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martes, 3 de mayo de 2016

“LA ÚLTIMA FECHORÍA” Por Carlos Canache Mata


“LA ÚLTIMA FECHORÍA” 
Por Carlos Canache Mata

   Apoyado en el Tribunal Supremo de Justicia, que le sirve de bastón, el gobierno se ha alzado contra la Asamblea Nacional y la Constitución.

Una camarilla civil-militar ha activado una guillotina judicial que decapita las leyes que salen del Parlamento y las decisiones que adopta. Para cercenar las funciones del Poder Legislativo, esa camarilla a veces actúa por cuenta propia y en otras ocasiones pone música a una partitura que le escriben desde Cuba. La voluntad popular, representada desde el 6-D por la Asamblea Nacional, está cercada, pero aguarda la ocasión para hacerse sentir y valer.

   No sólo como bastón, el Tribunal Supremo de Justicia también le sirve al gobierno al colocar a su Sala Constitucional como mascarón de proa para sus asaltos al Texto Fundamental.

   Acaba de consumarse la última fechoría de los conjurados contra la democracia y el orden institucional. La Asamblea Nacional, el 28 de abril, aplicó el artículo 246 de la Constitución que dispone que “la aprobación de una moción de censura a un Ministro o Ministra por una votación no menor de las tres quintas partes de los o las integrantes presentes de la Asamblea Nacional, implica su remoción”. Y, en ejercicio de su atribución de “control sobre el Gobierno y la Administración Pública Nacional” (art. 187, numeral 3, de la Constitución), la Asamblea Nacional había citado a comparecer al Ministro de Alimentación para precisar su responsabilidad en la grave crisis alimentaria que vive el país y respondiera algunas acusaciones relacionadas con su gestión, citación que no atendió. Ese es el contexto en que se produjo el voto de censura, que ahora, sorprendido en flagrante violación del artículo 246 constitucional, rechaza el gobierno.

   La noche del mismo 28 de abril, Nicolás Maduro, que cumplía en Puerto La Cruz una actividad gubernamental, declaró: “Yo le digo a usted (se dirigía al presidente de la Asamblea Nacional): esa decisión es írrita y nula, y, como írrita y nula, no existe, así de sencillo”. Se adelantaba al pronunciamiento que le correspondía a la Sala Constitucional, su obsecuente servidora, siempre presta a doblar la cerviz. Con arrogancia que no sé en qué la fundamenta, el ocupante de Miraflores agregó que “al ministro no lo remueve nadie” y envolviendo un papel, sustitutivo de aquel en que se le participaría la decisión de la Asamblea Nacional, siguió diciendo, con la vulgaridad característica del difunto del cual es causahabiente: “Aquí le mando su carta (al presidente de la AN), devuélvansela intacta, así como está, para ver qué uso le puede dar al papel que me envió de la carta espuria, írrita y nula de la AN”.


      Como Maduro y los diputados oficialistas, en el debate parlamentario, argumentaron, para sostener el rechazo al voto de censura, que la Sala había suspendido algunos artículos del  Reglamento Interior y de Debates de la AN, Henry Ramos les respondió contundentemente al aclararles que ese Reglamento “forma parte de las normas internas corporis que en ejecución directa de la Constitución esta Asamblea dicta y que solo esta AN puede modificar”.

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