Armando Martini Pietri: Escuálidos, pelucones, oligarcas y ciudadanos ya
no se asustan
El anuncio de la fecha para las elecciones
parlamentarias está cerca. La estrategia puesta en funcionamiento como
globo de ensayo de intimidación a los electores se intensifica y se
acrecentará. Esta táctica de miedo, condimentada con insultos y amenazas
para hacer creer que si gana la oposición se aproxima un desastre, no debe
extrañar ni sorprender a nadie. Es la estrategia reiterada que utiliza el oficialismo
-con muy buenos resultados- previa a los comicios electorales; sin embargo este
método parece que ya no asusta ni tiene los efectos deseados. Y no
los tiene porque la gran mayoría de los venezolanos ya siente y padece el
desastre.
Los voceros del oficialismo encabezados por el
mismísimo Presidente Nicolás Maduro alertan a la población que si
gana la oposición y fracasa la revolución bolivariana, los
venezolanos debían prepararse para un “tiempo de masacre y muerte”. Que la
eliminación de todas las misiones y subsidios es un hecho innegable, el cierre
de Pdval y toda la línea de distribución del Gobierno será clausurado. Que
estaremos a punto de una guerra civil y un sin número de sandeces sin
fundamento. Sandeces porque Pdval, Mercal y Bicentenario ya son escenarios
patéticos de colas interminables, mal servicio y constante desabastecimiento.
Lo padece el pueblo, se queja el pueblo, el pueblo se indigna y se harta.
Porque la masacre y la muerte las ejecuta el hampa día y noche sin parar, en
todas las zonas, a ricos y a pobres, la única democracia que sobrevive en el
país, todos somos iguales ante el asesinato, el robo y el secuestro. Ahora
mismo, mucho antes de las elecciones parlamentarias.
La idea es aterrorizar, claro, tradición
social-chavista. Pero en tiempos de Maduro es una maniobra que quizás no
le está funcionado. Con el tiempo los ciudadanos han perdido el miedo a lo
que dice el mandatario, quien constantemente machaca que lo que pasa en el país
es culpa de los escuálidos, oligarcas y “pelucones” de la oposición.
Para Maduro todo lo que no le es grato, lo que simplemente no entiende y sus
constantes errores, ignorancias y fracasos, son producto de una sola y nacional
e internacionalmente extendido plan diabólico de la derecha, conspiración que la
gente ni ve, ni siente, ni cree a estas alturas del partido.
Aunque no soy quien para dar una definición
psicológica del gobernante y nunca me atrevería hacerlo, hago uso sin embargo
de muchos estudiosos de la psiquiatría y psicología que diagnostican la
insistencia de culpar a los demás, humillar, sojuzgar y amenazar dentro de
una posición esquizo-paranoide, condición con la cual se vive con miedo a la
muerte, a la propia aniquilación y es causa de grandes ansiedades.
Pero no solo las ofensas y agresiones son
pronunciadas por el Presidente de la República. Son muchos los líderes del PSUV
quienes siguen ese patrón. Por ejemplo, en actos con precandidatos a las
primarias, el Presidente de la Asamblea Nacional y primer jefe del PSUV
–hay muchos que no creen en la jefatura de Maduro-, Diosdado Cabello, ha
utilizado palabras ofensivas contra sus adversarios. Las palabras terroristas,
fascistas, apátridas, y frases como burguesía parasitaria forman parte del
léxico maduro-cabellista.
Ciertamente este discurso le dio frutos, y muchos,
al Presidente Chávez porque además lo acompañó de su carisma y astucia natural,
y porque eran otros tiempos, otros dólares, otro chavismo unido por fe,
esperanza y conveniencia, y en tiempos de Maduro disgregado entre esperanzas en
retroceso, fe disminuida y angustiada conveniencia ya no es lo
mismo. Por eso este lenguaje procaz esgrimido por los ahora hijos
del comandante eterno ya no espanta, y si lo hace es a muy pocos, más porque lo
desean que porque su poca razón de verdad lo crea.
Los ciudadanos en general rechazan la arenga
amenazante, embaucadora y chantajista; la repetición casi a diario y con los
más variados pretextos, habitualmente para tratar de disimular errores y
fracasos que todo el mundo conoce, ha venido sumando ciudadanos incrédulos,
inmunizados contra el palabreo vacío. Están curados de espantos y la
intimidación no proporciona en el elector el efecto deseado, por el
contrario va fortaleciendo un escudo que ante la incredulidad se transforma en
valentía y coraje alimentados por la grave y constante crisis política, económica
y social que hoy padece la gran mayoría del país. ¿Qué peor podemos estar de lo
que ya estamos?
En conclusión la situación parece indicar que el
agotamiento de quienes tienen tiempo en el poder, agravado por la compleja
situación de crisis en todos los frentes, está en su etapa más comprometida. El
país ya no parece funcionar y quienes lo gobiernan no tienen la fuerza, el
carácter ni la destreza para resolverlo. Lo que hacen no tiene el efecto
buscado. En una circunstancia como la relatada, la inseguridad galopante,
economía devastada, colapso de los servicios públicos, desbarajuste social y
muchos etcéteras, han socavado gravemente la popularidad oficial y cualquier
estrategia de amedrentamiento simplemente ya no asusta.
Y tampoco gusta.
@ArmandoMartini
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