“Una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar…”
Por Silvia E. Rodríguez Schwartz
Entre los primeros argumentos de Didalco Bolívar para
solidificar su amenaza de disolver la Asamblea Nacional, aparte del cuento
inventado y rebuscado de la usurpación de funciones, estuvo que “llamaremos a nuevas elecciones para que el
pueblo decida.”
¿Elecciones? ¿decisión? ¿Cuántas veces tiene que decidir el
pueblo? ¿quién se come esta nueva pancarta de que someten las cosas a
elecciones?
La decisión, una vez más, ya se tomó, por ello los cambios
desde el 6 de diciembre 2015. Cambios que los arrechan, que les imposibilitan
la carta blanca que hasta ahora habían tenido, porque se está alzando la voz ante
las estupideces de un modelo de gobierno errado, porque la oposición y
Venezuela en general se atreve, cada vez más, a responder a la dictadura.
No hay fundamento constitucional ni moral para sacudirse al
demócrata, precisamente por no serlo. Sienten
que es un triunfo destruir y a cada paso que lo hacen, celebran más su avance
en la conversión y anulación del modelo capitalista.
Pero eso se extingue. Caduca. Ese ciclo ha avanzado y está
por mostrarnos la fortaleza adquirida y la luz. Basta con asomarnos a la
historia universal y ver la decadencia y agotamiento de modelos como el que se
pretende imponer.
No hay escapatoria sana a la verdad, la justicia y la paz para
nuestro país y su crecimiento.
Los rincones de la corrupción y la droga, de la mentira y la
manipulación internacional están volviéndose cada vez más oscuros y llenos de
trampas para ratones.
La careta ante el mundo cada vez se ensucia más y del
extranjero ya no se calan el insulto y la mentira como hasta ahora, simplemente
ya no.
Es por eso que viene tan a cuento la canción: “El Rey”. Frente a cada piedra en el
camino de su desolado afán de destrucción, descubrirán, poco a poco, que su
destino es rodar y rodar.
“(…) Prohibido
rendirse. Respira hondo y sigue adelante.”
Anónimo.
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