Armando Martini Pietri: Realidad incontrovertible
Imperativo que entendamos la realidad que hoy vivimos los venezolanos.
No la que nos trata de presentar un Gobierno que ejerce de guapetón ni la
retórica de la MUD. De lo que hay que hablar es de lo que padecemos los
ciudadanos día y noche.
La situación política es un sinsabor colectivo. La ciudadanía está harta
de sus políticos y de la política, o de eso que ellos llaman política, y la
percepción generalizada es que sólo se preocupan, con el pueblo y la democracia
como parapetos, de lo que le conviene al partido y a sus intereses. El Gobierno
sólo ejercita un absolutismo basado en sus propias conveniencias para
sostenerse y, aún peor, para mantenerse sobre bases equivocadas y análisis
miopes, lo cual sólo puede aguantarse aplicando la represión, los
encarcelamientos programados y la conocida fiereza de los planazos sólo que con
equipos más modernos. De Gómez, La Rotunda y los castillos hechos prisiones, a
Maduro, la Guardia Nacional, el Sebin y los “tigritos” lo único que ha cambiado
son los aparatos y los uniformes de los nuevos “chácharos”.
Frente a eso, la oposición organizada juega a la autovictimización, al
yo soy bueno y paciente, el túnel tiene un final que no se ve pero que en
alguna parte debe estar.
La situación económica no puede ser peor. La inflación no revelada por
el Banco Central es desconocida en cifras pero quienes vamos al mercado y
adquirimos bienes de consumo (cuando los conseguimos, que no es siempre)
podríamos calcularla en cifras que ya sobrepasan el doble de ayer. La escasez y
el desabastecimiento generalizado son de una gravedad que se hace evidente no
solamente en las colas y el abuso especulativo y grosero de los bachaqueros
sino que es tema diario de conversación y quejas entre los venezolanos de todos
los niveles, especialmente de la clase media –la que paga impuesto sobre la
renta- y los más pobres, que gracias a una moneda en desplome constante vale
menos que el papel de sus billetes son los que malviven peor cada día.
La situación social de inseguridad ya no es situación sino caos que se
agrava a diario, la vida es mala vida cada día peor. La inseguridad
hace estragos con una policía descoyuntada en un país donde el orden y el
desorden los establecen los delincuentes incluso desde las cárceles a las
cuales son enviados no para corregirse o ser castigados, sino para darles un
tiempo de entrenamiento; el malandraje generalizado y la incapacidad del Estado
para cuidar a sus ciudadanos, han impuesto en Venezuela un toque de queda que
convierte en tendencia suicida poder salir de nuestros hogares apenas cae el
sol –y en algunas zonas incluso las 24 horas. Hay que ponerle
término a la inseguridad sin contemplación ni complicidades. La impunidad tiene
que finalizar y el castigo por violar la ley debe ser ejemplarizante.
La sanidad es deplorable; sin medicinas ni insumos, con equipos que se
desgastan y no hay quien los repare, sin siquiera aspirinas ni “curitas”, los
médicos y enfermeros mal pagados y despreciados por el sistema, Barrio Adentro
es ya un recuerdo desvaído y los hospitales simples cascarones de concreto.
El sistema educativo está malsostenido por maestros y profesores
humillados con sueldos vergonzosos, sin materiales de enseñanza, en
instalaciones descascaradas, sin docentes en las materias científicas, sin
incentivos, sin protección, el Gobierno cree que regalando unas cuantas
computadoras básicas y recargadas de propaganda política malintencionada a unos
cuantos estudiantes ya resolvió un problema que perjudicará al país por
décadas.
Y todo eso para no hablar de la indolencia gubernamental, de marañas de
leyes que se enlazan unas sobre otras para controlar más y sólo consiguen
trabar cualquier actividad, de la corrupción generalizada, de miles de millones
de dólares volatilizados en obras inconclusas o simplemente nunca hechas, en
promesas desplegadas e incumplidas, en deudas amontonadas para que los
funcionarios vivan bien y los ciudadanos mal.
Conclusiones
La viabilidad y sustentabilidad del éxito para la nueva Venezuela
depende en dejar de lado y en remojo el egotismo, el autoritarismo, la
prepotencia, la agresividad y los descalificativos.
La situación
económica tiene que revertirse y ser reorientada, reestructurada y adecuada
para incorporarla a los tiempos modernos y no aferrarse a las teorías superadas
que ya han comprobado el fracaso. No se trata de renunciar a principios sino de
alcanzar soluciones que beneficien a la mayoría. Modelos existen en Europa y
otros continentes, países donde conviven el socialismo con la modernidad y
teorías mixtas. La democracia parlamentaria y la monarquía.
En una situación política que ya no da más, que se autodevora, o sus
protagonistas principales comienzan a entender la realidad incontrovertible que
se vive y desisten de sus intereses y ponen enfrente los del país o
quedarán puestos de lado, el rechazo será descomunal y el basurero de la
política será insuficiente para albergarlos.
Se demanda se exige e impone con urgencia un acuerdo nacional, así como
suena. Pero no
político ni de política individualista y excluyente sino de sensatez, de
cordura con inteligencia, con madurez y sin zancadillas ni celadas donde el
único objetivo sea el bienestar nacional.
Hay que hacer un paréntesis, ni el chavismo ni la oposición solos podrán
acometer los enormes ajustes y cambios que ya son impostergables. Algunos
siguen dándose el peligroso lujo de no estar de acuerdo, pero se agotó el
tiempo para divagar sobre la conveniencia o no del dialogo. Lo único cierto es
que en las peores crisis de la humanidad las conversaciones siempre fueron
posibles. Hay que renunciar al dogmatismo exagerado y afrontar en contexto los
problemas con pragmatismo. No hacerlo será irresponsabilidad de los que hoy estamos
para los que vendrán mañana, pasando por la historia como
irresponsables destructores del presente e insensatos verdugos del futuro.
Ya no basta con arreglar los problemas, hay que ir mucho más allá porque
lo que hay que componer es a la sociedad venezolana toda, es decir, tenemos que
volver a empezar y construir un nuevo país, y para eso hay que comenzar por las
bases. No es una misión para un líder y unos pocos partidos, es una tarea inmensa
colosal que llevará, como poco, toda una generación.
@ArmandoMartini
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