“RÓMULO Y LEONARDO”
Por Carlos Canache Mata
A Virginia, Magda y
Natacha
El 28 de septiembre que acaba de pasar se
cumplieron 35 años del fallecimiento de Rómulo Betancourt y 100 del nacimiento
de Leonardo Ruiz Pineda. Andan juntos en la historia.
A la muerte de Leonardo, dijo Rómulo: “Héroe
de la resistencia civil venezolana a la dictadura castrense, así está ya incorporado a la historia
contemporánea de Hispanoamérica y a la de las luchas sociales de todos los
tiempos”. De Rómulo, Leonardo había
escrito: “La labor de Rómulo Betancourt en este su tercer exilio es la más
densa faena de su propia obra...su contribución total a la organización del
país no ha podido darla aún, la dará como conductor nacional, hoy o mañana”. El augurio del mártir sobre su compañero de
partido se haría realidad años después, entre 1959 y 1964.
Cuando la Junta Revolucionaria de Gobierno
que presidía Rómulo dicta el Decreto del 15 de marzo de 1946 que recoge el
Estatuto Electoral donde se establece el sufragio universal, directo y secreto
para elegir al Presidente de la República y los Cuerpos Deliberantes del país,
el historiador Germán Carrera Damas opina que tuvo lugar “la más radical
transformación sociopolítica experimentada por la sociedad venezolana, desde la
ruptura del nexo colonial”. Igual juicio emite el historiador Tomás Straka al
afirmar que “la estructura de la
república venezolana experimentó su transformación más importante desde su
fundación” y que se produjo “un parte aguas”. Como asienta Leonardo en el
prólogo de “Venezuela bajo el signo del terror”, el llamado Libro Negro, “en el
campo de los derechos políticos se estableció
el voto universal, directo y secreto para los venezolanos mayores de dieciocho
años” y “fueron echadas las bases para
una reforma de nuestra economía, dirigida a la progresiva recuperación de sus
riquezas mineras…para garantizarnos la existencia de Estado soberano”.
Leonardo, al lado de Rómulo, contribuyó al rescate de la soberanía popular
secuestrada y a que la democracia ascendiera al poder.
El historiador Manuel Caballero ha
considerado que “la historia de la República de Venezuela desde la Convención
de Valencia, la dominan cuatro hombres: en el siglo XIX, Páez y Guzmán Blanco,
y en el siglo XX, Gómez y Rómulo Betancourt”. En su libro, crónica novelada
sobre el manejo del poder en Venezuela, “Los Cuatro Reyes de la Baraja”,
Francisco Herrera Luque dice que éstos son los antes mencionados. También el
historiador Guillermo Morón, no obstante haber sido pugnaz frente a Rómulo, al
ponderar los políticos de mayor “impronta histórica de poder”, en su última
“Historia de Venezuela” (libros de El Nacional), publicada en el año 2011,
escribe: “Creo que José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez
y Rómulo Betancourt son los cuatro caudillos venezolanos de mayor relieve”.
Rómulo entra en la historia como luchador
por la libertad y la democracia. En su partido, Acción Democrática, brillaba la
militancia de grandes venezolanos encabezados por Rómulo Gallegos y Andrés Eloy
Blanco, y de una joven generación que contaba, entre otros, con la presencia de
Leonardo. Era “el gallardo cruzado de la
libertad abatido a balazos, en la noche del 21 de octubre, en una cobarde
emboscada policial”, escribe Rómulo en 1952, cuando, como jefe de la
resistencia contra la dictadura, cae sin vida sobre su tierra, la tierra venezolana.
Había llegado la hora de la epifanía, porque su muerte anunciaba también la
aparición, al decir de su compañero e historiador Siso Martínez, de “la alegría
de quienes vean el nuevo amanecer”.
Rómulo y Leonardo, la historia los mira y
los siente caminando juntos.
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