LOS
ELEMENTOS ESENCIALES DE UN “DIALOGO”
Por Alfredo Coronil Hartmann (*)
(*) POETA, ABOGADO Y POLITÓLOGO, MS y Ph.D. CATEDRÁTICO UNIVERSITARIO, EX-PARLAMENTARIO hijastro del ex-presidente Don Rómulo Betancourt, vive en Venezuela.
Seguí con inmensa y profunda preocupación, el
reiterado anuncio de la intervención del Vaticano en la desandanza venezolana
de hoy, en ese caso, por resabio diplomático preferí no decir la Santa Sede.
Soy, publica y orgullosamente, católico romano, aunque por temperamento y
formación no hago alarde de ello. Pertenezco a instituciones hospitalarias y
filantrópicas, vinculadas a la Iglesia, que existen mucho antes del
descubrimiento de América. Dicho esto quisiera con el mayor respeto adelantar
algunas consideraciones.
Es imposible no entender que el carácter
ecuménico de la Iglesia, basada en el amor como mandato esencial, la obliga a
propender al diálogo, pero también es imposible no entender que, cualquier
diálogo, por elevado que pudiese hipotéticamente ser, por impolutos que sean
los mediadores o el mediador, requiere de la participación de las partes, SIN
PARTES NO HAY DIÁLOGO…
En el caso venezolano de hoy, estas no existen,
no representan realmente nada, la ilegitimidad de los contertulios previsibles
es una garantía a priori del fracaso de cualquier iniciativa y pienso, con la
mayor humildad, que el Estado Vaticano, por todo lo que representa no debe
exponerse a ello. Ya excluida por el régimen la intervención de la Santa Sede,
ahora acuden a un ensayo, de antemano condenado a la frustración de las
esperanzas colectivas, al fracaso en términos prácticos y a una nueva estafa de
tahúr de circo ambulante a los intereses del colectivo.
El diálogo, bajo los más altos auspicios
imaginables era imposible, por la ya mencionada ausencia de “las partes” ahora,
a este hecho tan difícilmente subsanable se añaden unos mediadores más que
cuestionables.
El
sector, llamémoslo oficial, porque gobierno no es, ni actúa como tal, manda
pero no gobierna, ilegítimo en su origen y en su desempeño, es un ente
polimorfo, una precaria suma de tendencias, ni siquiera ideológicas sino de
rapiña, enfrentados a muerte por los restos de un destrozado país. La MUD,
creada como aparato de coordinación estrictamente electoral, se sobrevivió a sí
misma, sin devenir en un ente más orgánico, fuera de ella se encuentran fuerzas
y figuras sin las cuales una vocería opositora no sería creíble.
Y, lo que es su debilidad más grave, es
ilegítima, sus personeros pertenecen a cúpulas partidistas enquistadas,
auto-electas o electas por medios fraudulentos, en algunos casos percibidas
dentro de sus organizaciones como poderes fácticos, sin pertenencia ideológica,
ni lealtad con los principios éticos e ideológicos, que dieron origen a las
organizaciones que dicen encarnar, al contrario los escarnecen.
En estas
condiciones, el terreno de las posibles conversaciones está más que “minado” y
la eficacia de eventuales acuerdos cuestionada a priori, por la carencia de
real representatividad de las partes venezolanas.
Ningún poder terrenal, ni ningún Estado, posee
la experiencia y sutileza de la Santa Madre Iglesia, desde tiempos
inmemoriales, maestra de diplomáticos, en ello confíaba, sería una tragedia que
su intervención se percibiera o se viera convertida en un resorte de
continuación de una situación históricamente inviable.
Si eso ocurre con la S.C.V. que podríamos decir
del engendro que pudiesen prohijar el sepulturero de la paz histórica que
habían logrado construir, con paciencia oriental, S.M. El Rey Juan Carlos,
Adolfo Suarez, Felipe González y José
María Aznar en la España postfranquista, José LuisRodríguez Zapatero o Leonel
Fernández simpatizante abierto del chavismo –muy ligado al Centro Carter- y
algún otro elemento político circunstancial.
El problema venezolano es claro y no es de
diálogo, el poder del soberano se expresó categóricamente el 6 de diciembre
próximo pasado. Dotó a la oposición de una mayoría calificada, esa mayoría
calificada es la expresión de la soberanía del pueblo de Venezuela. Restituir
el imperio de la Constitución y la ley, las bases para ello están en el
Preámbulo y en el articulado de la Carta Magna ¡ Cumplan con su deber ¡
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