“Del 1 al 3: Un millón (¡o más!)”
por Armando
Martini Pietri
¿Por qué vamos a marchar el 1
septiembre? ¿Para tomar el sol, respirar gas lacrimógeno, recibir perdigonazos
y maltratos de la GNB? ¿Vamos hacer ejercicio o bailo-terapia? ¿O llegaremos al
CNE para saludar a Tibisay? Una marcha más, seamos sinceros, será otro fracaso.
No porque no haya gente, que la hay y muchísima, sino porque no irá la
suficiente.
El 1° de septiembre es
jueves, mal día. Muchos pueden tener motivos para no sentirse entusiasmados. No
todos pueden ausentarse de sus trabajos y hay que hacer colas para comprar lo
poco que se consigue. Hay ciudadanos convencidos, resignados que no habrá
revocatorio, y hay razones poderosas para pensarlo. Decisiones judiciales están
en camino y no hay presupuesto. Otros seguros de que el Gobierno puede ser
estúpido e incompetente pero no suicida; el PSUV, el Polo Patriótico,
cooperantes saben perfectamente que el madurismo no gana ni de lejos un torneo
electoral, y que en general muertos, santeros, paleros y santos convocados le
dieron la espalda y le hacen la señal del mono. Maduro y su combo sólo tienen
dos argumentos a favor: tramposerías castristas y bayonetas.
Unos cuantos no irán a
caminar ni el jueves ni ningún otro día porque consideran al revocatorio de
interés caprilista, desconfían de él, no son pocos. Tampoco mayoría, pero
suman. O, en este caso, restan. Otros que restarán serán los que no creen en la
MUD ni sus líderes pero que son opositores de alma y corazón. Y los que tengan
poca capacidad física para correr y aguantar la violencia que guardias,
policías y colectivos aplicarán. No son cobardes, son prudentes y algunos no
tan veteranos, han visto, una y otra vez, cómo la soldadesca agarra al
primero que pueden y lo sepultan en sótanos, calabozos con acusaciones y
juicios inventados, son muchos los que llevan meses golpeados, enfermos,
olvidados y tristemente abandonados. Y así por el estilo, no sigamos con esta
patética lista.
Pensemos en una alternativa
que puede ser, mucho más impactante.
¿Cuál es el objetivo?
Demostrar quién tiene la verdadera fuerza popular. No sólo demostrárselo al
Gobierno, sino a los militares, a las instituciones del Estado, a los gobiernos
amigos y, muy especial, a Tibisay, Sandra, Tania y Socorro. ¿Vamos a
demostrarlo con 30, 40 u 80 mil personas? Porque ésa es la fuerza real de
convocatoria de la oposición organizada. No será suficiente, los opositores al
régimen tienen que exponer de forma categórica e inequívoca que son mayoría
total, aplastantemente y masiva.
Para expresar al mundo
entero con certeza que se tiene el respaldo de millones de ciudadanos, de
diversos sectores sociales, económicos, de todo un país, se debe lograr la
presencia clara, contundente de al menos 800.000, un millón o más de personas.
Una masa espectacular, incuestionable, de gente que le meta miedo, terror, al
poder, una aglomeración que hasta el militar más fanático entienda que no va a
poder asustar ni dominar por el contrario, deberá postrarse y respetar.
¿Cómo olvidar aquella marcha
que hizo historia en abril 2002, asustó a Chávez cuando tenía mil veces más
seguidores, militares y poder que el madurismo de ahora? La tierra tembló, se
sobresaltó, los generales se atragantaron, lo único que pudo hacer aquél
chavismo fue sacar unos cuantos a disparar –pregúntenle a Ismael García-,
cuando llegaban cerca de Miraflores. Como ratas asustadas se atrincheraron tras
paredes alrededor del puente Llaguno, se asomaban, disparaban, se escondían de
nuevo. De allí un alzamiento que sometió al presidente; y sus principales
colaboradores, corrieron a esconderse. Fue legitima protesta ciudadana devenida
en un golpe torpe, que unos ambiciosos mentecatos equivocados mal organizaron,
peor ejecutaron y obviamente fracasaron. Pero los ciudadanos demostraron, sin
armas, una fuerza descomunal.
Necesitamos una marcha que
no pueda ser atacada, flanqueada, desviada y/o frenada. Precisamos al millón de
personas, para que periodistas y cámaras del mundo entero puedan grabar una y
otra vez la concurrencia colosal, grandiosa, espectacular, que cubra un
amplísimo espacio, por ejemplo de la autopista Francisco Fajardo. Es imperativa
una concurrencia gigantesca de gente que, paralice la ciudad, obligue al
helicóptero espía del Sebin y aparatos militares volar varios minutos para
grabar la extensión humana de protesta, de rechazo a la tiranía milico-cívica
que distorsiona y estrangula nuestra democracia.
No pensemos en marchar, no
llevemos gente a chocar con los guardias y policías acorazados como han
propuesto bocazas desinformados y sin originalidad. Lo ideal sería que el gentío
llegara y se sentara, fíjense qué simple y sólido. Que se concentre, que se
acumule, que se pase el tiempo en una monumental concentración. Con
actividades, micro teatro, zanqueros y mimos, kioskos de rápida instalación,
personal que distribuya agua potable con brigadas de primeros auxilios. Los
dirigentes políticos caminen, ellos, visitando a las personas, organizando
micro-mítines. Que sea una colosal fiesta democrática por la democracia, por la
libertad de todos y en especial de los olvidados presos y exiliados políticos,
por el rescate de la Venezuela libre, próspera, decente, honesta, plena de
principios éticos y valores ciudadanos, de buena educación, la que teníamos –con
sus defectos- y a la cual todos, hasta los chavistas hartos y decepcionados
queremos volver a construir.
Que se organice la llegada a
Caracas de miles de personas no sólo en autobuses aislados y controlables por
“puestos de control” militares y policiales, sino también en cientos de carros,
de manera que esas alcabalas, que las habrá, se transformen en auténticos
colapsos del tránsito en las autopistas y carreteras de acceso a la capital, que
haya brigadas femeninas que enfrenten a los uniformados. Las mujeres no tienen
miedo, tienen coraje, autoridad son madres y esposas, saben enfrentarse a los
machos envalentonados por sus armas, lo han demostrado sobradamente, los
ejemplos sobran.
Ese viaje debería ser por la
noche o de madrugada, las alcabalas se complican, además los caraqueños pueden
ir ocupando la autopista desde temprano a medida que vayan llegando. Esa
madrugada capitalina debe ser ruidosa, concurrida, rebosante de gente. La
otrora capital del cielo, debería amanecer civilmente ocupada, que haga
imposible la ocupación militar. Todos a la autopista directamente, paren
autobuses y carros a lo largo de hombrillos y calles, volumen, ¡volumen! Empezar
temprano todavía oscuro, grupos con luces y señales de alarma para avisar al tráfico
vehicular que comienza una esperanza.
¿Qué hacemos con motorizados
y colectivos? La respuesta simple, ¿cuántas motos tiene la oposición? ¿Cuántos
jóvenes y adultos que practican artes marciales pueden ayudar? ¿Cuántas mujeres
decididas y disciplinadas para rodear -no para golpear ni insultar- a guardias
y policías? Una idea, que las damas lleven envases cargados -no con agua ni
suciedad- sino con perfume de fragancia y olor a paz, a reencuentro, a
Venezuela, para rociar escudos que cuando el guardia regrese a su casa tenga
que dar explicaciones de dónde estaba, qué hizo y cómo lo hizo.
Cambien ese jueves
atravesado por el sábado 3. Irá más gente. No a caminar; a plantarse, a estar
allí, a hacerse ver. ¡Si, hacerse ver! ¡Visualizarse! Gritarle con testimonio y
evidencia al mundo que somos mayoría, una inmensa mayoría, que queremos cambio,
que deseamos vivir mejor, que ambicionamos un excelente futuro para nuestros
hijos, nietos y que estamos preparados para hacerlo. Del 1 al 3 de septiembre,
la diferencia puede ser y será muy grande. Aplastante. Llenará de emoción y fe a los
opositores, de asombro e interés al mundo y
de temor al madurismo, sus colectivos y sus militares que por primera vez
aprenderán a respetar lo que ellos llaman pueblo y nosotros ciudadanos.
Exhortación final, coloquen
a María Corina Machado y Lilian Tintori al frente, a cargo de esta maravillosa
oportunidad que el destino nos presenta. Dejen de apartarlas, no sean tontos,
úsenlas, que ellas saben qué y cómo hacer lo que hay que hacer. Quédense
tranquilos, no son enemigas ni adversarias, son amigas de las buenas, de las
que hacen falta.
@ArmandoMartini
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