“Dialogo: dilación para una nación en crisis”
Por Armando Martini Pietri
Era predecible, se puso de moda y todos –los que no sufren
ni padecen la crisis- hablan de la conveniencia del dialogo. Entre dimes y
diretes, opiniones van opiniones vienen, Maduro confunde su propio decreto de
estado de excepción con conmoción nacional; Ramos Allup señala no sin cierta
socarronería, que el único tumulto en Venezuela es el desastroso Gobierno; del
exterior nos visitan figuras importantes para ¿organizar? el diálogo pero entre
dos de ellos –el dominicano Fernández y el español Rodríguez Zapatero- hay
posiciones diferentes sobre los problemas del país; un diputado opositor de
poco juicio propone una imposible dolarización -aunque después ha sabido
permanecer callado a ver si se olvida la necedad-; en Portugal el tosco
diputado oficialista Darío Vivas casi se cae a golpes con su colega italiano
que calificó al Gobierno venezolano de dictadura, mientras los principales
presidentes de la región, incluyendo al tirano de Cuba, guardan un silencio sospechoso;
Capriles no para de hablar angustiado por el referendo del cual depende su
futuro político, especialmente si a Maduro se le prende el bombillo –cosa
difícil en esa oscura cabeza y en un país sin electricidad- y libera a Leopoldo
López, tanto habla el Gobernador que la propia María Corina Machado se siente
en la necesidad de enmendarle la plana; y todo eso para no mencionar perversas
insinuaciones de voceros del Departamento de Estado.
Es tal la barahúnda de opiniones que se hace difícil
definir una posición clara respecto a temas como el diálogo, y la inútil mesa
de negociaciones patrocinada por el Gobierno que en oportunidad anterior, sólo
sirvió para ganar tiempo (época de Chávez), oxigenarse, burlarse y engañar a la
población incluidos seguidores y simpatizantes.
A veces no se entiende cuál es la vía correcta para salir
de este gobierno que no ha logrado ni logrará, como demuestra a diario,
sacarnos de este lio en que estamos metidos todos los venezolanos excepto,
claro, aquellos privilegiados que aunque no lo digan y traten de esconderlo
todos lo sabemos y se esfuerzan no por el país sino por conservar y en lo
posible, incrementar sus cada día más ilegítimamente abultados bolsillos.
Algunos al extremo que son capaces de negociar cualquier cosa, incluso delaciones,
para cuidar sus groseras fortunas. ¿Qué sucedería con el país y especialmente
con el equipo de Maduro si, por ejemplo y sólo es un ejemplo, Estados Unidos
decide mirar hacia otro lado en lo que a sus riquezas y visas se refiere a
cambio de chismes, precisiones, nombres y formas de hacer trapacerías
millonarias?
Está claro que este tipo de régimen no sale por sí mismo
–solo ilusos piensan lo contrario-, está lleno de ceguera y temor más que el
propio Nicolás Maduro, son demasiados los figurones que tendrían mucho que
perder, y demasiados los riesgos, cuando ya no estén en el poder. No son
demócratas, son gatos panza arriba.
No le falta razón a María Corina Machado al recordar y
advertir que “cuando el régimen ve cercana
su salida convoca un diálogo que estabiliza la dictadura". Eso es tan
cierto como la luz del día, como ella misma especifica, lo que busca el
angustiado Gobierno madurista convocando a un diálogo atado de manos por los
obstáculos que el mismo régimen establece, es "ganar tiempo, desmovilizar
la protesta y desactivar presión internacional".
Por eso es vital que tengamos todos, Gobierno, oposición y
sociedad civil, una claridad absoluta en los requisitos del diálogo para que
pueda producir resultados mucho más allá del gasto de tiempo y del esfuerzo,
que suele ser cansón y contra producente, de corrimiento de arrugas.
La legitimidad de la representación es trascendente; la MUD es parte pero no representa
plenamente a todos, deberán ser invitados a incorporarse, por ejemplo, María Corina Machado, Claudio
Fermín, gremios empresariales, federaciones sindicales auténticamente
representativas, sociedad civil no partidista, en fin debe ser plural y no
excluyente. Los mediadores deben ser confiables, respetados y respetables, que
los hay y muchos, empezando por autoridades de la Iglesia Católica y de otros
credos. La agenda debe ser clara con temas medulares.
Pero el problema empieza porque uno de
los dialogantes, el régimen, bloqueará el referendo revocatorio o hará lo
posible, como está haciendo, por llevarlo más allá de 2016; y como al
referendo, pondrán todas las trabas posibles a la Partida de Nacimiento
presidencial, la o las enmiendas constitucionales, la
autoridad y autonomía constitucionales de la Asamblea Nacional frente a los demás
poderes, particularmente el Ejecutivo y el Judicial, la convocatoria a una
nueva constituyente, la liberación de los presos políticos y cualquier otro
planteamiento que, en su cerrada forma de pensar, crean que les afecta.
Como consecuencia de lo anterior, para
sentarse en la mesa e iniciar el diálogo, antes deben haberse decidido y
aceptado sin lugar a dudas tres condiciones concurrentes: la liberación de los
presos políticos y el regreso de los exiliados; la aclaratoria de la supuesta
doble nacionalidad del Presidente y la realización del revocatorio antes del 31
de diciembre de 2016. Si estas realidades no se resuelven, el dialogo será
oficioso pero no oficial y no tendrá resultados concretos. Será una pérdida de
tiempo, una estafa para un pueblo y una dilación para un país en crisis.
Pero como ya sucedió allá por noviembre de 2002, el
Gobierno se saca de la manga una convocatoria al diálogo y una mesa de
negociaciones que, por la índole misma del madurismo, nacen con las manos
atadas. La nueva Mesa de Negociaciones tendrá desempeño y fin similares a la de
los tiempos de Chávez, que tras meses de reuniones, declaraciones y
aspavientos concluyó en la recuperación y fortalecimiento del comandante que
meses antes había estado a punto de ser desplumado y sólo la torpeza de civiles
y militares, la auto sobrevaloración de los gerentes petroleros y la audacia
irresponsable, pero oportuna, del mismo Chávez lo salvaron del desastre.
En la oposición, sean cuales sean los negociadores del
madurismo, muchos estarán dispuestos al gustoso sacrificio por la patria, pues
ser integrantes de la Mesa de Negociaciones les dará para ellos como políticos
invalorables oportunidades de reiterar necedades, juicios enrevesados y
altisonantes, aparecerán en la prensa, los noticiarios y se sentirán –más bien
tratarán de hacerlo creer- padres de la patria angustiada. Pero sólo
una cosa lograrán: que el oficialismo tenga y aproveche el tiempo que se auto
regaló para tratar de anestesiar al país, y llevar a fechas
irrelevantes un revocatorio que muy probablemente terminará por no realizarse,
grite lo que grite Capriles.
El chantaje de la negociación o dialogo lo aplaudirán
quienes no sufren la carestía y les importan poco los desconsuelos ajenos. Todo
se tranquilizará momentáneamente, suspenderán las elecciones para gobernaciones
invocando la crisis económica y la falta de condiciones adecuadas, pretenderán
–si estiman que les conviene- unirlas en el 2017 con las de Alcaldes y
Concejales y, no les extrañe, la oposición habrá perdido otra oportunidad.
Así las cosas, parece que el año 2016 será de negociación,
el 2017 de campaña electoral y, entre tanto y tanto, el Gobierno, el TSJ y el
CNE se las ingeniarán para alcanzar el 2018 para las elecciones presidenciales.
¿Es eso lo que quiere la ciudadanía? ¿Aguantará el pueblo miseria, hambre y
necesidad todos estos años? Como ya hemos expuesto en artículos anteriores, no
lo creemos. Cada día hay más linchamientos, cada día más saqueos y amenazas de desvalijamientos,
cada día más furia popular, el gran y auténtico riesgo es que todo esto
reviente en las manos y narices del Gobierno, de Nicolás Maduro y la oposición
MUD.
@ArmandoMartini
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