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viernes, 26 de febrero de 2016

"DE LA SIEMBRA DEL PETRÓLEO A LA SIEMBRA DE LA NACIÓN" Por Germán Carrera Damas

Conferencia de Germán Carrera Damas en la Universidad Metropolitana 24/02/2016

DE LA SIEMBRA DEL PETRÓLEO
A LA SIEMBRA DE LA NACIÓN

Germán CARRERA DAMAS
                                   Escuela de Historia
                                   Facultad de Humanidades
                                   y Educación. U.C.V.

            Agradezco a las autoridades de esta meritoria Universidad, el haberme brindado la ocasión de intentar contribuir a la valoración crítica de un hecho ideológico-político históricamente relevante.

Con la anuencia de Ustedes, seré breve. Expondré algunas consideraciones puntuales, que espero soliciten y merezcan la atención crítica del panel; y de todos los aquí reunidos. De ser así, vería satisfecha la esperanza de llevarme más de lo que podré ofrecerles. 

       Como suele ocurrir con las consignas exitosas, la de “sembrar el petróleo” reúne la intrínseca incongruencia lógica con la incitación a la libre interpretación. Hubo quienes pensaron, quizás interpretándola casi literalmente, que ello se lograría mediante el Banco Agrícola y Pecuario, creado en 1928. El cual, según observadores, si bien sirvió al fomento de algunas propiedades agropecuarias, también sirvió para sembrar de grandes casas la entonces naciente urbanización bautizada “El Paraíso”, y para que algunos privilegiados cuentahabientes se ofrecieran placenteras estadías en Francia. Esto amén de que algo de la tal siembra sirviese para que la generalidad de la sociedad pusiera al menos un pie en la modernidad cosificada en contadas obras públicas.
       
        Digo esto último, aunque tengo presente el desagrado que ello pueda causar a quienes han optado por sacralizar la consigna que nos ocupa, recomendándola como inspiración de claves políticas para alcanzar el así concebido progreso. Esto, pese a que los términos del artículo de prensa (Diario “Ahora”, año I, Nº 183, 1936), al cual la consigna sirve de título, prueban una predominante orientación agropecuaria:

       …”urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza  acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales.
      “La única política económica sabia y salvadora que debemos practicar, es la de transformar la renta minera en crédito agrícola, estimular la agricultura científica y moderna, importar sementales y pastos, repoblar los bosques, construir todas las represas y canalizaciones necesarias para regularizar la irrigación y el defectuoso régimen de las aguas. Mecanizar e industrializar el campo, crear cooperativas para ciertos cultivos y pequeños propietarios para otros.”
*     *     *     *     *

      Por mi parte, creo que la consigna, reinterpretada, ha alcanzado su más alto nivel de realización con el acontecimiento electoral protagonizado por la sociedad venezolana en el 6 de diciembre del año 2015. En ella dio su más espléndido fruto el que, remedando el lenguaje revolucionario decimonónico francés, cabría denominar  “El Árbol de la Democracia”. Luego de siete décadas de haber sido sembrado y de haber sido sostenidamente regado, para decirlo a la manera de Winston Spencer Churchill, refiriéndose el heroísmo contemporáneo del pueblo británico, con “sangre sudor y lagrimas”.

       Debo advertir, de inmediato, que me resulta intolerable, desde el punto de vista historiográfico, la circunstancia de que pueda persistir la creencia de que “sembrar el petróleo” es una tarea por realizar. Rechazo, sobre todo, la suposición de que el no haberla cumplido explicaría las flaquezas de nuestro régimen sociopolítico liberal-democrático. Lo menos que puedo enrostrarle, a quienes tal error cometen, es que adolecen de una grave falta de sentido histórico. Queda puesta de bulto porque al evaluar el trayecto recorrido por nuestra sociedad, a partir del momento cuando la consigna fue formulada, no sólo desestiman las condiciones del camino histórico recorrido sino que identifican erróneamente, entonces y ahora, la meta por procurar. Lo que les impide advertir el significado de lo logrado. Por no decir que revelan, al proceder de tal manera, el imperio de arraigados prejuicios o, en tiempos actuales, el influjo de desatinadas quimeras pretendidamente gestoras de una nueva Humanidad.

                                                            * * * *
       Cuando un pequeñísimo grupo de románticos iluminados creyó posible edificar aquí una sociedad republicana democrática moderna, lo hicieron, probablemente, porque no leyeron críticamente el denominado Programa de febrero, formulado en los inicios del gobierno del General Eleazar López Contreras. Un error de enfoque les hizo privilegiar, en él, la fundamental tarea por realizar respecto del inadvertidamente revelado inventario de atraso, y de las consiguientes carencias, que representaba el desastroso balance de La Dictadura liberal autocrática actuante, con particular ensañamiento, desde comienzos del siglo, como beneficiaria, guardián y cuidador del generalizado atraso de la sociedad venezolana; incluso apreciada respecto de algunas de sus semejantes en el continente.

      Hasta entonces, el petróleo había servido para preservar esa situación de  atraso generalizado y de vulnerabilidad social; que había llegado hasta el extremo de que se viese puesta en riesgo, al hacerse mundial la inicial guerra europea, la subsistencia misma de una sociedad que, por otra parte, casi súbitamente resultó asomada en el escenario internacional, sólo porque de su suelo era extraído un recurso necesario para ¿sembrar fuerzas? en sociedades entonces asediadas por el nazi-fascismo y sus aliados.
     
          Mas, ocurrió que de las proyecciones ideológico-políticas democráticas de esa situación, contenidas en la denominada Doctrina de las cuatro libertades; y de la concerniente a la libre determinación de los pueblos, consagrada en la Carta del Atlántico, se desprendieron luces y motivaciones que coadyuvaron en la transformación, de la que inicialmente fuera concebida como una lucha por la Libertad y contra la Dictadura, en la determinación de edificar la que llegaría a ser, junto con las establecidas en India y Japón, una de las tres grandes democracias resultantes de la Segunda guerra mundial. Las tres lo fueron en sociedades que compartían el ser consideradas genésicamente inhabilitadas para sostener la instauración de un régimen sociopolítico liberal democrático moderno.

         Para ello hubo que desechar, en el caso de la sociedad venezolana, caminos que lucían de atractiva eficacia para propiciar el advenimiento del que habría de constituir un promisorio cambio histórico. No otra cosa podría parecer el convertir una sociedad virtualmente desahuciada por neo científicos sociales en una nación de ciudadanos. Pero, en medio de las dificultades se forjó y perseveró la convicción de que la conquista del Poder público habría de ser la condición para iniciar la siembra de un régimen sociopolítico liberal democrático moderno. Creo que no ha sido bien valorado el esfuerzo de creatividad intelectual demandado no ya para desechar el atractivo camino representado por las revoluciones mexicana y soviética, sino también y sobre todo para proponerse trazar uno acorde con el estadio histórico de la sociedad venezolana.

*     *     *     *     *
      Como sabemos, al cerrarse los caminos que podrían permitirle a tal sociedad iniciarse en la participación democrática, libre y eficaz, en los procesos de formación, ejercicio y finalidad del Poder público, quienes concibieron la instauración de un régimen sociopolítico liberal democrático moderno, como procedimiento necesario para poner en marcha una efectiva superación del generalizado atraso de la sociedad, optaron por el más tradicional, -y también por ellos censurado-, procedimiento de acceso al Poder público. Esta determinación, que por lo general ha sido mal enfocada críticamente, al vérsela como interrupción de una evolución hacia la Democracia supuestamente probable, representó, en realidad y por primera vez, la particular expresión venezolana de la que ha llegado a constituir una suerte de comprobación histórica. Me refiero a la imposibilidad de instaurar, -o de reinstaurarlo-, democráticamente, un régimen sociopolítico liberal democrático.

     Fue superado de esta manera, de suyo cuestionable pero históricamente necesaria, el impasse creado por el intento del General Presidente Isaías Medina Angarita de aprovechar el cese del obligante compromiso democrático internacional, gracias a la finalización de la guerra, para restablecer el procedimiento autocrático que permitiría garantizar la continuidad de La Dictadura liberal autocrática. La Junta revolucionaria de Gobierno puso en marcha la formación democrática del Poder público requerido para emprender la superación del global atraso de la sociedad. Cabe preguntarse: ¿sembrando el petróleo y realizando el Programa de febrero? o ¿haciendo que los postulados básicos de este último sirviesen, abiertamente, a la instauración de un régimen sociopolítico liberal democrático; y no, solapadamente, a facilitar la perduración de una versión remozada de La Dictadura liberal autocrática.

     Como correspondía, el primer paso consistió en rescatar la Soberanía popular, que permanecía secuestrada desde 1828, cuando el entonces general colombiano, nacido en la Gobernación y Capitanía General de Venezuela, en el 24 de julio de 1783, Simón Bolívar, asumió, mediante un procedimiento jurídicamente cuestionable, una Dictadura comisoria dirigida a preservar la recién lograda independencia de la República de Colombia. Intentaba detener, para ello, la marcha potencialmente destructiva del ordenamiento político republicano que tomaba la reanudada Disputa de la Independencia, bajo el influjo de los venezolanos que no se fueron con Bolívar.
                                                                                                                                      
*     *     *     *     *
      La prédica democrática, luego de superar el embeleco suscitado por el estentóreo triunfo del golpe militar-civil bautizado Revolución Roja o soviética, perceptible en el denominado Plan de Barranquilla, entró a definir rumbo propio, atendiendo a las visibles necesidades de una sociedad sumida en el atraso sociopolítico. La obra por realizar era más compleja y ardua que la planteada por la necesidad de atender los requerimientos básicos en materia de alimentación, educación, habitación, comunicaciones y transporte. Para intentar realizarlas la condición primera y primaria consistía en integrar la Nación, sembrándola en los predios de la dispersión geográfica y del parcelario regionalista. Pero, sobre todo haciendo tomar conciencia a quienes la poblaban de su condición de ciudadanos, y no ya de súbditos sumisos del despotismo monárquico disfrazado de republicano.

     Pero, ¿sería posible sembrar Nación en una sociedad cuya incipiente conciencia nacional se hallaba presa del analfabetismo, de la desorientación histórica y de la carencia aun de la experiencia más elemental en el  ejercicio de la política?

     No se requería mucho esfuerzo para comprender que la magnitud, la profundidad y la diversidad del cambio sociopolítico, entrevisto y proclamado, hacía necesaria la formación de una Nación, en el sentido moderno del término. Lo que suponía poner por obra, de manera simultánea y coordinada, las fuerzas sociales capaces de generar, conducir y “gerenciar” los factores del cambio social, a la par en lo político, lo social, lo económico y lo ideológico, creativamente interrelacionados. Para esto era requisito partir de una franca comprensión del cuadro social. A ello dedicó Rómulo Betancourt un artículo titulado “80 millones más para el Fisco”, publicado en el diario El País en el 8 de diciembre de 1944 (Rómulo Betancourt, Antología política, Vol. tercero, 1941-1945).  Y lo hizo en términos que no podían ser más sobrecogedores:

….”Los venezolanos que no han adquirido, por cálculo o por beatitud, el compromiso de cerrar los ojos ante la realidad circundante, sabemos cuan alejado de los hechos está este risueño panorama de bienaventuranza [se refería a la versión oficial de la prosperidad del país]. Basta salirse un poco del perímetro urbano, y recorrer uno de los caminos venezolanos para toparse con la desolación de la tierra sin hombres, de las casuchas tristes de los campesinos, de los pueblos arruinados. Y aún sin abandonar las alcabalas de nuestra risueña y pretenciosa capital no sería difícil descubrir centenares de hogares de clases media y obrera donde no se respira el ambiente eufórico de quienes viven a cubierto del malestar económico.”

“Consciente del riesgo que de esa manera corría, Rómulo Betancourt asumió las consecuencias de su descarnada presentación de la realidad de la nación: “Que se digan estas cosas, con leal franqueza, ha disgustado siempre a los gobernantes de nuestro país. Preferirían que no hubiera voz discordante alguna, capaz de amargar la jocundia (sic) estruendosa del festín”… Ante esta conducta se ha pretendido que de …”seres agoreros deben ser calificados quienes no comulguen con la rueda de molino de nuestro riente presente y de nuestro porvenir de ilimitada felicidad.” Y asumiendo la responsabilidad consiguiente, expuso su propia visión de la cuestión:

      “Lo cierto, lo dramáticamente cierto, es que seguimos jugando nuestro destino como pueblo al azar de los dados. Como Nación somos remedo del ruletero afortunado que una noche desbancó a Montecarlo, y luego se dedicó a gastar a manos llenas la inesperada riqueza. Esa riqueza que estamos gastando tan sin sentido de la inversión reproductiva, capaz de garantizar estabilidad y sosiego a las generaciones de mañana, es el petróleo. Porque es fundamentalmente al auge de las ventas petroleras”…”Y no a la habilidad administrativa del equipo en el Poder. Ese mismo equipo, en los comienzos de su gestión debió apelar al aumento de un centavo de impuestos sobre los fósforos para equilibrar su renco presupuesto sólo porque en los mares Atlántico y Caribe los submarinos del Eje habían hundido algunas docenas de buques-tanques (sic) aceiteros.”

 Planteada así la cuestión política: “Culminó con una vehemente interrogante, de paso alusiva a Arturo Uslar Pietri:
     
 “Ante esta situación, la pregunta que surge es ésta: ¿qué debemos hacer? ¿Dejar que se esterilicen esos centenares de millones  en las arcas fiscales, -mientras está planteada a los venezolanos la gran tarea de construir una Nación de que hoy carecemos- o traducir a realidad operante, concreta, aquella retórica consigna de ‘sembrar el petróleo’?” (Adaptado del borrador de mi obra titulada Rómulo histórico, que puede consultarse en la página Web WWW.fundacionromulobetancourt.com).

*     *     *     *     *
    En esta necesaria interrelación de factores propiciatorios del cambio histórico, el nacimiento de los partidos políticos modernos estableció vínculos que rebasaron el virtual aislamiento geográfico y minaron los regionalismos. Ya no se trataba de denominaciones genéricas, a lo decimonónico, sino de substanciales identificaciones, organizativas y programáticas.  Los venezolanos pasamos, rápidamente, a ser adecos, pedevistas, comunistas, copeyanos y urredistas, cualquiera fuese la respectiva patriecita. Al mismo tiempo, la expansión de la exploración-explotación petrolera propició el inicio de la conversión del peón agrario en obrero industrial, a la par que suscitaba una intensa movilidad social horizontal. A su vez, el fomento y desarrollo del movimiento sindical aceleró la formación de un proletariado moderno; mientras que el crecimiento y desarrollo de una primaria clase media era estimulada por la expansión del sector servicios y la generalización de la instrucción. Pero el más importante factor del cambio social, en lo concerniente al desarrollo, fue la promoción de la formación de una clase empresarial moderna, bajo los auspicios de la creación, en 1946, de la Corporación Venezolana de Fomento, CVF.

      Este conjunto de factores habría de actuar en función de una reforma agraria integral que, al rescatar del casi total atraso la mayor parte de la población, los haría propietarios de la tierra; y como tales un poderoso aporte a la formación y extensión de un mercado interno que diese salida a la producción generada por el desarrollo de una economía industrial en el cual se combinarían, de manera planificada y concertada, los sectores estatal y privado.

*     *     *     *     *
    La empresa sociopolítica así concebida requería el diseño de una estrategia que permitiese reordenar el escenario internacional en el cual habría de hallarse ubicada la sociedad venezolana de postguerra. Los objetivos estaban claramente definidos por el escenario socio histórico. Alcanzarlos suponía lograr un nuevo relacionamiento con el capital internacional, comenzando por el invertido en la industria extractiva del petróleo; y hacer más equitativos los términos de intercambio en los mercados internacionales; lo que demandaba la reorientación de las políticas nacionales y de su marco internacional.
    
       La puesta en marcha de un régimen sociopolítico democrático, habría de ser el instrumento que auspiciase la puesta en marcha de la empresa  global que significase sembrar el petróleo mediante una operación entendida como la instauración de La República liberal democrática, en el marco de la denominada por Rómulo Betancourt La Revolución democrática o evolutiva; en el curso de la cual la sociedad venezolana confronta actualmente una segunda crisis, la de desarrollo.

      En síntesis, Arturo Uslar Pietri dijo sembrar el petróleo, -si bien la paternidad de esa consigna ha sido atribuida también a Alberto Adriani-. En el pensamiento de ambos imperaba la concepción de una sociedad fundamentalmente agropecuaria. Es decir, nos dijeron lo que a su juicio, socialmente conservador, debíamos hacer sembrando el petróleo. Rómulo Betancourt y sus hermanitos nos enseñaron cómo hacerlo. Pero la década terrible, transcurrida a partir de 1936, hizo su efecto en los respectivos enfoques de la cuestión; lo que sería asunto de otra conferencia.

*     *     *     *     *
   
    Me permito concluir estas palabras subrayando lo que dije, casi al comienzo, respecto del …“pequeñísimo grupo de románticos iluminados [que] creyó posible edificar una sociedad republicana democrática moderna, empleando materiales considerados deleznables”… Lo hago cuando, todavía según algunos autores,  el mérito de lo conseguido recae en el petróleo, refiriéndose a lo logrado por la sociedad venezolano como La Democracia petrolera.

   Gracias.

  Caracas, 24 de febrero de 2016.

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