81º Mensaje histórico.
PROSIGUE LA LARGA MARCHA
DE
LA SOCIEDAD VENEZOLANA HACIA LA DEMOCRACIA
(Ensayo
de prospectiva histórica)
Germán
Carrera Damas
Escuela de Historia
Facultad de Humanidades
y Educación. U. C. V.
Fechado
en el 28 de diciembre de 2015, envié mi 80º Mensaje histórico, titulad “A propósito del 6D”; en el cual me
permití exponer una preocupación, nacida del ejercicio del oficio de historiador, en los siguientes
términos:
...“no
he hallado constancia histórica de un régimen democrático que hubiese sido establecido democráticamente. Tampoco la
he hallado de un régimen democrático que hubiese sido restablecido democráticamente.”
Lo
sucedido en la jornada electoral celebrada en el 6 de diciembre de 2015 me hizo
abrigar la esperanza de que mi aserto se viese desvirtuado. Dos circunstancias
me inducían a ello:
Una
circunstancia resulta de la correlación posible entre dos rasgos adquiridos por
la sociedad venezolana, como producto de haber vivido en democracia durante más
de cuatro décadas (1946-1990), lo que le permitía el privilegio de poder recordar
la Democracia, según lo sostuve en mi
3º Mensaje histórico, titulado Recordar la Democracia, fechado en junio
de 2005, en los siguientes términos:
“El
grueso de la sociedad venezolana ha demostrado tener clara la interrelación
entre democracia y libertad. No ha necesitado de líderes que se la expliquen.
Es la mejor garantía de que está asentada en la conciencia social la convicción
de que recordar la democracia es defender el significado de libertad e igualdad
de la democracia, y rescatar la potestad de ejercerla para perfeccionarla.”
A lo
que se añade el hecho de que, como resultado de que enfrentada, tenaz y
lúcidamente, a más de una década de desafueros practicados por una dictadura
militar militarista, esa sociedad ha alcanzado un nivel de concientización que
me autoriza a concluir, como reiteradamente lo he expresado, que nunca la
Democracia ha sido más fuerte en la sociedad venezolana que en el presente, por
cuanto ya la Democracia radica en la sociedad, al haber superado ésta la etapa
durante la cual el impulso correspondiente descendía desde la clase política o
desde un gobierno. Ha tomado tomado el genuino sentido inverso.
La
otra circunstancia brotaba de mi conciencia histórica, en una combinación de conocimiento
de la historia y de patriotismo, fundados en la valoración del desenvolvimiento
histórico del pueblo venezolano, a partir del inicio de la ruptura del nexo colonial. El balance no puede ser
más notable: en menos de siglo y medio realizamos el más audaz experimento
sociopolítico de la Edad moderna, constituimos una nación de pueblos denominada
República de Colombia, en 1819-1821-1830; le pusimos término al Imperio
hispanoamericano en 1824; y emprendimos el establecimiento de la primera
república social-democrática moderna de América Latina en 1945-1946.
Estimo
que, considerado desapasionadamente, este haber del pueblo venezolano basta
para inducirme, cuando menos, a no desdeñar la posibilidad de que tal bagaje
sociopolítico podría enriquecerse con ocasión de una confrontación victoriosa
en la lucha de esa manera adelantada contra el despotismo, cualquiera haya sido
su atuendo.
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Creo
que es oportuno subrayar la necesidad de comprender que lo alcanzado en la
jornada electoral del 6D revelará su sentido y alcances, ya asimilada la
justificada euforia por ello producido, una vez que se le ubique en función de
lo que llevo dicho. Es decir, en la prosecución de la última de las hazañas socio
históricas enunciadas. Me permito formularlo de esta manera: se inicia la
superación de la crisis de desarrollo
del régimen sociopolítico liberal- democrático; revelándose con ello la
vigencia de la dialéctica histórica de continuidad y ruptura.
Muy
por el contrario de lo sostenido por quienes refiriéndose a tal crisis hablaron
de agotamiento del modelo, lo
ocurrido finalizando la década de 1990 significó, -y mentes responsables y alertas
tuvieron clara conciencia de ello-, el hecho de que logrados los objetivos
básicos del régimen liberal-democrático, los venezolanos habíamos entrado en un
estadio de acelerado crecimiento y elevación de nivel de las demandas sociales programadas
y promovidas por mandato constitucional. Lo que hacía necesario modernizar el
Estado y profundizar la Democracia, para que pudiese continuar la que he
denominada La Larga marcha de la sociedad
venezolana hacia la Democracia, una vez superada la crisis de instauración, padecida en el lapso 1948-1958.
Tal
fue el propósito de la designación, por el Presidente Jaime Lusinchi, de la
Comisión Presidencial para la reforma del Estado; grupo de estudio que en
ejercicio de la mayor amplitud ideológico-política, y gozando de absoluta
autonomía, estudió y formuló proposiciones tales como la descentralización
política y administrativa y la elección de los gobiernos estaduales y
municipales, que han significado baluartes, aunque asediados, del régimen
sociopolítico liberal-democrático. Sentando con ello las bases de un fortalecimiento
del Poder civil cuyo postrera expresión de vigencia institucional fueron las
elecciones de 1998.
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Lo
ocurrido a partir de esa función electoral no fue la primera vez que, durante
el siglo XX, los canales abiertos por la Democracia para la libre expresión de
la Soberanía popular sufrieron la torcedura de ser empleados para que
sorprendiesen la opinión pública proposiciones salvacionistas cuyo primer
cuidado fue desvirtuar, y al cabo cerrar, esos mismos caminos; haciendo pagar muy
caro, a los pueblos, la que he denominado
fatiga de la Democracia. Quizás sean de los más sobrecogedores ejemplos de
ello la suerte corrida por los pueblos alemán, argentino y venezolano. Casos
estos en los cuales fue cumplidamente comprobado la que para mí ha sido una
dolorosa comprobación histórica. La sintetizo de esta manera: Una democracia puede ser tan ineficiente y
corrompida como una dictadura, sobre todo si ésta es militar; una dictadura,
sobre todo si es militar, puede ser tan ineficiente y corrompida como una democracia.
Pero hay algo en lo que nunca podrán compararse: el ejercicio de la Libertad.”
Pero hay, también, entre los dos regímenes
sociopolíticos, una diferencia conductual que los contrapone radicalmente:
mientras la Dictadura puede hacer a los pueblos resignadamente pacientes ante los desmanes del despotismo y sus
secuelas, la Democracia los hace justificadamente
impacientes ante la insatisfacción, tardía o insuficiente, de sus
estimulados derechos democráticos. ¿Así será porque lo primero implica riesgo intimidatorio,
mientras lo segundo expresa determinación soberana?
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Los
resultados electorales del 6D han marcado el inicio de la superación de la crisis de desarrollo advenida en la
que denomino La larga marcha de la
sociedad venezolana hacia la Democracia, encomendada al Poder público como
necesaria mediante el Decreto de
Garantías dictado por el General Presidente Juan Crisóstomo Falcón, en el
18 de agosto de 1863; y puesto en ejecución a partir del 18 de octubre de 1945.
Un poco más de ocho décadas tomó la forjadura de los medios sociales,
intelectuales y espirituales requeridos para la puesta por obra de tan elevada
comisión. Plazo que resulta breve, para quien posea un sentido histórico
siquiera medianamente entrenado; pero quizás incomprensiblemente prolongado
incluso para quienes hemos padecido tanto la crisis de instauración como la de desarrollo del régimen sociopolítico liberal-democrático; si bien
no cabe hacer un deslinde radical entre las así caracterizadas etapas del mismo
proceso, por cuanto en rigor se trata de un re mismo proceso, regido por la dinámica histórica de continuidad y ruptura.
Admito que esto último se halla expuesto en un
lenguaje que resulta diáfano para el historiador de oficio; a la vez que necesitado
de explicación para quien no se haya familiarizado con su uso. Para estos
últimos, quizás valga apuntar que lo dicho consiste en el reconocimiento de la
circunstancia de que los procesos de cambio histórico obedecen a la mencionada
dialéctica, -y recuérdese que para los venezolanos la instauración del régimen
sociopolítico liberal-democrático significa la culminación de casi dos siglos
de padecimiento del despotismo republicano, en sus diversas etapas, formas y
grados.
A
lo largo de ese esfuerzo de la sociedad, su arma fundamental ha sido el
ejercicio, -aunque contrariado y reprimido durante las crisis-, de manera
pública o tácita, de la Soberanía popular. El estímulo de esta postura ha sido
la obra mayor de dirigentes políticos y sociales; y de intelectuales que han honrado su
condición de tales. De la constancia, la lucidez y la ejemplaridad que
manifiesten con su palabra y su actitud ejemplar, el pueblo venezolano y sus
dirigentes, dependerá que la crisis de desarrollo entrada en vías de
superación sea la última de las confrontadas en La Larga marcha de la sociedad venezolana hacia la Democracia; de
manera que cuando dentro de un par de generaciones seamos una sociedad
genuinamente democrática, el desarrollo de la misma no llegue a comprometer sus
fundamentos sociopolíticos.
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Mas,
cuanto pueda tener de certidumbre histórica el advenimiento definitivo de logro
democrático de la sociedad venezolana, no significa que su realización no esté
supeditada al grado de lucidez y determinación a ser demostrado por quienes han
asumido la responsabilidad de orientarlo y conducirlo. No cabe subestimar la complejidad
de la tarea. Tampoco el grado de la amenaza que su incumplimiento podría
representar. Y menos aún la urgencia de acometerla con el más grande empeño. En
suma, correspondiéndose con lo que me permití enunciar en el 10 de septiembre
de 2015, atendiendo una invitación de la “Asociación de amigos del arte
colonial”:
“Para
ello se hará necesario, y urgente, contar con un diagnóstico global, fundado en
la determinación de los males por remediar; pero que se corresponda
objetivamente con los síntomas fundamentales. Para atender a este propósito me
permito sugerir que conversemos sobre las siguientes posibilidades:
“Diagnóstico global: El tejido social de
la nación venezolana se revela como seriamente afectado en áreas primordiales.
“Pronóstico: El daño causado tiende a
agravarse, con alto riesgo para la conciencia nacional; lo que podría crear un
ambiente propicio a la admisión de engañosos proyectos salvacionistas.”
A
lo que me permito añadir una recomendación: Al asumir posiciones intelectuales
y adoptar conductas sociales, los demócratas venezolanos debemos tener presente
que hemos recibido un segundo aviso de la antidemocracia. Con ello, nuestra
responsabilidad socio histórica se ha acrecentado. Nos corresponde
honrarla.
Caracas,
1º de febrero de 2016.
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