DE LA SIEMBRA DEL
PETRÓLEO
A LA SIEMBRA DE LA
NACIÓN
Germán CARRERA DAMAS
Escuela de
Historia
Facultad de
Humanidades
y Educación.
U.C.V.
Agradezco a las autoridades de esta
meritoria Universidad, el haberme brindado la ocasión de intentar contribuir a
la valoración crítica de un hecho ideológico-político históricamente relevante.
Con
la anuencia de Ustedes, seré breve. Expondré algunas consideraciones puntuales,
que espero soliciten y merezcan la atención crítica del panel; y de todos los
aquí reunidos. De ser así, vería satisfecha la esperanza de llevarme más de lo
que podré ofrecerles.
Como suele ocurrir con las consignas
exitosas, la de “sembrar el petróleo”
reúne la intrínseca incongruencia lógica con la incitación a la libre
interpretación. Hubo quienes pensaron, quizás interpretándola casi
literalmente, que ello se lograría mediante el Banco Agrícola y Pecuario,
creado en 1928. El cual, según observadores, si bien sirvió al fomento de algunas
propiedades agropecuarias, también sirvió para sembrar de grandes casas la
entonces naciente urbanización bautizada “El Paraíso”, y para que algunos
privilegiados cuentahabientes se ofrecieran placenteras estadías en Francia.
Esto amén de que algo de la tal siembra sirviese para que la generalidad de la
sociedad pusiera al menos un pie en la modernidad cosificada en contadas obras
públicas.
Digo esto último, aunque tengo presente
el desagrado que ello pueda causar a quienes han optado por sacralizar la
consigna que nos ocupa, recomendándola como inspiración de claves políticas
para alcanzar el así concebido progreso. Esto, pese a que los términos del
artículo de prensa (Diario “Ahora”,
año I, Nº 183, 1936), al cual la consigna sirve de título, prueban una
predominante orientación agropecuaria:
…”urge
aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear
las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que
será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta
de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la
agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el
petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil,
sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora
del pueblo venezolano en condiciones excepcionales.
“La
única política económica sabia y salvadora que debemos practicar, es la de
transformar la renta minera en crédito agrícola, estimular la agricultura
científica y moderna, importar sementales y pastos, repoblar los bosques,
construir todas las represas y canalizaciones necesarias para regularizar la
irrigación y el defectuoso régimen de las aguas. Mecanizar e industrializar el campo,
crear cooperativas para ciertos cultivos y pequeños propietarios para otros.”
* * *
* *
Por mi parte, creo que la consigna,
reinterpretada, ha alcanzado su más alto nivel de realización con el
acontecimiento electoral protagonizado por la sociedad venezolana en el 6 de
diciembre del año 2015. En ella dio su más espléndido fruto el que, remedando
el lenguaje revolucionario decimonónico francés, cabría denominar “El Árbol
de la Democracia”. Luego de siete décadas de haber sido sembrado y de haber
sido sostenidamente regado, para decirlo a la manera de Winston Spencer
Churchill, refiriéndose el heroísmo contemporáneo del pueblo británico, con
“sangre sudor y lagrimas”.
Debo advertir, de inmediato, que me resulta
intolerable, desde el punto de vista historiográfico, la circunstancia de que
pueda persistir la creencia de que “sembrar
el petróleo” es una tarea por realizar. Rechazo, sobre todo, la suposición
de que el no haberla cumplido explicaría las flaquezas de nuestro régimen
sociopolítico liberal-democrático. Lo menos que puedo enrostrarle, a quienes
tal error cometen, es que adolecen de una grave falta de sentido histórico.
Queda puesta de bulto porque al evaluar el trayecto recorrido por nuestra
sociedad, a partir del momento cuando la consigna fue formulada, no sólo
desestiman las condiciones del camino histórico recorrido sino que identifican
erróneamente, entonces y ahora, la meta por procurar. Lo que les impide
advertir el significado de lo logrado. Por no decir que revelan, al proceder de
tal manera, el imperio de arraigados prejuicios o, en tiempos actuales, el
influjo de desatinadas quimeras pretendidamente gestoras de una nueva
Humanidad.
* * * *
Cuando un pequeñísimo grupo de
románticos iluminados creyó posible edificar aquí una sociedad republicana
democrática moderna, lo hicieron, probablemente, porque no leyeron críticamente
el denominado Programa de febrero, formulado
en los inicios del gobierno del General Eleazar López Contreras. Un error de
enfoque les hizo privilegiar, en él, la fundamental tarea por realizar respecto
del inadvertidamente revelado inventario de atraso, y de las consiguientes
carencias, que representaba el desastroso balance de La Dictadura liberal autocrática actuante, con particular ensañamiento,
desde comienzos del siglo, como beneficiaria, guardián y cuidador del
generalizado atraso de la sociedad venezolana; incluso apreciada respecto de
algunas de sus semejantes en el continente.
Hasta entonces, el petróleo había servido
para preservar esa situación de atraso
generalizado y de vulnerabilidad social; que había llegado hasta el extremo de
que se viese puesta en riesgo, al hacerse mundial la inicial guerra europea, la
subsistencia misma de una sociedad que, por otra parte, casi súbitamente resultó
asomada en el escenario internacional, sólo porque de su suelo era extraído un
recurso necesario para ¿sembrar fuerzas? en sociedades entonces asediadas por
el nazi-fascismo y sus aliados.
Mas, ocurrió que de las proyecciones
ideológico-políticas democráticas de esa situación, contenidas en la denominada
Doctrina de las cuatro libertades; y
de la concerniente a la libre
determinación de los pueblos, consagrada en la Carta del Atlántico, se desprendieron luces y motivaciones que
coadyuvaron en la transformación, de la que inicialmente fuera concebida como
una lucha por la Libertad y contra la Dictadura, en la determinación de
edificar la que llegaría a ser, junto con las establecidas en India y Japón, una
de las tres grandes democracias resultantes de la Segunda guerra mundial. Las tres lo fueron en sociedades que
compartían el ser consideradas genésicamente inhabilitadas para sostener la
instauración de un régimen sociopolítico liberal democrático moderno.
Para ello hubo que desechar, en el caso de
la sociedad venezolana, caminos que lucían de atractiva eficacia para propiciar
el advenimiento del que habría de constituir un promisorio cambio histórico. No
otra cosa podría parecer el convertir una sociedad virtualmente desahuciada por
neo científicos sociales en una nación de ciudadanos. Pero, en medio de las
dificultades se forjó y perseveró la convicción de que la conquista del Poder
público habría de ser la condición para iniciar la siembra de un régimen
sociopolítico liberal democrático moderno. Creo que no ha sido bien valorado el
esfuerzo de creatividad intelectual demandado no ya para desechar el atractivo
camino representado por las revoluciones mexicana y soviética, sino también y
sobre todo para proponerse trazar uno acorde con el estadio histórico de la
sociedad venezolana.
* *
* * *
Como sabemos, al cerrarse los caminos que
podrían permitirle a tal sociedad iniciarse en la participación democrática,
libre y eficaz, en los procesos de formación, ejercicio y finalidad del Poder
público, quienes concibieron la instauración de un régimen sociopolítico
liberal democrático moderno, como procedimiento necesario para poner en marcha
una efectiva superación del generalizado atraso de la sociedad, optaron por el
más tradicional, -y también por ellos censurado-, procedimiento de acceso al
Poder público. Esta determinación, que por lo general ha sido mal enfocada
críticamente, al vérsela como interrupción de una evolución hacia la Democracia
supuestamente probable, representó, en realidad y por primera vez, la
particular expresión venezolana de la que ha llegado a constituir una suerte de
comprobación histórica. Me refiero a la imposibilidad de instaurar, -o de reinstaurarlo-,
democráticamente, un régimen sociopolítico liberal democrático.
Fue superado de esta manera, de suyo
cuestionable pero históricamente necesaria, el impasse creado por el intento
del General Presidente Isaías Medina Angarita de aprovechar el cese del obligante
compromiso democrático internacional, gracias a la finalización de la guerra,
para restablecer el procedimiento autocrático que permitiría garantizar la
continuidad de La Dictadura liberal
autocrática. La Junta revolucionaria de Gobierno puso en marcha la
formación democrática del Poder público requerido para emprender la superación
del global atraso de la sociedad. Cabe preguntarse: ¿sembrando el petróleo y realizando el Programa de febrero? o ¿haciendo que los postulados básicos de este
último sirviesen, abiertamente, a la instauración de un régimen sociopolítico
liberal democrático; y no, solapadamente, a facilitar la perduración de una
versión remozada de La Dictadura liberal
autocrática.
Como correspondía, el primer paso
consistió en rescatar la Soberanía popular, que permanecía secuestrada desde
1828, cuando el entonces general colombiano, nacido en la Gobernación y
Capitanía General de Venezuela, en el 24 de julio de 1783, Simón Bolívar,
asumió, mediante un procedimiento jurídicamente cuestionable, una Dictadura comisoria dirigida a preservar
la recién lograda independencia de la República de Colombia. Intentaba detener,
para ello, la marcha potencialmente destructiva del ordenamiento político
republicano que tomaba la reanudada Disputa
de la Independencia, bajo el influjo de los
venezolanos que no se fueron con Bolívar.
* *
* * *
La
prédica democrática, luego de superar el embeleco suscitado por el estentóreo
triunfo del golpe militar-civil bautizado Revolución
Roja o soviética, perceptible en
el denominado Plan de Barranquilla, entró
a definir rumbo propio, atendiendo a las visibles necesidades de una sociedad
sumida en el atraso sociopolítico. La obra por realizar era más compleja y ardua
que la planteada por la necesidad de atender los requerimientos básicos en
materia de alimentación, educación, habitación, comunicaciones y transporte.
Para intentar realizarlas la condición primera y primaria consistía en integrar
la Nación, sembrándola en los predios de la dispersión geográfica y del
parcelario regionalista. Pero, sobre todo haciendo tomar conciencia a quienes
la poblaban de su condición de ciudadanos, y no ya de súbditos sumisos del
despotismo monárquico disfrazado de republicano.
Pero, ¿sería posible sembrar Nación en una
sociedad cuya incipiente conciencia nacional se hallaba presa del
analfabetismo, de la desorientación histórica y de la carencia aun de la
experiencia más elemental en el
ejercicio de la política?
No se requería mucho esfuerzo para
comprender que la magnitud, la profundidad y la diversidad del cambio
sociopolítico, entrevisto y proclamado, hacía necesaria la formación de una Nación, en el sentido moderno del
término. Lo que suponía poner por obra, de manera simultánea y coordinada, las
fuerzas sociales capaces de generar, conducir y “gerenciar” los factores del
cambio social, a la par en lo político, lo social, lo económico y lo
ideológico, creativamente interrelacionados. Para esto era requisito partir de
una franca comprensión del cuadro social. A ello dedicó Rómulo Betancourt un
artículo titulado “80 millones más para el Fisco”, publicado en el diario El País en el 8 de diciembre de 1944 (Rómulo Betancourt, Antología política, Vol. tercero, 1941-1945). Y lo hizo en términos que no podían ser más
sobrecogedores:
….”Los venezolanos que no han
adquirido, por cálculo o por beatitud, el compromiso de cerrar los ojos ante la
realidad circundante, sabemos cuan alejado de los hechos está este risueño
panorama de bienaventuranza [se refería a la versión oficial de la prosperidad
del país]. Basta salirse un poco del perímetro urbano, y recorrer uno de los
caminos venezolanos para toparse con la desolación de la tierra sin hombres, de
las casuchas tristes de los campesinos, de los pueblos arruinados. Y aún sin
abandonar las alcabalas de nuestra risueña y pretenciosa capital no sería
difícil descubrir centenares de hogares de clases media y obrera donde no se
respira el ambiente eufórico de quienes viven a cubierto del malestar
económico.”
“Consciente
del riesgo que de esa manera corría, Rómulo Betancourt asumió las consecuencias
de su descarnada presentación de la realidad de la nación: “Que se digan estas
cosas, con leal franqueza, ha disgustado siempre a los gobernantes de nuestro
país. Preferirían que no hubiera voz discordante alguna, capaz de amargar la
jocundia (sic) estruendosa del festín”… Ante esta conducta se
ha pretendido que de …”seres agoreros deben ser calificados quienes no
comulguen con la rueda de molino de nuestro riente presente y de nuestro
porvenir de ilimitada felicidad.” Y asumiendo la responsabilidad consiguiente,
expuso su propia visión de la cuestión:
“Lo
cierto, lo dramáticamente cierto, es que seguimos jugando nuestro destino como
pueblo al azar de los dados. Como Nación somos remedo del ruletero afortunado
que una noche desbancó a Montecarlo, y luego se dedicó a gastar a manos llenas
la inesperada riqueza. Esa riqueza que estamos gastando tan sin sentido de la
inversión reproductiva, capaz de garantizar estabilidad y sosiego a las
generaciones de mañana, es el petróleo. Porque es fundamentalmente al auge de
las ventas petroleras”…”Y no a la habilidad administrativa del equipo en el
Poder. Ese mismo equipo, en los comienzos de su gestión debió apelar al aumento
de un centavo de impuestos sobre los fósforos para equilibrar su renco
presupuesto sólo porque en los mares Atlántico y Caribe los submarinos del Eje
habían hundido algunas docenas de buques-tanques (sic) aceiteros.”
Planteada
así la cuestión política: “Culminó con una vehemente interrogante, de paso
alusiva a Arturo Uslar Pietri:
“Ante esta
situación, la pregunta que surge es ésta: ¿qué debemos hacer? ¿Dejar que se
esterilicen esos centenares de millones
en las arcas fiscales, -mientras está planteada a los venezolanos la
gran tarea de construir una Nación de que hoy carecemos- o traducir a realidad
operante, concreta, aquella retórica consigna de ‘sembrar el petróleo’?” (Adaptado
del borrador de mi obra titulada Rómulo
histórico, que puede consultarse en la página Web
WWW.fundacionromulobetancourt.com).
* *
* * *
En esta
necesaria interrelación de factores propiciatorios del cambio histórico, el
nacimiento de los partidos políticos modernos estableció vínculos que rebasaron
el virtual aislamiento geográfico y minaron los regionalismos. Ya no se trataba
de denominaciones genéricas, a lo decimonónico, sino de substanciales
identificaciones, organizativas y programáticas. Los venezolanos pasamos, rápidamente, a ser adecos, pedevistas, comunistas, copeyanos y urredistas, cualquiera fuese la
respectiva patriecita. Al mismo
tiempo, la expansión de la exploración-explotación petrolera propició el inicio
de la conversión del peón agrario en obrero industrial, a la par que suscitaba
una intensa movilidad social horizontal. A su vez, el fomento y desarrollo del
movimiento sindical aceleró la formación de un proletariado moderno; mientras
que el crecimiento y desarrollo de una primaria clase media era estimulada por
la expansión del sector servicios y la generalización de la instrucción. Pero
el más importante factor del cambio social, en lo concerniente al desarrollo,
fue la promoción de la formación de una clase empresarial moderna, bajo los
auspicios de la creación, en 1946, de la Corporación Venezolana de Fomento,
CVF.
Este conjunto de factores habría de actuar
en función de una reforma agraria integral que, al rescatar del casi total
atraso la mayor parte de la población, los haría propietarios de la tierra; y
como tales un poderoso aporte a la formación y extensión de un mercado interno
que diese salida a la producción generada por el desarrollo de una economía
industrial en el cual se combinarían, de manera planificada y concertada, los
sectores estatal y privado.
* * *
* *
La empresa sociopolítica así concebida
requería el diseño de una estrategia que permitiese reordenar el escenario
internacional en el cual habría de hallarse ubicada la sociedad venezolana de
postguerra. Los objetivos estaban claramente definidos por el escenario socio histórico.
Alcanzarlos suponía lograr un nuevo relacionamiento con el capital
internacional, comenzando por el invertido en la industria extractiva del
petróleo; y hacer más equitativos los términos de intercambio en los mercados
internacionales; lo que demandaba la reorientación de las políticas nacionales
y de su marco internacional.
La puesta en marcha de un régimen
sociopolítico democrático, habría de ser el instrumento que auspiciase la puesta
en marcha de la empresa global que
significase sembrar el petróleo
mediante una operación entendida como la instauración de La República liberal democrática, en el marco de la denominada por
Rómulo Betancourt La Revolución
democrática o evolutiva; en el
curso de la cual la sociedad venezolana confronta actualmente una segunda
crisis, la de desarrollo.
En síntesis, Arturo Uslar Pietri dijo sembrar el petróleo, -si bien la
paternidad de esa consigna ha sido atribuida también a Alberto Adriani-. En el
pensamiento de ambos imperaba la concepción de una sociedad fundamentalmente
agropecuaria. Es decir, nos dijeron lo que a su juicio, socialmente conservador,
debíamos hacer sembrando el petróleo. Rómulo Betancourt y sus hermanitos nos enseñaron cómo hacerlo.
Pero la década terrible, transcurrida
a partir de 1936, hizo su efecto en los respectivos enfoques de la cuestión; lo
que sería asunto de otra conferencia.
* * *
* *
Me permito concluir estas palabras subrayando
lo que dije, casi al comienzo, respecto del …“pequeñísimo grupo de románticos
iluminados [que] creyó posible edificar una sociedad republicana democrática
moderna, empleando materiales considerados deleznables”… Lo hago cuando,
todavía según algunos autores, el mérito
de lo conseguido recae en el petróleo, refiriéndose a lo logrado por la
sociedad venezolano como La Democracia
petrolera.
Gracias.
Caracas, 24 de febrero de 2016.
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