DESDE EL PUENTE
Oswaldo Álvarez Paz
¿QUIEN
GOBIERNA EN VENEZUELA?
El caso
venezolano no tiene precedentes en la historia contemporánea. Quizás tampoco
desde la fundación de la República. No me refiero a la exagerada concentración
de poder en la cabeza del ejecutivo, característica de todas las dictaduras,
por las buenas o por las malas. También en algunas etapas democráticas debido a
la exagerada personalidad, peso propio, del primer magistrado en contraposición
con sus colaboradores u opositores de cualquier rango.
Aquí tenemos
una peligrosa dualidad. Por un lado el señor Nicolás Maduro al frente del poder
ejecutivo y por el otro, al recientemente ascendido a capitán Diosdado Cabello,
cabeza del legislativo. Hay especulaciones sobre supuestos o reales enfrentamientos
entre ambos, de acuerdos abiertos y encubiertos para repartir las cuotas de
poder y mantener cierto equilibrio entre sus fuerzas. Sin embargo, el balance
es abiertamente negativo para los dos. Ninguno sirve para algo útil y en manos
de ambos el país se desmorona institucional y éticamente. ¿De cual de los dos
es la mayor responsabilidad? ¿Quién tiene más poder? Las fuerzas armadas ¿que
papel juegan en esta disputa? Estamos llegando al llegadero. No hay secretos
eternos y las cosas salen progresivamente a la luz pública. Las cabezas del
régimen lucen empantanadas en un fango que arropa a ambos titulares. El resto
de los poderes públicos lucen como simples peones de quinta categoría,
ejecutores ciegos de los disparates de quienes han aceptado como superiores.
Nunca como
ahora quienes han ejercido la Presidencia de la República o de la Asamblea
Nacional, habían estado tan alejados de sus deberes y obligaciones
constitucionales, trabajando al margen y en contra de un ordenamiento jurídico
que desaparece en medio de la arbitrariedad y el caos reinante.
La verdad es
que siento mucho desprecio por estos tiempos y una gran tristeza por mi país.
Decepciona el rostro baboso de la mediocridad de muchos compatriotas de este
tiempo. Confieso que en esta hora me siento muy sólo y la soledad genera un
frío intenso. Pero también ofrece espacio para la reflexión y para alimentar la
fe inquebrantable en un futuro mejor. Está por empezar. Este pueblo pacífico y
cívico, empieza a ejercer su derecho a la legítima defensa. Nadie puede
censurarlo.
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