"UNA SITUACIÓN
LÍMITE"
Por Carlos Canache Mata
El gobierno se está atrincherando en el TSJ
para obstaculizar y contrarrestar las decisiones y leyes que apruebe la nueva
AN. El viernes pasado, en el acto de apertura del año judicial, resonaron otra
vez en el recinto del máximo tribunal
los gritos de “revolución, revolución” y “viva Chávez”. Señal ostensible de que
las togas ya tienen posiciones tomadas y están dispuestas a postrarse a los
pies del oficialismo.
En un verdadero Estado de Derecho, el
parlamento legisla, los jueces interpretan la
ley y el Ejecutivo la hace cumplir. Esa interacción entre los poderes
está actualmente dislocada en Venezuela. Es cierto que el artículo 335 de la
Constitución establece que el TSJ es “el máximo y último intérprete” de la
Constitución, pero eso no lo convierte en fortín desde donde se pueden disparar
sentencias amañadas para debilitar o invalidar lo que decida y los instrumentos
legales que legítimamente sancione la AN. La presidenta del TSJ dijo en su
discurso que “el TSJ tiene plena facultad para revisar los actos de los demás
órganos de rango constitucional”, lo que es verdad, pero esa revisión debe
estar a salvo de del alegato de falsas inconstitucionalidades. De lo contrario,
habría una dictadura judicial por mampuesto.
El señor Maduro, desde su conuco mental, al
hablar en el citado acto, anticipó que en “breve” habrá nuevos “choques” con la AN controlada
por la oposición, exhortando a “preparémonos para esas batallas”. Seguramente
se refería, entre otras cuestiones pendientes, a la Ley de Otorgamiento de
Títulos de Propiedad a Beneficiarios de la Gran Misión Vivienda Venezuela, ya
aprobada en primera discusión por la AN, y a la Ley de Amnistía y
Reconciliación Nacional que entrará a la consideración parlamentaria en los
próximos días. Con respecto a la primera, ya hizo, como un agitador cualquiera,
un llamado “a la calle, a la calle, rebelión, rebelión, frente a la burguesía,
rebelión y punto”. Y de la segunda, ha dicho que jamás la firmaría.
Si el plan del gobierno es bloquear el
funcionamiento de la AN convirtiéndola en un objeto de adorno, razón tiene el
presidente de ésta, Henry Ramos Allup, cuando dice que “no nos vamos a inhibir
del cumplimiento de nuestras funciones constitucionales porque un tribunal, que
dentro y fuera de Venezuela está perfectamente bien reputado como un apéndice
del Ejecutivo, vaya a hacer ilusorias las funciones de esta asamblea electa por
el sufragio popular”.
Porque hay una tragedia institucional y
porque la crisis económica ha adquirido dimensiones de catástrofe (la dramática
escasez de alimentos y de medicinas es sólo uno de los rostros que vemos) es que
se justifica, con el gozo nacional, la decisión de la oposición democrática de
recurrir a una de las varias vías constitucionales que nos llevará prontamente
al cese del régimen actual y su sustitución por otro soberanamente elegido por
el voto del pueblo venezolano.
Cuando se vive una situación límite, las
decisiones tienen carácter existencial.
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