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viernes, 5 de febrero de 2016

“A 24 años del 4F…” Por Alfredo Alejandro Cabrera


“A 24 años del 4F…” 
Por Alfredo Alejandro Cabrera

La Fuerza Armada Nacional de Venezuela, la F.A.N. (si, sin la B), fue en un momento un sinónimo de orgullo para los venezolanos. Hubo un tiempo en el que tomar el camino del guerrero no solo no era mal visto, sino incluso era algo honroso para las familias. De nuestra intervención en El Salvador hasta el muro de contención contra la guerrilla y el contrabando, pasando por nuestra breve crisis de Caldas, los castros venezolanos eran merecedores de respeto.
Desde su nacimiento en 1911, nuestras fuerzas armadas regulares, enterrando el pasado de las tumultuosas montoneras, se abrieron paso en la pugna por la institucionalidad. Al servicio de Gómez primero, más no a su capricho, y luego manteniendo los regímenes andinos hasta el 18 de octubre de 1945.
A partir de ahí nuestra política entra en un agitado ciclo de golpes de estado e insurrecciones militares. Para citar los más relevantes, el 24 de octubre de 1948 le costó el poder a Rómulo Gallegos, y el 23 de enero de 1958, a Marcos Pérez Jiménez. El 19 de abril de 1960 y el 4 de mayo de 1962 asediaron al fundador de la democracia, Rómulo Betancourt y finalmente, veintiocho días después, un 2 de junio de 1962, con trescientos muertos, cerramos por treinta años ese oscuro capítulo de nuestra historia.
Los gobiernos democráticos de la república civil (1958-19998) lucharon por someter la vena rebelde de nuestros soldados y los transformaron en amparo de nuestra constitución. Los militares se convirtieron en el sostén de nuestras instituciones y en la garantía de nuestra integridad política y territorial.
Un funesto mes de febrero de 1992, justo se cumplen veinticuatro años, un movimiento nacería en un parto violento que cobro otros tantos centenares de muertos. Presos sus líderes, inspiraron a otros que meses después seguirían su ejemplo. Y apenas seis años después, por vía política y con el aval de un sistema democrático, el movimiento del 4F llegó al poder.
Nuestra vida política sufrió una transformación radical e inexorable, administrada conscientemente durante diecisiete años, pero impuesta, al fin y al cabo. Las F.A.N. fueron sometidas al proyecto bolivariano, y tuvieron que honrar a otros héroes. El movimiento inicio un cambio de timón en nuestro componente militar.
Los avances de casi un siglo de institucionalización fueron prácticamente erradicados. La Fuerza Armada dejó de ser una instancia apolítica y no beligerante para convertirse en el brazo armado del partido de gobierno. Dejaron de respaldar instituciones para adorar a un líder magno.
Pese a que la concepción de unos militares, de cualquier ser humano de hecho, completamente apolíticos es producto de nuestra propia inmadurez política, es imperdonable que se haya doblegado a las F.A.N. a una ideología. De árbitros imparciales pasaron ser jueces y partes en juicio sin sentido.
Las montoneras modernas están en los cuarteles y las guerras civiles en los medios de comunicación. Un nuevo caudillo surgió de entre las cenizas del atraso y nos trasladó a una versión distorsionada del siglo XIX. Y la integridad, el honor y el patriotismo real, sin chauvinismos, fueron los hijos de este Cronos criollo.
Como decía antes, un militar es una persona y más aún un ciudadano. Los romanos mismos no exigían que los militares se desentendieran de la política, pues todo romano tenía derecho a participar. Nunca debió limitarse su derecho al voto, ni su inalienable identidad política. Pero debimos enfocar nuestros esfuerzos en educar a nuestros soldados.
Es menester establecer un Rubicón cultural, que exija a los militares activos colgar el uniforme para entrar activamente en la política. Y hacerle entender a los efectivos de la F.A.N. que el cumplimiento de su deber trasciende cualquier partidismo o tendencia, y que sirven a todos y cada uno de los venezolanos.
Debemos exaltar el valor de la institucionalidad como el valor supremo de los hombres y mujeres que están llamados a la defensa de nuestra república. El único punto que comparto con los de aquel febrero, es que es la hora de que exista una unión cívico militar. ¿Pero que entendemos por cívico militar?
La misma distinción es parte fundamental del problema. ¿No es, acaso, todo venezolano nacido del lago al delta, una vez alcanzada la mayoría de edad, un ciudadano? ¿Existe una distinción entre ciudadanos porque algunos se dediquen a las armas u otros al derecho? Entonces, ¿no somos todos civiles? Pues si nos guiamos por la R.A.E. (2016), todo ciudadano es civil.
Todos somos venezolanos, y como tal, tenemos los mismos derechos y deberes. Y debe ser nuestra prioridad la de la defensa máxima de nuestros intereses, nuestra república y nuestra democracia, privando la institución sobre el caudillo y el todo sobre la parte. Tengo el anhelo profundo, como joven, como ciudadano, como venezolano, que retomemos el camino del entendimiento, de la igualdad, y sobre todo, de la institucionalidad, para que nunca más un febrero pueda sangrar a la nación…

Alfredo Alejandro Cabrera

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