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jueves, 17 de marzo de 2016

Palabras del Prof. Germán Carrera Damas en el Foro “70º Aniversario de los derechos políticos de la mujer venezolana.”


Foro: “70º Aniversario de los derechos políticos de la mujer venezolana.”
Academia de Ciencias políticas y sociales
y Federación Latinoamericana de Abogadas (FEDLA).
Caracas, 16 de marzo de 2016.


CRECE Y SE ACENTÚA LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN EL DESARROLLO DE LA DEMOCRACIA VENEZOLANA


Germán CARRERA DAMAS

Escuela de Historia
Facultad de Humanidades
y Educación. U.C.V.

         Señoras y señores:

         No creo razonable iniciar el tratamiento de esta trascendental cuestión histórico-política, aunque fuere sumariamente, sin ofrecerles alguna justificación de mi atrevimiento al aceptar la honrosa invitación que me ha traído ante este ilustrado y meritorio auditorio.
        Consiste la justificación en declarar que el tema anunciado ha ocupado mi atención desde que presencié la iniciación del ejercicio pleno de la ciudadanía por la mujer venezolana, en 1946, no sin sentir yo algo parecido a  sana envidia, pues contaba solamente dieciséis años.
         Como historiador de oficio, desde hace mucho tiempo el tema ha ocupado mi atención. De lo cual he dejado constancia documental en tres recientes ocasiones. Una ocasión consta en mi 40º Mensaje histórico, intitulado “En desagravio de la mujer venezolana”, fechado en el 25 de abril de 2009, refiriéndome a la significación histórica de tan justa decisión política:

       “Lo así dispuesto significó, de manera sobresaliente, tres acontecimientos de inconmensurable trascendencia. En primer lugar, fue rescatada en plenitud la soberanía popular, que permaneció secuestrada durante la República liberal autocrática instaurada a partir de la destrucción de la República de Colombia, en 1828-1830. En segundo lugar, se puso en marcha el más amplio, justo e insuperable proceso de inclusión vivido por la ciudadanía venezolana, hasta entonces conformada por los varones, mayores de veintiún años, que supieran leer y escribir. En tercer lugar, y englobando con su significado todo lo antedicho, se completó la sociedad venezolana al reconocerle sus derechos políticos a la mujer. Digo bien, reconocerle, pues no se puede otorgar lo que ya es pertenencia, si bien objeto de  negación.
         “De esta manera, sin condicionamientos ni prevenciones, ni siquiera disimuladas, la naciente Primera República liberal democrática completó la sociedad venezolana en el ejercicio de la ciudadanía, y con ello abrió la puerta a la creciente democratización de esa sociedad. Esta genuina determinación revolucionaria democrática se correspondía con la aspiración de la mujer, hasta entonces expresada, tenaz y heroicamente, por unas promotoras de la validación de esos derechos de la mujer. Esta aspiración halla en el presente sus más altos niveles de realización, tenazmente combativa.”

           Otra reciente ocasión consta en mi 42º Mensaje histórico. En el recogí una conferencia que dicté en el 1º de octubre del mismo año, en el VI Congreso venezolano de Psicoterapia, sobre el tema “Lo masculino: Anatomía de sus destinos.”. Intitulada “Evolución histórica de la masculinidad en Venezuela: desde lo históricamente  absoluto hacia lo socialmente retado.” Quise llamar la atención sobre alarmantes prácticas y conductas:

“Los venezolanos vemos, consternados e indignados, cómo la luminosa trayectoria emprendida por la mujer venezolana desde los albores de su ciudadanía plena, en 1946, es tachada por la grosera utilización de la mujer como instrumento de actividades y de actitudes políticas que, so capa de hacerla partícipe del Poder desnaturalizado, la convierten en instrumento de perversos designios;  y en pararrayos del justo resentimiento y rechazo de toda la sociedad. Pero la sociedad percibe, con claridad cada día más intensa, que tras sonoros títulos y jugosos sueldos se revela la pretensión de la sumisión retribuidora, mediante el añadido, a los oficios de la mujer, de uno que nunca antes le había sido impuesto a la mujer venezolana, porque se le consideraba esencialmente masculino: el de verdugo, sólo que judicial.
“Debemos guardar la certidumbre, a diario abonada, de que la alta valoración social de la mujer ciudadana, trofeo suyo y de la civilizada masculinidad democrática, no será minada por esta conjugación de antivalores, cuya alevosa manipulación busca tender una cortina de humo tras la cual maquine, con ilusiones de impunidad, la cobardía ¿masculina?” 

         Todo lo que acabo de decir se encuentra tratado, pero ubicándolo en el contexto global de la democratización de la formación del Poder público, en el marco de la la instauración de La República liberal democrática, en mi reciente obra titulada Rómulo histórico. Mas, en ella me vi obligado a sintetizar lo que en el borrador, también publicado (WWW.fundacionromulobetancourt.com) , traté extensamente:

           Fragmento de la obra: “Es imposible exagerar, si ubicado en el largo plazo, la significación y las proyecciones, políticas y sociales, del reconocimiento de sus derechos políticos a la mujer. Su acceso a la ciudadanía plena le abrió toda una gama de oportunidades cuyo aprovechamiento, en tiempo históricamente breve, llevó a la transformación de la dinámica social. La extensión democrática del universo electoral a los analfabetos y a los mayores de 18 años, no sólo perfeccionó lo concerniente a la mujer, sino que impulsó a la juventud y a las masas de trabajadores, de la ciudad y del campo, hacia el despertar de su conciencia política.” (p. 174)

          Fragmento del borrador: "Pero si bien el discurso [democrático] debía tener una intencionalidad política, no sólo debía renovarse en lo conceptual. Debía apuntar a los diversos sectores sociales, y entre estos sobresalía el formado por la mujer. Cuando Rómulo Betancourt se pronunció por reconocerle los derechos políticos a la mujer, lo hizo contrariando arraigadas convicciones sociales adversas, muy bien expuestas por Luis López Méndez en diciembre de 1888; y asomadas inicialmente por el propio Rómulo Betancourt como consideraciones acerca de la influencia conservadora y religiosa que pudiera ejercerse sobre la mujer, cual lo señaló a Magda Portales refiriéndose a la mujer peruana. Quizás dos factores influyeron en su pensamiento sobre esta importantísima materia. Uno, de carácter social, era más una presunción: la de que la mujer venezolana no era tan religiosa como la peruana. El otro factor, político y probablemente determinante, era que sólo mediante un ensanchamiento absoluto del universo electoral sería posible quebrarle el espinazo a La República liberal autocrática, y a su degradación como La Dictadura liberal regionalista; prevalidas ambas de un cuerpo electoral restringido y fácilmente controlable por el gobernante, valiéndose de la red gubernamental y administrativa. El resultado de la participación política de la mujer no era predecible, y significaba poner, de hecho, el destino de la Nación, de la República liberal democrática, y de la sociedad misma, en manos de quienes eran señaladas, junto con los demás analfabetos y los menores de veintiún años, como los “menos capacitados” para tomar decisiones políticas informadas y responsables."

*     *     *     *     *
   
        Mas, no creo necesario justificar el asunto sobre el cual versarán mis palabras de hoy. Todos lo comprobamos a diario. Me preguntaré sobre el significado del acontecimiento iniciado hace setenta años, que hoy conmemoramos. Pero intentaré responderme enfocando la cuestión con sentido histórico prospectivo. Vale decir, ubicándola en el tiempo histórico;  dimensión en la cual se conjugan creativamente los denominados cronológicamente pasado, presente y futuro. Lo haré poniéndome bajo la égida de la dialéctica histórica de continuidad y ruptura; esa que nos permite, a la gente del oficio, percibir lo que perdura y habrá de continuar haciéndolo, cuando pareciera tender a prevalecer lo que se agota o termina.
          Estimo necesario hacerlo, porque he comprobado, en no pocas ocasiones, que jóvenes, tanto  mujeres como hombres, carecen de referentes sobre el presente estatus político de la mujer. Lo que les lleva a no apreciarlo adecuadamente, tanto en su potencialidad como en su vulnerabilidad. ¿Esto, en el caso de la mujer, no  por serlo sino por ser históricamente una recién llegada en el ejercicio del poder público? Me inclino decididamente por lo último; pero esto sin desdeñar de manera absoluta lo primero.
         Pero me abstendré de proseguir por esta vía, dado que temo adentrarme en los predios, para mi tan temibles como respetables, de la denominada intuición femenina, cuyo poder pude apreciarlo durante mis cincuenta años de feliz matrimonio. Pero vayamos al grano. Me valdré del esquema contable del balance.
       
        I.-  En cuanto al Haber:
        A.- La ciudadanía política de la mujer fue clave en la instauración del régimen sociopolítico liberal democrático, en el marco de la instauración inicial del Poder civil en Venezuela, mediante lo dispuesto en el Decreto Nº 9 de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Lo así logrado no fue resultado de una concesión, sino de un reconocimiento de derechos, políticamente necesario para infligirle la primera gran derrota al que parecía ser inexpugnable despotismo autocrático.
        B.- Por consiguiente, el ejercicio de su ciudadanía política por la mujer ha contribuido y contribuye, de manera notable, tanto a la institucionalización primera y primaria del Poder civil como a la preservación de los valores del régimen liberal democrático, cuando se ha intentado anular su vigencia. Al igual que a la reinstauración del Poder civil cuando se ha intentado proscribirlo.
        C.- La mujer venezolana ha adelantado, en su desarrollo ciudadano y en su capacitación política, hasta llegar a plantearse, como genuina aspiración personal, fundada en demostradas cualidades políticas y creatividad ideológica, el desempeño del Poder público en su más alto nivel.

        II.- En cuanto al Debe:
        A.- La mujer venezolana aun se revela vulnerable ante la manipulación machista, disimulada tras la fingida exaltación de su genérica preeminencia social.  Padecemos, todos, las consecuencias de esa aplicación de la versión política de la conyugal engañifa reina- sierva, apenas disimulada tras el abuso del femenino a la par del masculino.
        B.- Duele advertir que perdura mucho de atávica disposición, al admitir que su legítima aspiración de autonomía la disponga a servir de instrumento, en las malandanzas del poder político machista, hasta el extremo de verse utilizada como represora  de disidentes.
        C.- Queda mucho por adelantar en el camino hacia la promoción de la reorientación igualatoria de la relación hombre-mujer, en el ejercicio de la política y en el desempeño de la función pública.
        D.- Se advierte todavía escaso desarrollo de la solidaridad de género para enfrentar la ostensible preeminencia machista, incluida la apenas encubierta en el principio discriminatorio de las cuotas.

        III.- Evolución histórica prospectiva:
        A.- La creciente significación política de la mujer será resultante de su mejor formación educativa, de su ejercicio profesional competitivo, -individual y genérico-, y de la experiencia política asimilada creativamente.
        B.- La evolución será proyección de la determinación personal, demostrada en el ejercicio de la política; y de la ejemplaridad en el desempeño del Poder público, en su más altos niveles, en los diversos sectores y áreas.
        C.- La mujer venezolana habrá de asumir plenamente, tanto en lo teórico como en lo práctico, el papel que le pertenece en una sociedad venezolana genuinamente democrática. Y hará valer políticamente los logros de la visión histórica prospectiva, traducida en directrices políticas emancipadas del humillante condicionamiento genérico.

        IV.-  Valoración global:
        A.- En las siete décadas transcurridas desde su advenimiento al ejercicio pleno de la ciudadanía, la mujer venezolana ha tenido que confrontar tres poderosísimas fuerzas: el atavismo monárquico, el despotismo republicano y la tiranía doméstica, al mismo tiempo que se rescataba del analfabetismo y de la superstición seudo religiosa.
        B.- Pero de esas fuerzas, que no entraré a detallar por considerarlo innecesario, la más temible es la situación de dependencia resultante del disfrute del más poderoso y enaltecedor de los sentimientos: el amor; malentendido y practicado socialmente como entrega y subordinación, y no como participación, vivida ésta en la más humana y enaltecedora de sus expresiones.
        C. Tengo la satisfacción, que no vacilo en demostrar en mis frecuentes reuniones con jóvenes de ambos sexos, de comprobar que también en este último aspecto la mujer venezolana ha demostrado tenacidad y coraje, adelantando en la substitución de lo atávico por la demostración de la libertad, responsablemente ejercida, en todos los terrenos.  

        Conclusión:
        No parece necesario un gran esfuerzo interpretativo de lo ocurrido en el tiempo histórico para concluir que la sociedad venezolana se dirige hacia un cambio histórico fundamental. Está representado por la mutua redefinición de los roles sociopolíticos de hombres y mujeres, aplicados de manera conjunta en la conformación de una sociedad genuinamente democrática.

        Gracias.                                                                                                  
          Caracas, marzo de 2016.     




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