"NI REVOLUCIÓN,
NI REVOLUCIONARIO"
HOJA DE
RUTA POLÍTICA (No 203)
Octavio Lepage
Sin incurrir en disquisiciones sobre teoría
política, cabe señalar que la palabra revolución se asocia siempre a cambios
hacia lo mejor. Tiene resonancia positiva. Es fuertemente atractiva, sobre todo
para la juventud. Aunque también es vistoso antifaz para los farsantes que buscan
el poder para disfrutarlo, para enriquecerse, para humillar a los demás.
Con aprovechamiento indebido de su condición
de Instructor en la Academia Militar, Hugo Chávez organizó un Golpe de Cuartel
contra el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez, que estalló el 4 de
Febrero de 1992. A pesar de que oficiales habían tomado las guarniciones más
importantes (Maracay, Maracaibo, Base Aérea de La Carlota) Chávez terminó por
rendirse.
Aquel fracaso no lo capitalizó el gobierno,
lo terminó capitalizando Chávez, el conspirador derrotado. La antipolítica puso
a su servicio su formidable aparato de propaganda. Los comunistas recuperaron
la esperanza de gobernar, si no directamente, sí por persona interpuesta. Y así
sucedió.
Chávez decidió implantar en Venezuela el
modelo cubano. No eliminó formalmente la propiedad privada, pero sí de hecho:
cinco millones (5.000.000) de hectáreas en plena producción fueron expropiadas
sin indemnización, al igual que un elevado porcentaje de las plantas
industriales.
Como se ve, Chávez concentró la totalidad del
poder político y económico. Gobernó como jefe único indiscutido hasta su
muerte, e impuso sucesor, Nicolás Maduro. Mientras Cuba, el poder detrás del
trono en Venezuela, inicia una apertura tratando de salir del foso en que la
hundió la revolución, Maduro se aferra a un modelo fracasado; y en vez de
flexibilizar su gobierno, lo endurece a extremos inaguantables.
En la Venezuela de hoy la palabra
“revolución” se ha convertido en mala palabra. Se la asocia con colas
interminables, día y noche, para comprar alimentos de primera necesidad que
escasean y que cuando aparecen se agotan rápidamente. La palabra “revolución”
evoca igualmente a millares de niños de familias pobres que tienen que ir a la
escuela sin ingerir ningún alimento y que regresan a sus casas donde tampoco
pueden matar el hambre. Los médicos especialistas vaticinan que de perpetuarse
esta situación, los jóvenes de las nuevas generaciones presentarán índices
elevados de debilidad mental, de enfermedades de origen carencial.
Las informaciones de prensa sobre servicios
hospitalarios son aterradoras. Se están muriendo niños, ancianos, hombres,
mujeres, venezolanos, sin distingo de edad ni afinidad política. Los hospitales
están caóticos. En el Hospital Clínico Universitario, recientemente, en plena
operación quirúrgica se fue la energía eléctrica y hubo que paralizarla. Misma
dificultad enfrenta el Hospital de Niños J.M. de Los Ríos, la Maternidad
Concepción Palacios, el Hospital el Algodonal, y todos los demás hospitales de
Venezuela; ninguno de los cuales, por cierto, ha sido construido en los últimos
17 años de gobierno.
Idéntico panorama desolador se presenta en los
servicios públicos. En Valencia, por ejemplo, el agua está contaminada con
materias fecales, porque la Planta Potabilizadora Alejo Zuloaga está operativa
sólo en un 15% desde hace mucho tiempo. De la electricidad, ni se diga el
abandono y el descuido.
Lo dicho es suficiente para darse cuenta de
que esta revolución, al igual que la cubana, es un fracaso estrepitoso. Los
capitostes del régimen se llenan la boca con la palabra “revolución”. Sepan que
los venezolanos los miran con desprecio, los consideran unos farsantes.
Caracas, 10 de Mayo del
2016
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