¡Próxima parada: la sexta!
por Armando Martini
Pietri
Inevitable,
impostergable, imposible de obviar, absurdo de aplazar, ineludible no comentar
e inexcusable no analizar. La quinta republica se lame las heridas causadas por
ella misma y busca orientación porque está enferma y no sabe curarse, sin que
sus dirigentes sean ya capaces de explicar nada. Para la ciudadanía venezolana,
chavistas incluidos, la situación es como estar tumbado de espaldas bajo el
peso enorme de una fiera que, a su vez, tampoco se mueve por que está asustada
y herida de muerte.
Como un maltratado
autobús que hace tiempo nos pareció nuevo, pero tras demasiado uso, descuidado
y sin mantenimiento esta ruinoso y desvalijado, con el motor apagado porque
incluso alguien se robo la batería, vamos montados embalados y sin frenos,
hacia un barranco que el chofer no sabe cómo evitar y solo da golpes de volante
de un lado a otro con el riesgo amenazador de un volcamiento. La verdad, años
atrás el conductor de entonces le cambió el motor original –que no era gran
cosa pero al menos se veía bien- por uno viejo y gastado que le vendió un
reconocido estafador, y desde entonces el autobús pasa aceite, tiene los frenos
largos, pistonea, y la dirección tiene un juego enorme y el varillaje se le
tranca con frecuencia. Ahora va palo abajo en su rodada.
La sexta republica
que todo el mundo, menos al chofer, sabe que está allí, que es inevitable, que
el autobús ya no da más ni al chofer se le ocurre nada, solo ve con espanto el
abismo que se nos viene encima. Los más osados empiezan a lanzarse, es
preferible un buen golpe y hasta una fractura a llegar a la hondonada, el torpe
chofer se va quedando solo.
En realidad, es una
fuga hacia un pasado mejor. Demasiada gente siente en carne propia que la tan
cacareada quinta republica es un fraude, un vehículo conducido y mantenido por
incompetentes y otros que no ven al autobús como una forma de transporte a
mejores lugares para todos, sino como una forma personal de escapar de su
miseria, llegar a paisajes mejores y ricos para repartirse entre ellos. Pero el
viejo y malusado autobús ya no da para más.
La quinta republica
igual que le sucedió a la cuarta se desgastó, solo quedan restos deshilachados
que ninguno quiere porque ya no sirven para nadie. Hay que cambiarla, todos lo
sienten, lo perciben, lo desean, se habla cada día con mayor fuerza de cambiar
para recibir la nueva republica. Pero esa cuarta república tuvo también una
larga historia de crecimiento económico, social y político, le negó frontalmente
el petróleo barato a Fidel Castro cuando estaba en el pináculo de su
popularidad y después resistió con coraje, eficiencia y victoria militares y
policiales los ataques sangrientos organizados y financiados por los hermanos
Castro, en los campos y las ciudades. La cuarta república tuvo presidentes
ilustres, electos en comicios como los de ahora pero sin maquinitas,
captahuellas ni trampas electrónicas, presidentes y partidos que hicieron
historia, a diferencia de la quinta, que utilizó las elecciones modernizadas y
con sistemas y controles digitales para consolidar el poder de un solo jefe
militar que no gano nunca una batalla pero, eso sí, sabía mucho de béisbol, de
espectáculos y destrucción.
Nadie quiere que la
sexta republica sea sólo un barranco mortal, a nadie le gustan las catástrofes.
Sueñan con un puente, una transición que permita recuperar lo poco bueno que se
hizo y empezar a reajustar al país, reconstruir las bases para rehacer lo que
fue conducido a su peor realidad, una tragedia que ni siquiera sus provocadores
alcanzaron imaginar porque –seamos sinceros- no era lo que buscaban. Su grave
pecado fue la ignorancia, soñar sobre los errores que otros habían cometido
antes en diversas partes con terribles consecuencias, pero ellos simplemente no
lo sabían. Tampoco quisieron verlo, se dejaron seducir por el encanto y el
letal esplendor de los Castro, y quedaron ciegos ante el fracaso de esos mismos
responsables, que sólo generó hambre, sufrimiento, cárceles y huidas riesgosas
para los cubanos, que preferían navegar entre tiburones que seguir
ahogados por el castrismo brutal, tiránico y hambreador.
El disparo de partida
para iniciar esa transición lo dieron millones de venezolanos el pasado
diciembre. La transición ha comenzado, se enfrenta no solo a la pavorosa
realidad de los ciudadanos víctimas de los errores, obscurantismo y
corrupciones del régimen de Hugo Chávez que Nicolás Maduro, desnudo de
popularidad, de experiencia, de fe del público en general y de la mayoría de
los chavistas, no se atreve a tomar por los cuernos para cambiar la corrida,
sino también a la actitud torpe, agresiva y neciamente grosera que el gobierno
ha asumido, una clara demostración de que están al mismo tiempo aterrorizados,
desconcertados y sin saber qué hacer. El PSUV no fue construido para tener
iniciativa ni preguntar, sino para obedecer sin cuestionar, al mejor estilo
militar, algo que no comulga con la mayoría de esos venezolanos que se cansaron
de pasar trabajo y de soñar falsedades. La Venezuela del siglo XXI no responde
ya aquella amarga premisa de Bolívar de que este país sería un cuartel, mucho
menos después de diez y siete años de tosca y cómplice participación
de minorías militares en el que la mayoría ya califica de haber sido y
pretender seguir siendo el peor gobierno de la historia de un país con
demasiados malos gobiernos en su pasado pre democrático.
Una nada fácil
transición que empieza por corregir el deterioro y la degeneración que hemos
sufrido, que ha sido colosal y de magnitudes insospechadas. La descomposición
social y moral es terrible. La corrupción, la impunidad, la desfachatez. El
peor ejemplo es el malandraje tomando las calles para llorar a un pran, un
delincuente que se tomó fotos con la ministra de cárceles y nada pasó, y de
cuya fuerza todos estaban al corriente en la Isla de Margarita, la reacción con
despliegue de armamentos de guerra de los presos como feroz condolencia, fue el
colmo de los colmos que, angustiosamente, fue si no superado al menos igualado
pocos días después cuando los delincuentes cerraron una de las más importantes
ciudades del país y principalísima guarnición militar para mostrar respeto por
la muerte de otro bandido.
Pero por encima de
esas muestras de incapacidad del gobierno de Maduro, la realidad paralela es
que la transición, aun con dificultades, saboteos y amenazas oficialistas ya emprendió,
y por fin podemos sentir que estamos empezando a salir de esta congoja por el
bien de nuestros hijos y nietos. Pesadilla que se va esfumando, lenta y
dolorosamente, para permitirnos vislumbrar a lo lejos, pero al alcance de la
mano, la sexta republica que nacerá sin dinero pero con una nueva dirigencia
comprobadamente democrática y con conocimientos claros de la economía moderna.
Un buen comienzo
sería reconocernos todos con nuestras diferencias y errores, con nuestros
defectos y el rescate de la plena libertad de pensamientos y opinión. Con la
advertencia categórica, por la salud de la sexta republica, de que nunca
volveremos a permitir la impunidad porque ello sería un escollo muy grave para
el nuevo comienzo.
Venezuela quiere
claramente sacarse de encima un gobierno que defraudó, mintió y manipuló haciendo
creer a sus ciudadanos día tras día, mientras todo se desplomaba, que todo iba
bien hasta que la verdad se impuso y no se pudo ocultar mas la realidad. Es
también justo señalar y exigir actuaciones inteligentes, actuales y sinceras de
una oposición sin un líder claro, prestigioso y confiable que la guie en esta
tormenta que juega a intereses partidistas y personales sin importarle el
malestar ciudadano, que ha logrado ganar las parlamentarias fundamentalmente
por la indignación colectiva contra el oficialismo.
Así con el
reconocimiento de todos por todos, la ubicación y el apoyo a los mejores
independientes de su preferencia y diversa procedencia social y política, con
el concurso de talentos, la oposición debe responder unida a las expectativas
de la población, execrar la impunidad y la complicidad, en beneficio de la
reconciliación de una sociedad ávida de mejorar su calidad de vida y el futuro
para sus familias en un país que valore y respalde la honorabilidad, la fuerza
de valores y principios éticos, el esfuerzo propio y el talento positivo.
Esa respuesta que
esperamos es otro importantísimo aspecto de la transición, una de las razones
fundamentales de su necesidad, porque es una lástima que una minoría de
políticos derrochen la confianza que la mayoría aplastante de venezolanos les
otorgó, en sus peleas, diatribas y cálculos, además de defender sus intereses
personales, de grupos y partidos. Todos los venezolanos, los treinta y tantos
millones restantes sufrimos, padecemos las penurias, sinsabores y los riesgos
de esta profunda crisis social, moral, económica y política que hoy nos ataca
como una plaga, una enfermedad que si no se trata y asiste con tiempo de manera
inmediata, se dispersará, se pondrá crónica y ya no tendrá tratamiento ni cura.
Y también morirá prematuramente la sexta republica, una muerte que el pueblo no
va a aceptar.
@ArmandoMartini
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