justo e
insuperable proceso de inclusión vivido por la ciudadanía venezolana, hasta
entonces conformada por los varones, mayores de veintiún años, que supieran
leer y escribir. En tercer lugar, y englobando con su significado todo lo
antedicho, se completó la sociedad venezolana al reconocerle sus derechos
políticos a la mujer. Digo bien, reconocerle, pues no se puede otorgar lo que
ya es pertenencia, si bien objeto de
negación.
“De esta manera, sin condicionamientos ni prevenciones, ni
siquiera disimuladas, la naciente Primera República liberal democrática
completó la sociedad venezolana en el ejercicio de la ciudadanía, y con ello
abrió la puerta a la creciente democratización de esa sociedad. Esta genuina
determinación revolucionaria democrática se correspondía con la aspiración de
la mujer, hasta entonces expresada, tenaz y heroicamente, por unas promotoras
de la validación de esos derechos de la mujer. Esta aspiración halla en el
presente sus más altos niveles de realización, tenazmente combativa.”
Otra reciente ocasión consta en mi 42º Mensaje histórico. En el recogí una
conferencia que dicté en el 1º de octubre del mismo año, en el VI Congreso
venezolano de Psicoterapia, sobre el tema “Lo masculino: Anatomía de sus
destinos.”. Intitulada “Evolución histórica de la masculinidad en Venezuela:
desde lo históricamente absoluto hacia
lo socialmente retado.” Quise llamar la atención sobre alarmantes prácticas y
conductas:
“Los
venezolanos vemos, consternados e indignados, cómo la luminosa trayectoria
emprendida por la mujer venezolana desde los albores de su ciudadanía plena, en
1946, es tachada por la grosera utilización de la mujer como instrumento de
actividades y de actitudes políticas que, so capa de hacerla partícipe del
Poder desnaturalizado, la convierten en instrumento de perversos
designios; y en pararrayos del justo
resentimiento y rechazo de toda la sociedad. Pero la sociedad percibe, con
claridad cada día más intensa, que tras sonoros títulos y jugosos sueldos se
revela la pretensión de la sumisión retribuidora, mediante el añadido, a los oficios de la mujer, de uno que
nunca antes le había sido impuesto a la mujer venezolana, porque se le
consideraba esencialmente masculino: el de verdugo, sólo que judicial.
“Debemos
guardar la certidumbre, a diario abonada, de que la alta valoración social de
la mujer ciudadana, trofeo suyo y de la civilizada masculinidad democrática, no
será minada por esta conjugación de antivalores, cuya alevosa manipulación
busca tender una cortina de humo tras la cual maquine, con ilusiones de
impunidad, la cobardía ¿masculina?”
Todo lo que acabo de decir se
encuentra tratado, pero ubicándolo en el contexto global de la democratización
de la formación del Poder público, en el marco de la la instauración de La República liberal democrática, en mi
reciente obra titulada Rómulo histórico.
Mas, en ella me vi obligado a sintetizar lo que en el borrador, también
publicado (WWW.fundacionromulobetancourt.com) , traté extensamente:
Fragmento de la obra: “Es
imposible exagerar, si ubicado en el largo plazo, la significación y las
proyecciones, políticas y sociales, del reconocimiento de sus derechos
políticos a la mujer. Su acceso a la ciudadanía plena le abrió toda una gama de
oportunidades cuyo aprovechamiento, en tiempo históricamente breve, llevó a la
transformación de la dinámica social. La extensión democrática del universo
electoral a los analfabetos y a los mayores de 18 años, no sólo perfeccionó lo
concerniente a la mujer, sino que impulsó a la juventud y a las masas de
trabajadores, de la ciudad y del campo, hacia el despertar de su conciencia
política.” (p. 174)
Fragmento del borrador: "Pero si bien el discurso
[democrático] debía tener una intencionalidad política, no sólo debía renovarse
en lo conceptual. Debía apuntar a los diversos sectores sociales, y entre estos
sobresalía el formado por la mujer. Cuando Rómulo Betancourt se pronunció por
reconocerle los derechos políticos a la mujer, lo hizo contrariando arraigadas
convicciones sociales adversas, muy bien expuestas por Luis López Méndez en
diciembre de 1888; y asomadas inicialmente por el propio Rómulo Betancourt como
consideraciones acerca de la influencia conservadora y religiosa que pudiera
ejercerse sobre la mujer, cual lo señaló a Magda Portales refiriéndose a la
mujer peruana. Quizás dos factores influyeron en su pensamiento sobre esta
importantísima materia. Uno, de carácter social, era más una presunción: la de
que la mujer venezolana no era tan religiosa como la peruana. El otro factor,
político y probablemente determinante, era que sólo mediante un ensanchamiento
absoluto del universo electoral sería posible quebrarle el espinazo a La República
liberal autocrática, y a su degradación como La Dictadura liberal regionalista; prevalidas ambas de un cuerpo
electoral restringido y fácilmente controlable por el gobernante, valiéndose de
la red gubernamental y administrativa. El resultado de la participación
política de la mujer no era predecible, y significaba poner, de hecho, el destino
de la Nación, de la República liberal democrática, y de la sociedad misma, en
manos de quienes eran señaladas, junto con los demás analfabetos y los menores
de veintiún años, como los “menos capacitados” para tomar decisiones políticas
informadas y responsables."
* *
* * *
Mas, no creo necesario justificar el
asunto sobre el cual versarán mis palabras de hoy. Todos lo comprobamos a
diario. Me preguntaré sobre el significado del acontecimiento iniciado hace
setenta años, que hoy conmemoramos. Pero intentaré responderme enfocando la
cuestión con sentido histórico
prospectivo. Vale decir, ubicándola en el tiempo histórico; dimensión
en la cual se conjugan creativamente los denominados cronológicamente pasado, presente y futuro. Lo
haré poniéndome bajo la égida de la
dialéctica histórica de continuidad y ruptura; esa que nos permite, a la
gente del oficio, percibir lo que perdura y habrá de continuar haciéndolo,
cuando pareciera tender a prevalecer lo que se agota o termina.
Estimo necesario hacerlo, porque he
comprobado, en no pocas ocasiones, que jóvenes, tanto mujeres como hombres, carecen de referentes
sobre el presente estatus político de la mujer. Lo que les lleva a no
apreciarlo adecuadamente, tanto en su potencialidad como en su vulnerabilidad. ¿Esto,
en el caso de la mujer, no por serlo
sino por ser históricamente una recién llegada en el ejercicio del poder
público? Me inclino decididamente por lo último; pero esto sin desdeñar de
manera absoluta lo primero.
Pero me abstendré de proseguir por esta
vía, dado que temo adentrarme en los predios, para mi tan temibles como
respetables, de la denominada intuición
femenina, cuyo poder pude apreciarlo durante mis cincuenta años de feliz
matrimonio. Pero vayamos al grano. Me valdré del esquema contable del balance.
I.- En cuanto al Haber:
A.- La ciudadanía política de la mujer
fue clave en la instauración del régimen sociopolítico liberal democrático, en
el marco de la instauración inicial del Poder
civil en Venezuela, mediante lo
dispuesto en el Decreto Nº 9 de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Lo así
logrado no fue resultado de una concesión, sino de un reconocimiento de
derechos, políticamente necesario para infligirle la primera gran derrota al
que parecía ser inexpugnable despotismo autocrático.
B.- Por consiguiente, el ejercicio de su
ciudadanía política por la mujer ha contribuido y contribuye, de manera notable,
tanto a la institucionalización primera y primaria del Poder civil como a la preservación de los valores del régimen
liberal democrático, cuando se ha intentado anular su vigencia. Al igual que a
la reinstauración del Poder civil
cuando se ha intentado proscribirlo.
C.- La mujer venezolana ha adelantado,
en su desarrollo ciudadano y en su capacitación política, hasta llegar a
plantearse, como genuina aspiración personal, fundada en demostradas cualidades
políticas y creatividad ideológica, el desempeño del Poder público en su más alto nivel.
II.- En cuanto al Debe:
A.- La mujer venezolana aun se revela
vulnerable ante la manipulación machista, disimulada tras la fingida exaltación
de su genérica preeminencia social. Padecemos,
todos, las consecuencias de esa aplicación de la versión política de la
conyugal engañifa reina- sierva,
apenas disimulada tras el abuso del femenino a la par del masculino.
B.- Duele advertir que perdura mucho de
atávica disposición, al admitir que su legítima aspiración de autonomía la disponga
a servir de instrumento, en las malandanzas del poder político machista, hasta
el extremo de verse utilizada como represora
de disidentes.
C.- Queda mucho por adelantar en el
camino hacia la promoción de la reorientación igualatoria de la relación
hombre-mujer, en el ejercicio de la política y en el desempeño de la función
pública.
D.- Se advierte todavía escaso
desarrollo de la solidaridad de género para enfrentar la ostensible
preeminencia machista, incluida la apenas encubierta en el principio
discriminatorio de las cuotas.
III.- Evolución histórica prospectiva:
A.- La creciente significación política
de la mujer será resultante de su mejor formación educativa, de su ejercicio
profesional competitivo, -individual y genérico-, y de la experiencia política
asimilada creativamente.
B.- La evolución será proyección de la
determinación personal, demostrada en el ejercicio de la política; y de la
ejemplaridad en el desempeño del Poder público, en su más altos niveles, en los
diversos sectores y áreas.
C.- La mujer venezolana habrá de asumir
plenamente, tanto en lo teórico como en lo práctico, el papel que le pertenece
en una sociedad venezolana genuinamente democrática. Y hará valer políticamente
los logros de la visión histórica prospectiva, traducida en directrices
políticas emancipadas del humillante condicionamiento genérico.
IV.-
Valoración global:
A.-
En las siete décadas transcurridas desde su advenimiento al ejercicio pleno
de la ciudadanía, la mujer venezolana ha tenido que confrontar tres
poderosísimas fuerzas: el atavismo monárquico, el despotismo republicano y la
tiranía doméstica, al mismo tiempo que se rescataba del analfabetismo y de la
superstición seudo religiosa.
B.- Pero de esas fuerzas, que no entraré
a detallar por considerarlo innecesario, la más temible es la situación de dependencia
resultante del disfrute del más poderoso y enaltecedor de los sentimientos: el
amor; malentendido y practicado socialmente como entrega y subordinación, y no como
participación, vivida ésta en la más humana y enaltecedora de sus expresiones.
C. Tengo la satisfacción, que no vacilo
en demostrar en mis frecuentes reuniones con jóvenes de ambos sexos, de
comprobar que también en este último aspecto la mujer venezolana ha demostrado
tenacidad y coraje, adelantando en la substitución de lo atávico por la
demostración de la libertad, responsablemente ejercida, en todos los terrenos.
Conclusión:
No parece
necesario un gran esfuerzo interpretativo de lo ocurrido en el tiempo histórico para concluir que la
sociedad venezolana se dirige hacia un cambio
histórico fundamental. Está representado por la mutua redefinición de los
roles sociopolíticos de hombres y mujeres, aplicados de manera conjunta en la conformación
de una sociedad genuinamente democrática.
Gracias.
Caracas, marzo de 2016.
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