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lunes, 1 de junio de 2015

Armando Martini Pietri: Cuando la esperanza muere, nace la voluntad

Armando Martini Pietri: Cuando la esperanza muere, nace la voluntad
               
“Solidaridad es de las mayores virtudes que debe tener y cultivar un ser humano, especialmente si se es político. Cuando no se tiene, la esperanza muere”.

La situación de la sociedad venezolana actualmente ha derivado, tras dieciséis años de promesas incumplidas, expectativas frustradas, frustraciones sucesivas, en una decepción generalizada y en la pérdida de poder de las dirigencias. Basta observar, en el estudio de la UCAB, el elevado porcentaje de quienes se declaran no seguidores del oficialismo ni de la Mesa de la Unidad Democrática: suman más que el chavismo y la MUD juntos. Para ser precisos, los ciudadanos están perdiendo las esperanzas en sus políticos.

La crisis venezolana, ya a nivel de caos –palabreja demasiado utilizada, olvidando que su significado griego original es “lo impredecible”-, es económica, pero no sólo económica. Va mucho más allá, la crisis está en lo político, social y familiar; de una sociedad con problemas hemos degenerado en sociedad en disolución. Hemos caído de sociedad que cuestionaba a sus líderes, a sociedad con jefes toscos, ignorantes e incompetentes que, en vez de orientar al pueblo, lo usan y lo esquilman.

Hace poco más de una década los venezolanos estaban hartos y confusos, pero en vez de razonar cedieron de nuevo a la emoción y a dejarse seducir por quien prometiera más. Las promesas de aquél poco formado pero muy carismático mesías militar se fueron dejando de lado y Venezuela se convirtió en un pueblo a la deriva, sin dirigentes ni soluciones, con muchos problemas incluyendo varios que antes nunca tuvo.

El resultado no es nuevo, se fue forjando día tras día, porque no sólo ha fallado la jefatura que gobierna, sino que con patética terquedad se ha equivocado una y otra vez el liderazgo de quienes se oponen. Piensen solamente que en estos últimos años ningún partido opositor ha llegado siquiera a un 15% del electorado, y los que fueron los dos grandes partidos nacionales han sido incapaces de recuperar alguna porción de significancia de su antigua militancia. Cuando finalmente entendieron la importancia –la inevitabilidad- de unirse para constituir un frente capaz de presentar batalla política a la emotividad y manipulación chavistas, sumaron votos pero no integraron ideas ni principios. En consecuencia han terminado por ser, como ahora, votos contra el chavismo y por una oposición que no está abriendo caminos nuevos, por el contrario, los cierra. Pero así como hace dieciséis años los venezolanos seguíamos siendo un pueblo poco o nada racional, este enredado y desorientado período desde 1999 parece que nos ha llevado a empezar a serlo.

El tiempo transcurrido ha sido suficiente para cansarse, y los ciudadanos no sólo no logran renovar sino que van dejando caer esperanzas que eran de ellos pero por lo visto no del oficialismo para unos ni de la unidad con saliva de loro de quienes afirman ser la oposición; esperanzas, por eso mismo, desgastadas al punto de ser frágiles e inservibles.

El doble discurso, la doble moral, la mentira, la falta de principios y valores éticos, las palabras y frases vacías de tanto repetirlas sin consecuencias, han mermado y socavado la confianza de los ciudadanos en los políticos y en la política. El daño es colosal.

-No se puede declarar la guerra a la corrupción acompañado de corruptos.
-No se pueden defender los derechos humanos y glorificar quien esta denunciado de violarlos.
-No se puede criticar la delincuencia cuando se le da impunidad.
-No se puede rechazar la difamación e injuria cuando se vilipendia y difama.
-No se puede criticar el autoritarismo cuando se es autoritario.
-No se puede reprochar la mentira cuando se es mentiroso.
-No se puede esgrimir el patriotismo cuando se es antipatriota.
-No se puede exigir solidaridad cuando no se es solidario.

Ya no se percibe ni se aprecia voluntad de los políticos en rectificar, en aportar, en dialogar, en corregir, sólo se observa la diatriba política, grosera, indecente, llena de adjetivos irrespetuosos contra el adversario. Y la insistencia en los errores. Un buen y lamentable ejemplo reciente es el deplorable comunicado de la MUD con respecto a la marcha convocada por Leopoldo López, Voluntad Popular y otros, mensaje con una toma de posición que muchos han calificado como una afrenta a la unidad y falta grosera a la solidaridad. Queda en evidencia -una vez más- que prevalecen los intereses partidistas y que la MUD que asume el liderazgo nacional sigue extasiada sólo con su propio ombligo y robustece la percepción creciente de que nada les importa sino los curules en el parlamento. Y no nos referimos a la MUD solamente sino también al PSUV. Son tan similares que parecen lo mismo. Nada de extraño seria confundirlos.

Para derrotar al oficialismo el único chance de esa oposición es esperar que estalle la crisis para montarse en ella, capitalizando el voto castigo sin ningún otro mérito y el gobierno parece rendido, inactivo, paralizado ante la situación que es trance en desarrollo hacia el caos, y la gran dificultad que hoy padecemos. Es decir, entre lo malo y lo peor nadie parece encontrar un camino.

Cuando esto sucede las sociedades complejas y multi racionales como la nuestra comienzan a organizarse por sí mismas, por instinto sociocultural, para sobrevivir y es cuando emprenden los cambios que comienzan siendo casi imperceptibles y con timidez pero germinando con fuerza y solidez. Hay liderazgos que por su habitual instinto de supervivencia tratan ya de impedirlo a toda costa. Pero saldrán derrotados porque no han sabido estar a la altura que merecían los acontecimientos. Los ciudadanos les pasarán por encima y los dejarán de lado como lo que son: ineficientes, fracasados y egoístas.

El país perdió la esperanza en –muchos- de sus políticos, en la política, en las instituciones, en los poderes constituidos, y poderes son el oficialismo y la oposición oficial. Escribir estas líneas causa tristeza, pero la verdad es el norte que debemos seguir y alcanzar por duro que sea, es la única manera conocida de salir adelante y fortalecidos, no podemos consentir más esta ignominia, no podemos permitir que se mantenga esta perversa tradición.

Hay que recuperar la esperanza, hay muchas mujeres y hombres no politizados ni pertenecientes a partidos políticos que están dispuestos y son suficientemente dignos, íntegros y capacitados para aportar sus ideas y experiencias que lleven finalmente a la recuperación del país. La voluntad que debemos vigorizar y la invitación que debemos hacer es a organizarnos en una opción emergente, para sembrar y fortalecer caminos que sólo nosotros podemos diseñar y asentar hacia una nación renovada y con capacidad real de tener fe sólida, confiable y motivante, y salir airosos de las muchas dificultades que tenemos y las que están por venir; sólo así conquistaremos la paz y el porvenir para los ciudadanos decentes con valores y principios éticos de este hermoso y gran país.

Para los ciudadanos que piensan, que cada día son más.

@ArmandoMartini


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